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La Nicaragua incógnita

La Nicaragua incógnita

Por: Iván Cantor


Cuando nos preguntan por  Nicaragua inmediatamente nos enfocamos y aferramos a nuestros regionalismos en los centros de poder políticamente simbólicos, los cuales a lo largo de nuestra geografía e historia, desde la colonización hispánica hasta nuestros días. han estado radicados sobre todo en la Región del Pacifico, y someramente en la Región Central. Por otra parte la Costa Caribe ha quedado marginada en la penumbra de lo apenas (o nunca) conocido, valorado, y por tanto desterrado de nuestros afectos e intereses.

El desconocimiento  de  las personas y su contexto,   nos reduce a generalizaciones superficiales con base a  estereotipos y esquemas. Esta ignorancia es sumamente perjudicial, incluso puede ser fatal, cuando están en acción dinámicas de vida vulnerables. Solo el contacto con las personas, la cultura, el ecosistema y sus desafíos nos aproxima, no como espectadores, sino como corresponsables de una misma realidad.

La oportunidad de tener contacto con la Costa Caribe, fue en enero del 2021 (en pleno auge de la pandemia) con las comunidades ribereñas de Waspán en las orillas del «Wangky-Rio Coco». Dónde junto a otro compañero de itinerancia, visitamos los pueblos, comarcas y caseríos del «Río Coco arriba» y «Río Coco abajo» (como dicen los lugareños),  nos recibían con su encanto, belleza y alegría. A pesar de la gran devastación de los huracanes de noviembre de 2020, que agravó las dificultades de vida causadas por la desigualdad social y la contaminación ambiental.

Las comunidades que visitamos Río arriba fueron: San Jerónimo, Laguntara, Leimus y Bullkiamp. Las comunidades de Río abajo que pudimos conocer fueron: Kiwastara, Sawa, y Utlamata. Las demarcaciones de «Río arriba» y «Río abajo»  tienen como centro urbanístico de referencia la ciudad de Waspán. En todo este recorrido se percibe un gran sentido de pertenencia  a su cultura originaria e identidad como nación miskita. La cual, se extiende hasta los territorios de la hermana República de Honduras. Para los miskitos la frontera no existe, las distinciones nacionalistas son trascendidas por un hondo sentido  de común unión que les hermana en la lengua miskita (con sus diversos acentos y  ricos matices) y en una comosvisión y espiritualidad en torno al Wangky-Rio Coco. Dicho sentido de comunidad se percibe incluso en las dinámicas internas  de cada comunidad, dónde ni las divergencias políticas,  ni los credos religiosos son motivo de separación, para una gran familia de pueblos contornos al río.

La visita a los pueblos miskitos del Río Coco me ayudó a dimensionar la gravedad de mi ignorancia sobre esta región de Nicaragua. Pues confieso, mi anterior tendencia a  englobar genéricamente la cultura y personalidad de las personas de nuestra Costa Caribe. Esto aplica tanto a sus grandes bondades, como a sus dificultades y desafíos. Entre las problemáticas que logramos percibir con urgencia puedo nombrar: agravamiento de la soberanía alimentaria, abastecimiento de agua potable, y enfermedades por la contaminación ambiental. Es notoria su gran dificultad para poder acceder a dinero,  pues su subsistencia dependía del trabajo de la tierra y los recursos naturales. Esto aunado a las grandes brechas en salud y educación, por las décadas de aislamiento y marginación. Todo tiene como común denominador la destrucción paulatina de los ecosistemas del río. Del cual, desafortunadamente se es poco consciente, incluso para la mayoría de los habitantes de estos pueblos. Dolía ver aquel hermoso Río, fuente de vida para las comunidades,  convertido en vertedero.  Aún es el principal abastecimiento de agua para consumo humano.

Para los habitantes, la principal aspiración es poder vivir dignamente. Sin embargo, el referente desafortunado es el estilo de vida consumista  de las grandes ciudades del pacifico. Muchos jóvenes con esfuerzo y sacrificio logran migrar a los departamentos del Pacifico para estudiar carreras universitarias y técnicas. Pese a que en sus comunidades las oportunidades de ejercer su profesión son mínimas.

A pesar de las grandes dificultades sociales y de la profunda destrucción ambiental, nuestra gente sabe celebrar y compartir.  Los pueblos del Wangky-Rio Coco nos esperan con sus preciosas casas de tambos, sus noches despejadas, la alegría de sus niños y niñas, el encanto sobrecogedor de sus atardeceres y amaneceres, el sabor del pan de coco y el wabul , los valores de sus leyendas y tradiciones, la transparencia de tantos seres vivos habitantes de los ecosistemas y el abrazo cálido de las abuelas. Seremos guiados alegremente por las manos encallecidas de los pescadores y los pies en botas de las mujeres agricultoras.

Es tiempo de salir de nuestras regiones de confort, hacia las periferias existenciales de nuestro país.  Para hacernos cargo de la realidad. Es preciso un viaje, no solo exterior, sino uno viaje interior desde la conciencia. Donde, no como turistas consumidores, sino como hermanas y hermanos, atentas y atentos para saber escuchar el eco de la tierra,  el rumor del río y el clamor de las personas.  Nos esperan a todas y todos,  especialmente porque necesitamos saber estar ahí. Al sonido de los remos, sobre el Wangky y al vuelo de las garzas: Despertaremos de nuestra indiferencia.  ¡Tinki Pali!

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