Celebrar o demandar
“Mujeres nicaragüense más allá del 8 de marzo”
Por: Sandra Moncada.
En Nicaragua, las estadísticas demuestran que la mayor parte de su población son mujeres con un 50.7 %, según los datos del censo 2005 de INIDE. A pesar de que son la mayoría, el estado no está priorizando políticas que apunten al fortalecimiento de las mujeres. Según los datos de INDESA 2006/2007, indican que la mitad de las mujeres alguna vez casada o unida han experimentado violencia física, psicológica o sexual. Un 10% de ellas ha experimentado los tres tipos de violencia.
Esto indica que la violencia que viven las mujeres en sus casas, en sus trabajos, en sus universidades, en sus colegios está presente día a día; y lo más preocupante aun es que muchas de estas mujeres que la reciben, no están consiente que este tipo de violencia están afectando fuertemente su desarrollo personal y sobre todo coartan la autonomía de todas las mujeres.
El 8 de marzo se conmemoró el día Internacional de la Mujer, un día en donde las mujeres organizadas que han estado al frente de la lucha a favor de los derechos de la mujer, se organizaron para elevar sus voces; no para celebrar, sino para seguir de pie frente a la lucha que desde hace muchos años se viene dando en función exigir respeto y ejercicio de los derechos de las mujeres.
Según los datos anteriormente expuestos, no se puede celebrar el día de la mujer, cuando en Nicaragua en pleno siglo XXI aún se encuentran una serie de violaciones indiscriminadas hacia los derechos de las mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes adultas entre ellas; lesbianas, bisexuales, heterosexuales y transexuales; todas están siendo expuestas a diferentes tipos de violaciones y abusos que alarman a muchos movimientos y organizaciones que promueven los derechos humanos, la autonomía y la libertad.
Es pavoroso la situación a las que se enfrentan las mujeres en Nicaragua debido a la violencia y abuso, especialmente el acoso y la violencia sexual que actualmente es un problema que está en la cumbre de las preocupaciones nacionales por parte de las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en pro de la defensa de los derechos humanos y más aún debido a las irregularidades con las que están tomando las decisiones el sector judicial- Corte Suprema de Justicia hacia las personas que están siendo ejecutores de violencia.
Basta con hacer un análisis sobre las últimas actuaciones que ha tenido la Corte Suprema de Justicia, el descaro con el que según ellos solucionan el problema, atreviéndose irresponsable y deshonrosamente a emitir sentencias orientadas a rebajar las penas de los agresores y violadores de las mujeres, alegando arrebato alcohólico o por haber estado sometido a la vergüenza por la exposición pública
Esta situación empeora aún más por la encarnación de liderazgos políticos masculinos no ejemplares que han figurado en el país en los últimos años. Liderazgos que han sido precursores de violencia hacia las mujeres, que han demostrado su desinterés por este sector poblacional significativo para el país y para el país que por solo el hecho de ser líderes se han considerados como los “intocables” quedándose impune los abusos – violencia sexual- y atropellos ante los derechos de las mujeres que ellos- líderes no ejemplares- ejercen.
Situaciones como esta son las que alimentan la violencia en contra de las mujeres. Como decía una lideresa en la marcha del Día Internacional de la Mujer, de que Nicaragua no puede vivir bonito cuando hay estas estadísticas de violencia, Nicaragua no puede vivir bonito cuando los mismos líderes están siendo ejecutores de violencia, cuando la ciudadanía no sabe dónde acudir porque ya no confían en la Corte Suprema de Justicia, cuando los policías no están concientizados sobre el gran daño que genera no ponerle un alto a la violencia.
Esto no nos permite ni vivir bonito, ni celebrar un día que para las mujeres significa y nos recuerda que hay que seguir luchando por disminuir la violencia, por hacer valer los derechos, por derechos, por exigir respeto a las mujeres tanto en su vida laboral, familiar y social.