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Las plumas de la rana

Las plumas de la rana

Por: Cintya Espinoza

Se puede decir que amistad es un concepto que trasciende. Incluso fronteras y especies. Como el amor y la tragedia se escabulle en el tercer mundo, así igual.

Un buen día de campo, detrás de la poza de la casa de don Fernando hubo un ruido raro, muy parecido a una explosión. De esas que a lo lejos se escucha que no es nada grave, pero asusta por invadir el silencio del bosque. Y como nosotros sabemos, la curiosidad no ha matado nunca a nadie en este pueblo, así que se fue a ver qué había sucedido.

Pero primero lo primero, no dejarnos ver.

-Ni escuchar- impugnó Pascual.

Nadie sabía si se trataba de forasteros, ladrones o ávaros madereros. Fue entonces cuando decidieron ir descalzos para no hacer ruido y llevar en mano una que otra piedra.

– ¡Nos fuimos! – Dijo Perrerreque.

– ¡Fuimonos! – Contestó Pascual.

Despacio y con rumbo decidido, poco a poco fueron acercándose a la zona sospechosa. Cuando se encontró lo inesperado. ¡Plumas por todos lados!

– Estas son obras de los feos de los que tanto se habla- Dijo Pascual.

– ¡Shhhh! Calla, calla- susurró Perrerreque. -Tenemos que ser muy cuidadosos-

Sin embargo, la realidad era otra. Ellos, ni nadie del pueblo, pudieron imaginar nunca que mientras todos duermen y comen, trabajan o descansan, las criaturas más verdes y resbalosas hacían desplantes amistosos con otras más libertarias. Fue la información que se pudo corroborar, después de exhaustiva pesquisa en el área del crimen. Plaza funesta, espacio donde se llevó a cabo el irrespeto a la intención.

Había por lo menos unas 2 decenas de plumas sueltas, volando por encima y debajo de los arbustos. Fue cuando se decidió ver más de cerca, para descubrir que en la cumbre de la roca más grande había mucha baba. Y sí, fue muy asqueroso. Puesto que era una baba blancuzca y burbujeante, tal como si estuvieran por ahí 3 babosas gigantes dejando su rastro.

Se escondían, agachados, asomando la cabeza para ver con mayor claridad hasta que Pascual exclama:

-No hombre, esto no es ninguna razón humana. Venga amigo, ayúdeme a pensar qué pudo haber sucedido aquí para semejante explosión, asustarnos y encontrar nomás plumitas babeadas. – Dijo Pascual.

-Yo le ayudo, ¡Yo le ayudo! No se preocupe. -Dijo Perrerreque.

Y cuando vieron de cerca, hasta chocaron las cabezas al acercarse demasiado a la pista de oro misma que ambos supieron de inmediato, era la respuesta al enigma emplumado.

-Y babeado -Replicó Perrerreque.

Fue de esta manera que se resolvió el acertijo. Una paloma y una rana jugaban todos los días. Es únicamente lo que pudieron descubrir, justamente por haber llegado tan tarde. Ya que jamás alcanzaron a saber lo más importante. Pues estas criaturas llevaban días jugando a ser amigas e irónicamente ambas han muerto, cada una por culpa de la otra y por ellas mismas.

-Plumas y baba, plumas y baba… a ver pensemos don Perrerreque –Intuyó Pascual.

-Plumas y baba… ¡Ya sé! Las aves tienen plumas – Contestó Perrerreque.

-Y las ranas tienen baba – Refutó Pascual.

-Definitivamente esto ha sido que o exploto una paloma o explotó una rana. – Pensó y dijo Pascual.

-Pues hermano, lo que yo puedo ver es que han explotado las dos – Concluyó Perrerreque.

Y es que por varios días fue así, la paloma dibujaba con sus plumas sueltas algunos colochos cuando volaba persiguiendo a su amiga, mientras la rana con sus saltos, escribía pasos que el ave debía seguir. No obstante, hubo un plan macabro que cada una se trazó.

Fingieron ser amigas por algún tiempo, finalmente sí se la pasaban bien jugando, aunque tenían a vista que eran muy distintas y pertenecían a caminos desemejantes. Fue cuando quisquillosamente, vino la naturaleza y cada una pensó a secas en complacerse -o, mejor dicho, a actuar por impulso- sin siquiera prever la propia desgracia.

La rana, ya no quería que el ave volara más, mientras que la paloma ya se había cansado del juego de seguir los pasos de la rana. Fue así cuando un día de tantos, rana decide fingir que saltaría, el ave la sigue, pero la rana se detiene esperando que el ave continúe y así ella con su lengua mortal, golpearía sus alas, quebrándolas y evitando sus vuelos. Casualmente, ese mismo día ave ya lo había decidido todo, ella fingió seguir los pasos, aventajar y de la nada voltear únicamente para introducir su pico en el centro de la frente de la rana.

Pico y lengua, chocaron hasta volverse un desastroso nudo y cada una de las criaturas al querer soltarse, han explotado. Domando así, la inteligencia de los menesterosos observadores que nunca podrán saber la verdadera historia, sin embargo, si les ha sido posible hilar historias que nunca sucedieron.

Vaya costumbre de nosotros los sencillos, idear, idealizar, dibujar, imaginar, suponer, conjeturar, presumir y suponer finales ingenuos a pantomimas premeditadas.

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