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Los fanatismos

Los fanatismos

Escrito por: Marlon Soto

“Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión– provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales”. Mario Vargas Llosa (discurso Nobel 2010)

Todas las épocas han tenido sus espantos y oprobios, pero, los fanatismos —antigua especie convencida de que solo matando se impone la verdad sobre las falsas creencias, que la sangre de los inocentes lava los vicios colectivos— ha sido una constante ininterrumpida en todas las épocas.

El brasileño Euclides da Cunha escribió el libro más extraordinario que se haya escrito sobre América Latina. Esencial para cualquiera que quiera comprender como un especialista los problemas y cultura de este continente: Os Sertões. Vargas Llosa ha escrito una espectacular novela inspirada en ese mismo libro que titula la guerra del fin del mundo. Os Sertões tiene como escenario principal a Brasil, especifícame Canudos, resumiré un poco esa obra porque asumo que muchos en América Latina probablemente sepan que la independencia de Brasil llegó a finales del siglo XIX y fue una transición relativamente pacífica de la Monarquía a la República: un golpe militar apoyado por casi todo el Brasil occidentalizado estableció la república en 1888 pero, quizá desconozcan sobre Canudos y la guerra que ahí hubo.

Un movimiento republicano aplastó a la monarquía y la reemplazó, fue un movimiento progresivo en el que los militares y los intelectuales estaban en el mismo bando; ha sido una de las pocas ocasiones en que estos dos grupos comparten objetivos políticos y sociales en Latinoamérica. Hubo un personaje muy interesante, un intelectual y al mismo tiempo militar llamado Benjamín Constant, profesor en la escuela militar de Río de Janeiro. Muy influenciado por la doctrina positivista francesa, lector entusiasmado de la filosofía francesa y pensaba que Auguste Comte era realmente el gran pensador de su época, así que introdujo el positivismo en la escuela militar, de manera que muchos de sus oficiales se formaron con las ideas positivistas. En Brasil el positivismo tuvo más influencia que en la propia Francia. No es muy descabellado afirmar que Brasil fue el único lugar en el mundo donde realmente se construyeron aquellos templos de la razón que Comte sugería, templos que estabas orientados hacia París, como las mezquitas están orientadas a la Meca. Benjamín Constant enseñó a los jóvenes oficiales que la única manera en la que Brasil iba a llegar a ser un país moderno, con una sociedad progresista, era sustituyendo a la antigua, obsoleta y opresora monarquía en una República.

Esta fue también idea de todos los intelectuales progresistas de Brasil; y así, cuando los militares se rebelaron contra la monarquía, los intelectuales los apoyaron y todo Brasil civilizado los siguió y aceptó la república, que se estableció en 1888 con gran entusiasmo y con la convicción de que se transformarían en algo similar a Estados Unidos de América, que, era uno de sus modelos a seguir. Eran personas realmente convencidas de que esa proeza acabaría con muchas desigualdades en Brasil, es decir, creían que la modernización traería mejor suerte a los pobres, eran progresistas en el sentido más profundo de la palabra. Desde luego que se necesitó algún tiempo para que todas las instituciones republicanas se extendieran por todo el país.

Unos años después de que se estableciera la república, en un área muy remota y aislada del interior del estado de Bahía, en un lugar sin comunicación con el resto del país hubo una rebelión, rebelión en contra de la república, y los rebeldes eran probablemente los más pobres del país. Eran campesinos, vaqueros, personas que se sublevaron contra la república. Como era una zona aislada del país, pocos fueron quienes advirtieron sobre el hecho. En Salvador, capital del estado de Bahía, recibieron información al respecto. Enviaron una compañía de la Guardia Civil para aplastar el movimiento que les pareció poco importante. Pero los rebeldes los derrotaron y se quedaron con las armas. Este resultado inesperado creó alarma en Salvador, que esta vez envió un batallón. En esta segunda expedición también saldrían victoriosos los rebeldes.

Los brasileños occidentalizados no comprendían, hubo mucho escándalo en el país y buscaban una explicación. Fue en ese entonces cuando los intelectuales progresistas de Brasil comenzaron a jugar un papel muy importante, como no podían entender lo que pasaba ahí, hicieron lo que hacen todos los intelectuales en esos casos: inventar una teoría. Afirmaron que esto no era una rebelión de los campesinos pobres del noreste (Bahía), algo impensable. Tenía que tratarse de una rebelión creada por los enemigos de la república. ¿Y quiénes eran los enemigos de la república? Los monárquicos. Inglaterra también era responsable como enemigo natural de la república. La monarquía había tenido una estrecha relación comercial y económica con Inglaterra, pero la república quería orientar su comercio hacia los Estados Unidos. Así que a Inglaterra le perjudicaba esta medida. Por esa razón los intelectuales pensaron que los ingleses intervenían en la rebelión, era, de hecho, una conspiración.

