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Un refugiado en navidad

Un refugiado en navidad

Escrito por: Aura Guerra

Chepe admiraba cómo el largo cabello de su esposa se movía con el viento que entraba por la ventana, la admiraba embelesado mientras ella dormía tranquilamente a su lado. Sin hacer ruido se levantó despacio para ver cómo estaba el bebé, mientras lo observaba reflexionaba en como la vida les había cambiado con su llegada, ahora sus días estaban llenos de pañales sucios, carcajadas y balbuceos.

Los recién casados apenas estaban levantando cabeza, entre los planes de boda, el niño que vino antes de lo originalmente planeado, la situación política y la escasez de dinero, nada había salido de acuerdo con los planes, pero lo importante era que el niño estaba sanito y ellos se amaban.

Chepe era un eterno enamorado de su esposa, ya llevaba mucho tiempo soñando con estar a su lado, quería verla cómoda y que no le faltara nada ni tampoco al bebé, había aprendido un oficio que le permitía proveer en su casa y él sabía que podía sacarlos adelante con mucho esfuerzo, si algo le sobraba a este hombre eran las ganas de trabajar.

José esperaba estos momentos de soledad para hacer planes; estaba seguro de que la familia podía ayudarlo a conseguir clientes para el negocio, además con el dinero que ganara podía invertir en comprar animales y hacer un corralito. Había muchas posibilidades, sabía que su buen nombre y reputación le abriría puertas, esta era su mejor carta de presentación.

En medio de tanto planificar se quedó dormido, pero el silencio de la noche fue interrumpido por una noticia repentina que llegó como viendo huracanado: el gobierno planeaba una masacre.

No había tiempo que perder, era lo material o la vida.

Por unos instantes José no podía creer lo que estaba a punto de hacer, dejar todo atrás, aunque no fuera mucho, lo poquito que tenían les había costado, pero lo más difícil era dejar su tierra y su gente para ir rumbo hacia lo desconocido. Sentía mucho temor, mas no podía permitir que su familia pereciera ante un gobierno conocido por ser sanguinario y genocida, ya en el pasado habían asesinado a sus opositores y estaba comprobado de que no tenían escrúpulos.

El gobernante que tenían era un hombre insaciable de poder y codicia; estaba dispuesto a hacer lo que fuera para perpetuarse en el mando y que sus hijos fueran sus sucesores. Tenía a la gente asfixiada con impuestos exuberantes e inesperadamente se inventaba leyes y edictos para asegurarse de mantener al pueblo oprimido. No había tal cosa como “no meterse en política”, todos sufrían las consecuencias de su gobierno y cualquiera que se levantara en su contra, o fuera blanco de una de sus leyes inventadas, estaba destinado a la cárcel o a morir.

Lastimosamente esta vez le tocó a Chepe ser uno de los objetivos de sus amenazas y ya que la historia de su pueblo estaba manchada de sangre y lágrimas, este recién casado entendía la gravedad de hacer caso omiso a las advertencias.

Por esta razón es que en medio de la oscuridad de la noche se dispuso a tomar un poco de comida, recogió lo estrictamente necesario y ensilló su bestia. Al tener todo listo despertó a su esposa explicándole la situación y pidiéndole que no hiciera ruido, no había tiempo que perder, le hizo ver cómo esta acción era por el bien del niño. Ella cedió sabiendo las consecuencias fatales que les podía esperar, pero se fue con el corazón roto y acongojado por la incertidumbre de no saber que le esperaba al otro lado de la frontera.

El camino fue duro, pero aún más su llegada…

Los exiliados no contaron mucho de su travesía, pero sabemos lo que viven quienes se ven forzados a salir huyendo sin nada seguro. Entre tener que esforzarse para demostrar sus capacidades, reproches y xenofobia, el camino del emigrante no es fácil. A chepe no lo acompañaban títulos ni riquezas, solo su fe, el cariño de su familia y la esperanza de regresar algún día.

La nostalgia y sacrificio se convirtieron en su pan de cada día, todo por culpa de un hombre aferrado al poder. A los días les llegaron noticias de la masacre liderada por el gobierno, fue atroz, muchos conocidos de la familia murieron y allá en medio de esa ciudad extraña José abrazaba a su pequeño agradecido de que él no había corrido la misma suerte de otros que no lograron salir a tiempo.

