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Breve testimonio 

Breve testimonio 

Por: Martín Fonseca

Los jóvenes en Nicaragua sobrevivimos de diversas formas, más aquellos que estamos declarados en oposición al régimen que gobierna. 

Cómo estudiante en la secundaria de un colegio religioso, el Mined hacía constantes supervisiones del trabajo docente y administrativo, llegaban a los actos del centro para homenajear a las madres, padres, a algún santo y tal; como si en algún momento de la actividad se hiciese algo que ellos tipificarían de ilícito. También el centro educativo, temeroso, llegó a pedir por escrito cada suceso de la actividad, los discursos, por ejemplo, tenían que pasar días antes por dirección y escribirse bajo tutela de algún profesor, para evitar que alguien dijera cosas incómodas y sancionaran a la institución académica.

Dentro de la universidad, dos docentes tuvieron que exiliarse porque ya estaban fichados y les andaban persiguiendo. Nombres que nadie conoce, que no resuenan, pero que encarnan la vida clandestina que tenemos que llevar; porque ejemplos de lo mal que puede terminar sobran. 

Las universidades privadas están bajo los ojos del ministerio de gobernación, que hoy encarna al Ministerio del interior de los 80’s; las públicas están bajo el control absoluto del CNU, y los estudiantes bajo vigilancia de UNEN. 

La precaria educación pública no enseña a pensar ni a ejecutar tareas básicas de aprendizaje. De hecho, cada uno según investigue, lea, y atenúe su curiosidad, se va formando. 

Ser joven, a veces, es callar. Aprender a callar, e impedir que los impulsos y la indignación por cada parafernalia que monta el estado nos gane. 

Ser joven también es recibir de un día a otro la noticia de un amigo o familiar que abandona el país. Dentro de mi núcleo familiar, tres de mis siete primos se fueron a Estados Unidos; y dos de mis amigos más cercanos también. 

Es pensar en qué las cosas no van bien política, social y económicamente; es tener lista una ruta de escape para cualquier incidente mayor que nos obligue a desplazarnos a otro país. Es saber que es probable que un día te toque salir de tu patria. 

Ser joven es no tener ni el mínimo ápice de certeza sobre el futuro, es desestimar la educación porque de todas formas, “o te vas a ir o vas a ir a un trabajo precario”. O algunos que sacan título, pero de poco sirve en la vida real.

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