Sobre la cachimbeada de un pesca
Escrito por: Moisés A. García
Ahí vienen los zopilotes;
los diablos negros,
los demonios con gas lacrimógeno
y balas de goma;
y charneles; balas y tonfas,
como repartiendo en purísima.
Aúlla el viendo en la barricada,
los tranques en la calle:
con una oscuridad,
que se salva con las llantas quemadas,
y el humo negro casi palpable
me llena de hollín
el alma y los pulmones.
Suenan los cachimbazos
de las balas en los adoquines
y puta qué coraje que da.
Una cachimbeada de un
pesca; amor, la puedo aguantar,
pero si tus ojos no me ven
es como morir y desaparecer.
¡Qué tonto! ¡qué tonto!
Qué tonto es estremecerme
cuando veo tu rostro,
o tus ojos divinos,
o tu risa de encanto;
qué nudo en la garganta;
qué manos más frías y sudorosas,
qué pies tan izquierdos y torpes,
tu sola mirada me estremece,
pero una noche
en protesta me llena de vigor
y ver venir a los pescas
me infla el coraje;
cuando escucho las
balas como susurrándome la muerte
pienso en vos,
pero enmudezco en el intento
de decírtelo.
Pero una cachimbrada de un pesca, amor, la puedo
aguantar; no me da temor,
pero cuanto temo enfrentarme a tu adiós.