Lira
Por: Martín A. Fonseca
El silencio es interrumpido por ambulancias,
el asfalto se mancha de sangre,
las familias marchan al cementerio sin cesar,
se escuchan alaridos sin parar,
el campesino deja su cultivo de cangre.
Un pueblo desolado, de carácter agonizante
supuestamente dirigido por un «comandante»
intenta levantarse tras las heridas,
aunque no puede superar las partidas
de sus hijos, amigos y vecinos.
Hermanos matando hermanos
es nuestra historia prolífica,
esta vez contra jóvenes
que se manifiestan de manera pacífica.
Ponen su débil y penetrable pecho
ante los que se venden por techo,
los gaznápiros usurpadores
van asaltando a los futuros oradores.
En un lugar pequeño, aguerrido,
la abuela reza: ¡Clemencia, señor te pido!
los adoquines atravesados por escopetas
testigos de la vil repetición histórica…
nunca pudimos edificar nuestras metas.
El sacramentado sale de casa
mientras en medio de un conflicto pasa
increíblemente detiene las balas
y a su paso convierte las almas malas
al Cristo que tiene al país de rodillas,
pues la nación no quiere más pesadillas.
Veo estrellas fugaces pasar,
van sus rumbos a trazar.
Lo desconocido del mes y la incertidumbre
24 primaveras llenas de pesadumbre.
Este poema nace a raíz de la imaginación de los sucesos de abril durante mi estancia en el Museo de la Memoria.