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Jonathan

Jonathan

El olor a café lo despertó muy temprano. Se estaba quemando y mientras él sacaba la basura de sus ojos, el hombre grito -Oye, eso no me lo voy a tomar; ¡Hacelo de nuevo! El hombre se levantó de su cama y se alisto para un nuevo día. Al salir de la casa, tomo su mochila y al llegar al vehículo que lo llegó a recoger, se volteó y dijo -Tranquila, que vuelvo por la noche. Seguro que voy a echarme unos tragos con los broderes.

-Listo? pregunto el chofer.

-Siempre. responde el hombre.

El vehículo, con cinco pasajeros a bordo, se cruzó la mitad de Managua para llegar a su destino. La radio estaba prendida y las noticias de esa mañana, estaban al aire:

-Todo listo para la manifestación llamada “La Madre de Todas las Marchas”. Se espera que sea la más concurrida de todas las que han convocado. La Policía Nacional estará en alerta por cualquier acto de violencia que pueda surgir.

Los pasajeros no opinaron, solo escuchaban y veían afuera de sus ventanas como personas de todas las edades: jóvenes y viejos, salían de sus casas o esperaban en las paradas. Todos tenían una bandera o portaban una pañoleta o camisa con colores patrios. Notaron el entusiasmo en esas personas que, sin ser obligados, más bien con fervor por pronunciarse en contra de las atrocidades del gobierno, se saludaban y sonreían camino a su destino en carretera a Masaya.

El vehículo llego a su destino y los pasajeros se bajaron. Saludaron a otros individuos que ya se encontraban por allí esperando el arranque de la actividad.

-Hoy será un día importante, tanto para ellos como para nosotros. dijo alguien de supuesta importancia. – ¿Están listos para lo que sea?

– ¡Si! gritaron los demás mientras aplaudían.

Una hora después apareció otro vehículo. Cada uno tomó sus pertenencias, que ahora estaban llenos de comida y algo de líquido, y se marcharon. Al llegar a su nuevo punto, el hombre vio a su alrededor y ubicó el lugar donde esperaría. Estaba ansioso que arrancara la marcha. Se notaba que realmente iba a estar lleno de gente. Sacó de su mochila una botella y bebió de ella… no mucho, solo lo suficiente. El hombre no fumaba, pero el que tenía al lado sí. No le molestaba el olor a tabaco que soplaba hacia él, pero hubiera preferido que fuera el olor a café.

La marcha era gigantesca. Era fácilmente la más grande en la historia de Nicaragua. Había familias enteras: madres caminando al lado de sus hijos y todos los sectores sociales, juntos bajo un solo propósito y un solo canto:

– ¡El pueblo unido, jamás será vencido!

El hombre escuchaba esos cantos, así también el sonido de morteros y aquellas trompetas plásticas que se volvieron populares durante el mundial en Suráfrica Le fascinó la cantidad de personas que llenaba cada espacio desde la Jean Paul Genie hasta la rotonda de Metrocentro. Fue en ese momento cuando el hombre volvió a su realidad.

-Es hora… vamos con todo. se escuchó por un radio.

El hombre volvió a tomar de la botella; quizás para algo de valentía, aunque su mirada decía que ya tenía mucha. Sacó un rifle que le habían dado en el bus en que venía. Se posicionó y ajusto su mira telescópica. Buscó entre la multitud a quien le dispararía primero:

-No… no… muy viejo… tampoco…

La voz del radio volvió diciendo – Apunten… fuego.

El hombre no disparó inmediatamente; quería esperar, no como los otros que no vacilaron en iniciar ese acto atroz. El sonido de cada bala que salía se mezclaba con los gritos que se escuchaban en la calle. La gente salió corriendo por todos lados, pero de repente el portón de la UCA se abrió para dejar entrar a las personas que huían.

El hombre fijó su mirada hacia allí y vio que algunos chavalos estaban haciendo una cortina humana para proteger a los que corrían hacia el recinto. El hombre encontró a alguien, apunto bien, respiró suavemente, susurró las palabras -Toma golpista., y jaló el gatillo.

Jonathan

Jonathan estaba contento de que su mamá iba a participar en la marcha. Él había decidido ir con unos amigos mientras su mamá caminaba con su hermano menor. Jonathan estaba cansado de ver tantas injusticias por parte del gobierno, y al participar en la marcha quería continuar con su deber cívico ya que había estado atrincherado en la UNAN desde hace varios días.

A las cinco, cuando empezaron los disparos, Jonathan y sus amigos corrieron a ayudar en lo que podían. En la distancia alguien gritó – ¡Abrieron el portón de la UCA, todos para adentro!

Jonathan, junto a otros formaron una especie de cadena humana para guiar y proteger a la muchedumbre que corría y gritaba de miedo.

  • ¡Corran adentro! gritaba Jonathan, mientras su celular timbraba y vibraba en su bolsillo.

