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Esperanza vive en mi

Esperanza vive en mi

Por Néstor Cedeño y Valeria López

Esperanza: estado de ánimo optimista en el cual aquello que deseamos o aspiramos nos parece posible.

Véase: María Esperanza Sánchez

Amiga mía.

Si contara todas las cosas que hemos vivido pasaría una eternidad aquí, escribiendo estas palabras. Pero si voy a contar lo siguiente…

Recuerdo muy bien cuando nos conocimos. Fue cuando ambas participamos en el Movimiento 19 de Abril de nuestra bella Matagalpa. Éramos 15 los que nos integramos y al involucrarme—después de los tranques—te llegué a conocer. Un miembro del movimiento nos presentó e inmediatamente nos pusimos a trabajar juntas, organizando piquetes frente a la catedral.

Mientras pasaba el tiempo, nuestra amistad creció al punto de convertirnos en buenas amigas y fuera de la política nos visitábamos—yo llegaba a tu casa y tú a la mía. Hablábamos mucho sobre nuestras vidas, al punto que lo que teníamos fue perdurando a pesar de los problemas que existían a nuestro alrededor. Llorábamos, reíamos y nos regañábamos mutuamente. Te seré honesta… ¡eres brava!, y a pesar de que terminaste por caer presa, estimo muchísimo tu amistad. Para mí eres como una hermana fuerte que nunca me dejaba sola.

En cada piquete donde participábamos sentíamos un gran orgullo porque sabíamos lo que significaba, no solo para nosotras, sino también para la lucha. Y aunque siempre existía un grado de peligro por la constante presencia de policía antimotines, no teníamos miedo—ni cuando encendían las sirenas para supuestamente asustarnos psicológicamente. ¡Éramos fuertes y no nos movíamos!

En nuestro último piquete juntas—en la iglesia Ermita de Guadalupe, aquel templo redondo por el reparto San Martín—no hubo presencia policial, pero sí de paramilitares. Ahí también se encontraba don Eduardo Montenegro del noticiero NOTIMAV, uno de los tantos periodistas perseguidos por simplemente ejercer su labor, quien tuvo que salir al exilio y volver al ser citado a entrevista por la fiscalía. Los paramilitares empezaron a seguirlo y cuando nos avisan de eso salimos—4 mujeres— corriendo detrás de ellos para que no le hicieran nada al señor. Esos paramilitares tenían rodeado a don Eduardo con sus motos y buscaban como obligarlo a borrar todo lo que había grabado, en especial la presencia de ese grupo de choque. Cuando llegamos les gritamos una serie de cosas:

—Quítate el casco, ¡sinvergüenza! —decíamos.

 —Por 200 pesos matas a tus hermanos, ¡hijueputas asesinos! —gritaste a todo pulmón con tu bolso sobre tu hombro.

Al final ellos se fueron… ¡4 mujeres lograron correrlos!

Al hacer el retorno hacia nuestras casas, un grupo de 7 nos empezaron a perseguir en sus motos. A pesar de eso, empezaste a gritar por cada calle que pasamos:

—¡Viva Nicaragua libre!

Las que íbamos a tu lado gritamos igual y eventualmente logramos esquivarnos de los motorizados al meternos en una casa que nos dio refugio. Perdieron nuestro rastro y se fueron.

El día que te capturaron te encontrabas en una casa de seguridad en Managua—fue un domingo. La policía se enteró de tu presencia en la capital y no tardaron en buscarte. Te secuestraron al mismo tiempo que en Matagalpa organizábamos una feria en la Ermita donde invitamos a muchos “vandálicos” a vender sus productos en apoyo a los que lo necesitaban. Muchos no pudieron entrar a comprar debido al asedio de antimotines, quienes amenazaban y devolvían a personas que intentaban ingresar y apoyar con sus compras. Ese día pasamos en comunicación, pero al culminar la feria y al regresar a mi casa me llegó la noticia dolorosa de que te habían secuestrado.

