Una historia sobre K.
Escrito por: Rolando Dávila Sánchez
A: Katya Romero
Siempre detesté lo cotidiano, hasta que la rutina se volvió lo oficial, aun así, trato de hacer las cosas que de otra forma no podría, hay beneficio en ello, lo mismo ocurre con quiénes me lo preguntan. A pesar de luchas insoportables, que se logran librar, ése es el caso de K. Una de tantas vidas alteradas por la pandemia del covid – 19, la sensación de malestar, sueños y metas que han sido truncadas. Según sus cuentas pudo haberse contagiado y ser asintomática, si nueve de sus primos se han enfermado, varios tíos y muchos amigos; otros tantos que han muerto y a los que les desea descansen en paz. Su duelo y luto lo lleva pensando en que todo tiempo futuro será mejor, que de nada sirven los lamentos, sino la acción para hacer cumplir la frase. En particular por el padecimiento que se vive en Nicaragua desde hace años atrás, en especial el de las personas mayores. Si bien no se trata de una guerra o de un bloqueo económico, pero todos y todas se encuentran en una situación precaria, de búsqueda constante, de ingenio para sobrevivir. K., ve en sus allegados frialdad de corazón, hacerse los fuertes e invencibles, sin pensar mal, puede que lo hagan para inspirar calma, aunque la ansiedad y el temor se difumine por dentro, paralice el alma y sature el cerebro.
K., hace de tripas, corazón; cómo muchas mujeres nos han enseñado, por sobradas razones, el mantenimiento del hogar es un claro ejemplo, no que los hombres no lo hagan. Además, ha encontrado refugio en caminar y en leer, así su evaluación; se analiza, medita, ensaya escenarios, se proyecta, la causalidad del pasado y el potencial de transformación, entre aciertos y desatinos, la clave de la mejora. La escucha activa es buen complemento, así las otras personas sacan sus tormentos; a costa del suyo. Apoya a su familia según puede, les envía frutas, les llama, recuerda (“porque recordar es vivir y todos queremos vivir más…”). También estuvo al cuidado de una bebé recién nacida de su prima, mientras ella se recuperaba, luchaba por vivir. Cuida de sus sobrinos y sobrinas, en lo que sus padres trabajan, la mamá de una de ellas trabaja en quirófano, tratando de salvar otras vidas.
Recomienda a la juventud de la que forma parte, el cambio de actitud y de visión, aunque claro, fácil es decirlo, pero no debemos pasar por tantas calamidades, esto es necesario, “en el cambio está la evolución”. Las circunstancias han sido feas para los y las nicaragüenses, feas y lo que le sigue, pero sobreponerse inicia por ser buenos ciudadanos y antes de ello, ser buen hijo, buena hija.
K., lidia con cuadros de depresión y de ansiedad, como de alguna forma todos los estamos haciendo. Es la edad de los veintisiempre, sin poder terminar la universidad como lo había pensado, debido al contexto. En algún momento busco la muerte, no con actos temerarios, sino de frente, arrinconada por el pleito interno, ése tope contra pared… sin trabajo, sin titularse, sin saber que hacer; las noches se vuelven eternas. Sin rumbo cierto, ataques constantes, refugiada en el único lugar que también le ofrecía una salida, sin poder confrontarles como quería. Entonces aparecen cantidad de soluciones escapatorias, por suerte, ninguna a efecto.
La expresión ayuda, así no se suela hablar de temas tan personales, pero cuando se llega al punto de sobresaturación… se acumula en el tiempo y se extiende “al ras del vuelo de la noche”. Noches eternas, como aquellas blancas, según la hora de cada quién y no tanto numerológica, la sinceridad azorada emerge, a flor de piel, es fácil dejarse llevar, la deuda que nos cobra. Faltan 15 días para la defensa de tesis de K., tratando de estudiar y sobreponerse a la confianza y preocupación, para la que alguna caminata siempre ayuda, la vida en situaciones difíciles implica un cambio forzoso. Los nervios se crispan y se proyectan sin importar a quién se hiere, es la salida de cada cuál, salvo que ella los recibía en su ya pesada mochila, la tristeza de un hermano recién fallecido mientras otra lucha contra el cáncer. Más el colmo predecible, el fallo del amor romántico… es un síndrome que no se supera a como se piensa, aun con los sobrados consejos, los estragos permanecen, así sea la rabia por la persona que otrora fue pisoteada.
Uno despierta y duerme en zozobra, entre ataques de pánico y ansiedad, entre miedo a cada latido y presión en el pecho, un ardor móvil, una medusa anidada en la boca del estómago, entumecimiento de extremidades, cuestionándose la vida y la acción, sumido en tristeza y depresión, incertidumbre, indeterminación… No parecen haber opciones por más que se piense, ni ayuda, lo que parecía inerte en realidad es tan fugaz como las circunstancias, uno no es la fuerza última, pero puede ser la voluntad. Finalmente, su hermana se sobrepuso, ella avanza a costa de lo rota, enfrentándose a sí misma, como nos toca y de su defensa saldrá airosa, con energías reestablecidas, nuevas metas y sueños, transformada; la vida contra toda eventualidad, busca vivir, K.