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Exilio

Exilio

Escrito por: Arlen

¿Qué es el exilio? Preguntan siempre. Si hubiera una palabra sencilla para explicar el dolor que esconde esta palabra, la daría, pero no la tengo.

Cómo hablarles del dolor que hay en ese primer pensamiento, cuando estás acostada en tu cama, con las lágrimas en tus ojos, tomando aquella decisión que cambiará tu vida. Y después de mucho llanto, decidís que debés irte porque te cala el alma la oración de cada noche de tu madre, pidiéndole a Dios que te permita solo un día más; porque duele ver como tu casa se convierte en tu cárcel, al saber que no podés salir porque tenés miedo de no regresar a ese mismo cuarto donde ahora estás llorando y entonces te despedís aunque los demás no lo sepan.

Y salís de noche o de madrugada, como si te diera vergüenza que vean tu cara. Y llegás a la frontera, cargando más lagrimas que pertenencias. Y mientras te preparás para pasar el camino de barro, en tu mente solo esta esa oración de cada noche que hoy tanto necesitás, y te persigue esa voz en la cabeza, diciéndote: pedile perdón a tu madre. Y es que, cómo no pedirle perdón a la señora que en mi cuarto encontró aquella carta que, al leerla, le desgarró el alma, pensando que quizás su hija jamás volverá. Debo pedirle perdón porque es ella quien mirará aquella cama vacía; es ella quien llorará el 30 de mayo con mi ausencia, a la que le sobrará un plato de comida en su mesa; es ella quien pensará en mí cuando lleguen las navidades o los cumpleaños; es mi madre, la que tendrá que hacer esa oración más larga porque hay más kilómetros de distancia entre mi familia y yo.

Y estando del otro lado, en otro país, te ves arrojado de tu tierra, caminando los pocos caminos que tenés y abriendo las únicas puertas que te quedan, mientras, te ganás el título de migrante. ¿Migrante por qué? Yo no dejé mi país porque quise, ni vine a este para quedarme, no es mi hogar, es un exilio. Estoy cerca de esa frontera, pero no puedo pasar por ella, soy testigo de la vergüenza que es cargar con este título que no pedí y que no quiero. ¿Migrante por qué?, si me gano la comida igual que ellos. El color de mi piel, el de mis ojos, el de mi cabello; mi idioma y mi cultura, no hacen la gran diferencia entre lo que soy yo y lo que son ellos. Me llaman migrante, y creen que esa palabra les da la potestad de que cada vez que hablen mal de mi gente, yo tenga que callar y bajar la cabeza porque este no es mi país. No soy una migrante cualquiera, soy una migrante que me vi obligada a huir de mi país, soy una de esas personas a las que las noches de desvelo ya se le hicieron rutina, soy parte de esos miles que cada vez que ve su bandera, escucha el himno nacional o la famosa Nicaragua Nicaragüita, no puede evitar el llanto en sus mejías, soy una más de esos Nicas que queremos volver. Y si por querer proteger mi vida me condenan en el exterior, ni siquiera me defenderé, me declararé culpable de cargar con este peso.

Hablemos de la historia que hay detrás de la palabra exilio pues, trae dolor, lágrimas y angustias.

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