Lo que inicialmente sería un exilio de semanas se transformó en meses, días y años. El niño crecía y alimentaba su mente de historias acerca de su patria y la familia que quedó al otro lado. Mientras se hacía mayor, no podía disfrutar del mimo y besos de una abuela, las carcajadas de los tíos en las fiestas, ni de jugar con sus primos en vacaciones. El tiempo seguía pasando y el peligro aún acechaba en el país vecino, el que los vio nacer.

Lo bueno es que la situación mejoró, por fin llegaron noticias de que el tirano murió y a pesar de que su hijo le sucedió en el poder, sentían que las cosas podían cambiar.

De pronto Chepe recibió confirmación de que podía volver a su hogar. El miedo aún lo hacía dudar, pero al parecer ya no se escuchaba de masacres ni genocidios, ahora el problema era más bien económico, los impuestos eran casi imposibles de pagar y se hablaba de escasez, pero esto era algo a lo que estaban acostumbrados, al final su riqueza era la familia y volver a su hogar los llenaba de alegría.

Chepe sabía que su corazón y misión estaban en su tierra, allá estaba el destino de su pequeño, así que volvieron contentos de estar juntos, pero sobretodo de haber sobrevivido el tiempo de refugio político.

De esta forma José, María y el pequeño Jesús retornaron del exilio hacia un pueblo llamado Nazaret e iniciaron un nuevo capítulo de su historia familiar después de haber sido parte de la inmensa lista de refugiados en la historia de la humanidad.

Ahora, miles de años después, la misma situación se sigue repitiendo y cuando se acerca el mes de diciembre, entre cantos y celebraciones, muchos recuerdan a esta familia y todo lo que tuvieron que pasar para resguardar la vida.

Mientras tanto en Nicaragua, el primer airecito decembrino brevemente se cuela por una pequeña abertura en una celda de La Modelo, un hombre es azotado por la nostalgia y vocaliza discretamente aquel villancico que para estas fechas le cantaba su abuelita antes de dormir: “ese cabellito rubio, que te cuelga por la frente…” una lágrima corre por su mejilla, no sabe si volverá a abrazar a su viejita que tanto lloró el día que se lo llevaron preso injustamente durante una protesta.

Entretanto, en tierras lejanas se escuchan canciones de fin de año. Un asilado político nicaragüense malvende sus fuerzas por unos cuantos euros en España, con su salario no le alcanzan para alquilar un lugar caliente para vivir, su estómago ruge de hambre y se pregunta si algún día volverá a probar el relleno navideño de su mamá y los gofios de las purísimas. Hoy, solo le alcanza para un tiempo de comida y se consuela con la ilusión de que quizás el próximo año por fin podrá regresar sin peligro a casa.

En la misma situación se encuentra una madre soltera que se sienta en un parque de Costa Rica a vender comida. En Masaya, de donde es originaria, ella trabajaba en una oficina y sus hijos recibían juguetes para navidad, tuvo que exiliarse después de recibir amenazas por ondear una bandera y prefirió huir a perder la vida. Quizás con mucho esfuerzo este año le pueda comprar un estreno a sus pequeños para el 24.

En medio de la cena navideña, una madre en Managua no puede probar bocado, ver la silla vacía de su hijo asesinado en una marcha hace que sus fuerzas flaqueen, preparó su comida favorita, gallina rellena, pero el ya no podrá disfrutarla ni darle un abrazo a la media noche.

Las triquitracas suenan en los barrios y las cuadras se llena de destellos de cohetes y olor a pólvora, es la misma escena de toda la vida, pero hay muchas sillas vacías detrás de las puertas cerradas en varios hogares nicaragüenses, entre encarcelados, muertos y exiliados, desde el 2018 la navidad ya no es la misma. Mientras tanto, en algunos hogares se aprecia un nacimiento rodeado de luces parpadeantes, mientras estas se encienden y apagan recordamos la historia de navidad, del nacimiento de un niño que desde temprana edad supo lo que era ser perseguido injustamente y creció para sufrir el exilio político de su familia, lamentó el encarcelamiento injusto y asesinato de su primo y posteriormente sufrió en carne propia el ser apresado y asesinado.

La historia se repite y el dolor es siempre el mismo. Duele una navidad más con exiliados y presos políticos.

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  1. Reflexión de Navidad – Mi Alma Salió a Escribir - […] Publicado originalmente en: https://rculturalibre.com/un-refugiado-en-navidad/ […]

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