Yo te creo
Por Leana Rocha
Era un secreto que venías abrigando desde hacia mucho tiempo. Tenías miedo de contarlo, ¿qué iba a decir tu familia? Te costaba dormir por las noches, revolviéndote en tu cama, pensando en aquello que tanto deseabas reprimir.
No comprendías tu vergüenza. Sabías que no había sido tu culpa, tratabas de creerlo. Aún así habían voces insertas en tu cabeza que te decían que sí. Suspirabas, tratando de escapar de tus pensamientos, te distraías con cualquier actividad.
El tormento era más fuerte. Allí estaba haciéndose presente en tu día a día, minando tu autoestima. Buscaste consuelo, caíste en muchos brazos que no te devolvieron sus abrazos. Tan sólo te usaron, y eso acrecentaba la rabia contra vos misma.
Empezaste a cortar tus brazos. Los escondías bajo las mangas de tu camisa. El dolor te daba cierto placer, te distraía de tu mente aturdida. Creías que nadie lo notaba. Más bien era que nadie se preocupaba por decirte nada.
Ni siquiera te atrevías a verbalizarlo. No podías aceptar que eso te hubiera pasado a vos, sí, a vos. Las noticias y los casos que suponías lejanos tocaron a tu puerta. Nunca más volverías a ser la misma.
Un día colapsaste. En tu crisis nerviosa descubriste que necesitabas hablarlo, ya no podías abrigarlo durante más tiempo, te ibas a volver loca. Las cortadas ya no surtían efecto, las salidas con amigos tampoco. No había pasatiempo o estudio que te aliviara.
Decidiste contármelo a mí. Al principio no supe cómo reaccionar. Lamento no haberte creído desde el comienzo, me dolía tanto pensar que esa persona a quien tanto estimaba te hubiera hecho eso. Me daba frío, rabia, desesperanza.
Con el tiempo e informándome sobre los derechos que uno tiene sobre su cuerpo, los traumas que conlleva ser violentado de cualquier forma me di cuenta de mi error. Hoy, que ya no tengo la oportunidad de redimirme frente a tus ojos, si esas historias llegan a mi conocimiento, abrazo a quien me las confió y le susurro: Yo te creo…