Me quedé en estado de shock, asustada por la llamada. Recuerdo que le dije a la persona que me dio la noticia: —¿Qué? ¡No lo puedo creer! No, ¡es mentira! —Creí que era una equivocación, pero lamentablemente…

En mi tristeza lloré mucho. Me encontraba en una fase de negación, la cual no me dejaba pensar las cosas bien. Mi mente no me dejaba creer que no estabas y que me encontraba sola (perdón si suena egoísta). Esa noche sentí que alguien me había proporcionado una apuñalada. Mi hermana de lucha fue arrebatada… Me preguntaba: ¿Qué voy a hacer sin ella? Te podrás imaginar la cantidad de cosas que invadieron mi mente y yo sin poder controlarlas. No pude dormir al pensar en todas las cosas horribles que te pudieron haber estado haciendo.

Desde que te conozco te considero como una mujer fuerte… una guerrera y madre de familia que ha luchado por sus hijos, trabajando cada día para llevar el sustento a su hogar, también como alguien con una vida política y activista—con la azul y blanco siempre en su mano y nunca con la cara tapada.

Cuando supuestamente te iban a liberar, me encontraba en mi casa. Alguien me llamó para preguntar si era cierto y yo respondí “no” a pesar de que en las redes se estaba reportando de que efectivamente salías libre. El mismo Miguel Mendoza, quien ahora también se encuentra tras las rejas—secuestrado por alzar su voz—lo había publicado.

Estaba tan alegre que dejé todo para llamar a tus hijos y hermanos para verificar la noticia, pero justo antes un amigo se comunicó para decirme todo y después me pasó buscando para ir a tu casa. La alegría se sentía tan fuerte que arreglamos tu casa con chimbombas y banderas; también sonamos música. A eso de las 2 de la tarde aparecieron unas patrullas, alguien gritó: —¡Ahí viene! —y el suspenso era más que evidente. Estábamos listos para grabar y tomar fotos, pero todo fue una falsa alarma.

Fue una llamada del Dr. Julio Montenegro donde nos dio la mala noticia de que no te habían liberado. Simplemente te habían sacado de tu celda para meterte en otra.

Tus hijos contaban que al inicio estabas muy asechada, no solo por tus males de cuerpo, sino también por los males que pasabas en ese encierro. Pero hoy sabemos que estás más fuerte que nunca. ¿Cómo lo sé? Porque te conozco amiga… Eres aquella guerrera que nunca se ha dejado vencer por esta dictadura y a pesar de estar encerrada estás aprendiendo mucho. Lógicamente la agonía de no poder estar con tus hijos y abrazarlos es enorme aun cuando los puedas ver cuando te visitan. Te han robado mucho, amiga—así como les han robado a tantos presos políticos—tiempo y momentos al lado de tu familia que no volverán.

Los mensajes que hemos recibido de tu parte nos llenan de felicidad y empeño para seguir luchando por lo justo. Yo deseo verte libre de nuevo, amiga. Entendería si al salir no quieras seguir alzando tu voz. Tienes una familia que te extraña mucho y lo justo sería dedicarles tiempo a ellos, pero sé perfectamente bien que no te alejarías por mucho tiempo, ya que tu pasión, determinación y optimismo no te lo permitiría.

Mi amiga Esperanza… siempre estás en mi mente y pido por ti todos los días. Espero que salgas pronto para recibirte con mis brazos abiertos al ver tu sonrisa de siempre. Estas palabras que he escrito no solo son para ti sino también para mi pueblo, para que sepan quién eres—tu nombre es Esperanza y vives llena de eso mismo todos los días. Pronto estarás de vuelta y leerás esto, pero mientras sigues ahí, en tu encierro injusto, yo seguiré gritando tu nombre en cada rincón y cada piquete… ¡En todos lados!

Porque Esperanza vive en mí.

¡Libertad para los presos políticos!

Valeria López es miembro del Movimiento Cívico de Matagalpa.

Néstor Cedeño es autor de obras que relatan los inicios de la rebelión de abril en Nicaragua. Puede leer sus obras gratuitamente a través del siguiente enlace:

http://nestorcedenoautor.wordpress.com/libro

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