Lo que resulta fascinante de esta teoría, es que es una creación imaginaria de los intelectuales y políticos del Brasil occidentalizado, esta idea fue tomando forma hasta que se instauró como realidad indiscutible, nadie pensaría en contradecirla o criticarla.

Euclides da Cunha, era un fanático de la república, un hombre convencido de que la república era el único medio para modernizar Brasil y crear justicia social en el país. Fue expulsado de la escuela militar de Río de Janeiro por negarse a saludar a un ministro de la monarquía. Estaba trabajando como periodista en São Paulo y escribía artículos vehementes contra los rebeldes.
La república mandó una tercera expedición militar para aplastar a los rebeldes y, por supuesto, todo el país estaba esperando el resultado. Los rebeldes también los derrotarían y se quedarían con todas las armas.

Se pueden imaginar cómo fueron recibidas estas noticias en las principales ciudades de Brasil. En Río hubo manifestaciones espontáneas de las masas contra los monárquicos que todavía vivían allí. Algunos de ellos fueron linchados por los manifestantes. Se quemaron periódicos monárquicos que todavía se publicaban. Fue un auténtico escándalo nacional. En la prensa aparecieron artículos que explicaban cómo los militares habían sido derrotados porque la Armada británica había participado en la batalla con material explosivo que había sido introducido de contrabando en los territorios de Bahía, y cómo los oficiales británicos y los monárquicos estaban, de hecho, luchando con los rebeldes.

Todo esto salió en los periódicos.

“Lo que publicaban los periódicos era fascinante leerlo porque muestra cómo el periodismo y la historia, en un momento dado, pueden convertirse en una rama de la ficción, exactamente como la poesía o la novela”. Escribió Vargas Llosa.

Luego de dado ese escenario, se envió prácticamente a la mitad del ejército brasileño, en una cuarta expedición, para combatir a los rebeldes. Euclides da Cunha fue en esta expedición, y se quedó unas cuantas semanas en Canudos, donde la rebelión tenía lugar. Pudo ver con sus propios ojos lo que pasaba en esta ciudadela rebelde. Resulta una experiencia pedagógica leer lo que escribió en los artículos que enviaba a su periódico de São Paulo desde el frente. Aunque estaba allí y podía ver quiénes eran los rebeldes, en realidad estaba totalmente ciego. Era un intelectual extremadamente honesto, pero estaba tan convencido de sus ideas que solo veía lo que su ideología le permitía ver. Y en los artículos escribió sobre oficiales navales de cabello rubio, obviamente oficiales ingleses. Escribió sobre explosivos que sólo el ejército británico tenía y mencionó un episodio que fue ampliamente comentado por la prensa de la época: un importante cargamento británico de armas que se había descubierto en Salvador.

Por supuesto, la cuarta expedición acabó con la revuelta. Todos los insurgentes fueron asesinados, en una de las masacres más horribles en la historia de América Latina, y se dijo que el ejército brasileño mató, al menos, a cuarenta mil personas. Canudos quedó totalmente destruida porque los rebeldes nunca se rindieron, los mataron.

Euclides da Cunha fue uno de los primeros en entender que algo muy trágico había sucedido, que tras aquel drama social se ocultaba un terrible malentendido. Fue uno de los primeros brasileños en preguntarse: ¿Qué le hemos hecho a esta gente? ¿Dónde están los oficiales británicos? ¿Y los terratenientes? ¿Dónde están los brasileños monárquicos? Todos aquellos miserables eran campesinos, personas iletradas que no tenían ni idea de lo que era Brasil, gente que luchó contra el ejército al grito de “¡Viva Jesús!”. Se preocupó y se angustió mucho, con sentimientos terribles sobre lo que el Brasil civilizado les había hecho a los rebeldes. Intentó entender lo que realmente había ocurrido.

¿Cómo era posible que un país como Brasil se hubiera sumergido en esta confusión nacional?

Lo que sucedió en Brasil no es más que una deformación de las ideas religiosas que se importaron a Brasil y se impusieron en esta comunidad de campesinos. Estas personas habían sido educadas por fanáticos integristas católicos, monjes que predicaron una visión intolerante y dogmática que fue profundamente asimilada por esta comunidad aislada de caboclos del interior de Bahía, personas que encontraron en aquella religión la única fuente de alivio a sus terribles sufrimientos.

En aquella atmósfera eran posibles muchas desviaciones absurdas de las religiones establecidas. Había muchos predicadores cruzando Canudos, transformando la religión en una especie de culto fanático. Uno de aquellos predicadores fue el líder de la rebelión, Antonio Consejero, un hombre misterioso, con una juventud y una infancia enigmáticas, un hombre que nunca había sido político antes de saber que se había establecido la república. Cuando se enteró, inmediatamente reaccionó, no solo como líder religioso sino también político, declarando que la república era el anticristo. Esto lo había aprendido de los misioneros capuchinos, que siempre habían predicado contra la idea de una república, como algo inventado por los enemigos de la Iglesia, por los masones, por ejemplo.

