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Ni ladronas, ni pecadoras… sólo putas.

Ni ladronas, ni pecadoras… sólo putas.

Por: Margín García.

“Mujeres de la vida alegre”, “las profesionales más antiguas de la historia”, “suripantas”, “casquivanas”, “destruye hogares” y la nueva “mujeres de moral distraída”. Son tan sólo algunos de los nombres que reciben las trabajadoras sexuales en nuestro país, y no son de referencia, son de insulto y discriminación, una discriminación que ofende, pero que sobre todo excluye.

Se ubican en lugares estratégicos, que la mayoría de personas, incluyendo las doblemoralistas, conocen. Cobran por dar placer, compañía, amor (para aquellos que se sienten tan solos) o simplemente una conversación amena, sí, no todo es sobre sexo e infidelidad.

Ante todo, debo confesar que en algún momento llegue a pensar lo peor de esas mujeres, que no trabajan en una oficina y que quizá no tienen un título. Pero, igual tienen derecho a subsistir e igual merecen respeto por su trabajo, porque sí es un trabajo. Yo era de esas miles de personas que las quedan viendo de reojo por la ventana del bus, de las que rumoraba sobre lo vergonzoso de su trabajo y que hasta sienten asco de sólo verlas.

Pero, todo tiene un lado humano, resulta que una de mis compañeras de clases se prostituía en el tramo de la carretera a Masaya. Era una estudiante universitaria excelente, buena persona y amiga. Al confrontarla, supe que ella lo hacía para mantener a su familia y pagar sus estudios, lo que cambió todos mis conceptos y prejuicios sobre las prostitutas. Y es que ellas son personas, con necesidades y dificultades como todos nosotros.

Entonces, la próxima vez que veas a una mujer en una esquina, a la sombra de la oscuridad y quieras ofenderla, ponete a pensar que en su lugar podría estar tu madre, tu hermana, tu compañera de estudios y hasta tu mejor amiga.

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