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Ellos, nos tienen miedo

Ellos, nos tienen miedo

Escrito por: katherinne Reyes

Los Ortega-Murillo, nos tienen miedo, claro que los intimidamos, por supuesto que representamos una amenaza. ¡Sí! vamos ganando, ellos, los que tiene el poder, el dinero y las armas, ellos están asustados, «la señora» (Murillo), hace hecatombe para amortiguar el impacto que causamos en la memoria colectiva del pueblo nicaragüense.

Protestar produce placer, estoy segura que muchos ya no recordaban la alegría de asistir a una marcha y gritar a todo pulmón y a mitad de la calle, «Que se rinda tu Madre”, sonar cazuelas a media noche, tocar pitos y matracas como muestra que estamos unidos en contra de un gobierno tirano, corrupto y déspota.

Muchos, ya habían olvidado lo orgullosos que nos sentimos de ser nicaragüenses, de cargar en nuestras manos la bandera nacional como único emblema, y aunque cantamos el himno con frecuencia, nunca lo habíamos hecho llorando, con un intenso dolor entre el corazón y la boca, por el amor a la patria y el dolor de nuestros hijos asesinados.

Aún no habíamos descubierto, cuán poderosas son las redes sociales. En esta revolución cívica y pacífica, los nicas aprendimos a ser creativos, a seguir los pasos del Guegüense, a publicar desde nuestra esquina digital el abuso y los crímenes que la dictadura hace a su antojo.

Sólo los tontos creen los discursos barato de Murillo, mismos, que suenan torpes, ridículos y fuera de contexto. Nicaragua ya no permitirá presidentes con carreras militares, traumados de postguerra, ni manipuladores, incapacitados para gobernar. Basta de populismo corriente, el socialismo no es humanitarismo, el socialismo es una idea maquiavélica, es un mal que consume a los pueblos como una enfermedad crónica, su plan es devorar a los ignorantes e inocentes y matar a los opositores a toda costa.

No somos iguales que ellos, somos la reserva moral, somos seres racionales, por lo que nuestras armas son el pensamiento, el conocimiento y el cambio democrático.

Protestar, se ha convertido en un deber político, en una prueba de amor a nuestros hijos, protestar es más que una marcha multitudinaria, protestar es explotar de cólera, coraje e indignación ante crímenes de lesa humanidad. Protestar se ha convertido en un estilo de vida para miles de jóvenes, campesinos y comerciantes que han sufrido en carne propia las consecuencias de una dictadura antojadiza. Protestar dejó de ser un concepto, para transformarse en energía, en sangre viva y en corazones palpitantes.

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