Antonio Consejero era un hombre muy coherente y cuando se fundó la república reaccionó de forma acorde con las doctrinas e ideas religiosas en las que siempre había vivido. Pensó que como el anticristo ya estaba en Brasil, la gente debía estar preparada para luchar contra él. Era la obligación que tenían como cristianos. Esa fue la fuerza motriz detrás de la rebelión.

Por un lado (los monárquicos) fanáticos religiosos y por el otro (los republicanos) fanáticos ideológicos. Lo común entre fanáticos es la ceguera, lo radical, el irrespeto hacia las creencias que adversa a las que se tienen. Capaz de crear una sangría como se provocó en Canudos. Hoy en día Canudos es Nicaragua; aquí, a principios de 2018 (pleno siglo XX) fanáticos sandinistas crearon una sangría de protestantes inocentes que eran opositores a ellos, grupos de civiles organizados y armados por el ejército y la policía nacional disparaban como que si estuvieran de cacería, disparando con precisión a la cabeza, cuello y pecho a los manifestantes —en su gran mayoría jóvenes— que son opositores a la políticas injustas y confiscatorias del gobierno. Aún no han podido y probablemente no podrán aplastar la rebelión, espontánea y justa.

El fanatismo —cuestión de nunca acabar en América Latina— no representa evolución hacia algo mejor y más fuerte o más alto en la humanidad, de modo que el progreso del que hablamos hoy día es una falsa idea, una falsa ilusión, pues seguimos arrastrando los oprobios del siglo XIX: culpando y criticando a Europa de la conquista, por ejemplo, que, como ha mencionado Vargas Llosa infinidades veces: Aquellas críticas, para ser justas, deben de ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace doscientos años los indígenas son nuestra responsabilidad y la hemos incumplido, ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción para este oprobio y vergüenza.

Fanatismo religioso

“A Dios solo le puede conocer por la vida, que es su manifestación. Él está en la verdad, y de despertar a la verdad se trata”. P. Anthony de Mello.

Digamos que la religión ha sido una cosa espectacular, y desde luego que lo es, solo basta con mirar la cantidad de religiones en el mundo, con sus respectivos miembros. Pero, en manos de gente dormida puede hacer mucho daño. Y lo podemos ver muy claramente, sin necesidad de lentes, por la historia de una religión, que, en el nombre de Dios cometieron barbaridades creyendo que hacían el bien. Si no sabes emplear la religión en libertad, sin fanatismos ni ideologías de un color u otro, puedes hacer mucho daño; de hecho, se sigue haciendo.

Para despertar tendríamos que estar dispuestos a escuchar de todo, más allá de los cartelitos de “bueno” y “malo” con receptividad que no quiere decir credulidad. Hay cristianos que no se permiten ni siquiera intercambiar un saludo con quien adversa su cristianismo, los ateos. ¿Quién les ha dicho a los cristianos que ellos son los dueños de la verdad absoluta? Gracias al destino o a Dios, no lo sé, la verdad es relativa. Hay que ver las verdades, analizarlas y ponerlas a prueba.

Un intelectual cristiano que consideraba que la Biblia es literalmente verdadera hasta en sus menores detalles, fue abordado en cierta ocasión por un colega que le dijo: «Según la Biblia, la tierra fue creada hace cinco mil años aproximadamente. Pero se han descubierto huesos que demuestran que la vida ha existido en este planeta durante centenares de miles de años».

La respuesta no se hizo esperar: «Cuando Dios creó la tierra, hace cinco mil años, puso a propósito esos huesos en la tierra para comprobar si daríamos más crédito a las afirmaciones de los científicos que a su sagrada Palabra».

Eso es solo una prueba más de que las creencias rígidas conducen a distorsionar la realidad.

“Es preciso mantenerse abiertos, receptivos y siempre listo para cuestionar, para pensar por uno mismo. Lo contrario es caer en la inmovilidad, en la pereza mental”. P. Anthony de Mello.

Pensamiento crítico

El que piensa evangélico, no piensa; el que piensa como católico, no piensa; el que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como musulmán, no piensa. Ellos son pensados por su ideología. Solo con el pensamiento crítico podemos cambiar para mejor nuestro mundo, nuestra realidad, este se forma a través de la lectura, de la investigación, no desde la pereza, la ligereza de aceptar lo que nos afirman, por ejemplo, los pastores evangélicos, personas iletradas, incapaces de abrir un libro que no sea la biblia, donde todo está dicho y si no lo está, “nuevos rollos serán revelados”.

Toda buena literatura es un cuestionamiento radical al mundo en que vivimos. Cuando el estremecimiento hacía un acto ruin, despreciable, ilegal, sea semejante en quien adora a Cristo, Confucio, Buda, Alá, o es un agnóstico, sea marxista o liberal, por fin habremos comprendido que lo humano está por encima de la ideología que tanta sangría a ha dejado ya.

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