-Rápido… Corran… Ra…

En ese momento, solo se escuchaba un “vifft” y el cuerpo de Jonathan cayó.

Esa misma mañana, Jonathan estaba lleno de vida y ansias de darlo todo por su país. Era un futuro empresario; alguien que iba a aportar algo positivo para su familia y para Nicaragua. Su mejor amigo “Espectro” lo recuerda siempre cómo alguien que no se dejaba derrotar, aun en momentos risibles como cuando pasaban hambre en la universidad y comían mezclas macabras de comida dudosa. O cuando, en momentos relajados cuando debía haber muchas tensiones, en aquellos pasillos fantasmas de la UNAN, él y sus compañeros como la “Molo” se lanzaban bolsazos de agua, mientras a escasos metros se encontraban los paramilitares. Personas como su hermana siempre dirán que era un chavalo muy consciente y no dudó en salir a luchar. Ellos dos siempre se encontraban en las marchas, listos para lo que fuera. Como muchos jóvenes universitarios que se sumaron a la lucha, Jonathan tenía una vida por delante.

Pero ahora…

El Hombre

El hombre siguió disparando hasta que la voz de la radio sonó de nuevo: -Alto al fuego, hora de irse. El hombre guardó su arma, se tomó un trago más de su botella; esta vez el trago quemó. Vio abajo hacia la botella y dijo: -Jueputa Joyita. y botó el resto.

Doña Josefa

Doña Josefa caminaba felizmente con su hijo menor. Su otro hijo Jonathan se encontraba más adelante con sus amigos. Las consignas habladas durante la marcha la llenaban de orgullo y ella las gritaba mientras subía su puño al aire.

Cuando empezaron los disparos, Doña Josefa tomó la mano de su hijo y corrió hacia el portón de la UCA. Ya adentro, ella llamaba frenéticamente a Jonathan, pero él no contestaba. Sus emociones estaban por reventarse. Ella escuchaba los “vifft” correr por distintos puntos y se imaginaba cuantos heridos habrían… cuantos muertos. Continúo llamando a su hijo.

Cuando finalmente logró conectarse, no fue con Jonathan. Es allí cuando Doña Josefa fue informada de que su hijo había recibido un disparo y al llegar al Vivian Pellas ella no dejó a su hijo solo hasta que los médicos no pudieron hacer nada más por él.

Tamara

Cerca, pero aún lejos se encontraba Tamara, la hermana de Jonathan. Ella escuchaba los gritos que venían de la Avenida Universitaria y los “vifft” de disparos que muy seguramente venían de rifles mientras estaba atendiendo a heridos en la UNI. Pero lo que no atendió en esos momentos de locura fue la llamada de su padre para contarle lo sucedido. Ella no quería preocuparlo. A Tamara le tocó dormir dentro de la catedral esa noche. Cuando finalmente se comunicó con su papa, Tamara corrió hacia el hospital. Allí, al ver a su hermano sin vida, Tamara conoció el verdadero dolor debido a semejante impacto y siempre tendrá esa herida abierta.

Hoy Tamara, junto a Doña Josefa, se han convertido en la voz de Jonathan y de todos aquellos que han perdido su voz.

El Hombre

El hombre llegó a su casa a eso de las cuatro de la madrugada, después de una noche de muchos tragos. Llegó borracho, pero consiente de lo sucedido hace once horas. Quería café.

Entró a su cuarto y se dejó caer a su cama. Antes de cerrar sus ojos tomó su celular y entró a las redes. Ubicó la imagen del muchacho que se encontró con su bala. Era una foto donde lo habían subido a una moto. Él lo vio pasar a través de su telescopio. También vio cuando lo montaron a una ambulancia para llevárselo seguramente al hospital. Después vio un reportaje sobre lo acontecido y las declaraciones de la madre de la víctima. Si existía algún remordimiento de haber matado a alguien, ese hombre desalmado no lo demostraba. Y antes de cerrar sus ojos, con pensamientos de impunidad, vio su bandera rojo y negro y se dispuso a dormir.

Doña Josefa

Al ser entrevistada por los medios, Doña Josefa decía que no confiaba en el gobierno. Tomó el cuerpo de su hijo sin dejar que se lo llevaran a Medicina Legal. Le dio su santo entierro.

Doña Josefa estaba clara que Jonathan murió de un disparo de francotirador y durante su entrevista dijo que no descansaría hasta que los responsables pagaran por sus actos. Pero más importante aún, hasta que el hombre que mató a su hijo Jonathan pagará por su acto.

Ya sea en la tierra o en el más allá.

Q.D.E.P. Jonathan Morazán

*Gracias a Valeska por sugerirme escribir sobre Jonathan. A su mejor amigo “Espectro” y a su hermana Tamara. Todos me ayudaron en contar esta historia. Espero que haya honrado su memoria con estas palabras.

Sobre el Autor

1 comentario

  1. Hazell valenzuela

    Ni perdón
    Ni olvido
    Justicia!
    Carcel a los asesinos

    Responder

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