
Mujeres que No Callan: La Batalla por la Igualdad en Nicaragua.

Escrito por: Lacuna.
“Una lucha constante por la autonomía, la justicia y la equidad en un contexto patriarcal y conservador.”
Ser mujer en Nicaragua no solo es una cuestión de género, sino de supervivencia, resistencia y lucha constante. A pesar de los avances históricos, las mujeres nicaragüenses siguen enfrentando un sistema profundamente patriarcal que las coloca en una posición vulnerable frente a la violencia, la exclusión y las tradiciones conservadoras que limitan su libertad. El camino hacia la igualdad está lleno de obstáculos, pero las mujeres de este país continúan abriéndose paso con valentía, demostrando que su lucha no es solo un asunto de derechos, sino una batalla por su propia identidad y autonomía.
La Revolución Sandinista de 1979 marcó un hito en la historia de Nicaragua, pero para las mujeres, fue también un terreno ambiguo. Muchas de ellas se unieron al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), luchando al lado de los hombres contra la dictadura de Somoza. No solo combatieron en las guerrillas, sino que también estuvieron en el frente de las movilizaciones que aspiraban a construir una nueva Nicaragua. Sin embargo, aunque sus contribuciones fueron fundamentales, el movimiento revolucionario no logró transformar la sociedad en términos de igualdad de género. Las mujeres fueron vistas principalmente como participantes secundarias, relegadas a roles tradicionales tras el triunfo de la Revolución. Este desajuste entre sus expectativas y la realidad post-revolucionaria sigue siendo un tema central en la lucha por sus derechos.
En los últimos años, la presencia femenina en las luchas sociales ha sido más visible que nunca. Las manifestaciones de 2018 contra el gobierno de Ortega-Murillo fueron testigo de la valentía de las mujeres, especialmente de las jóvenes, que se convirtieron en el rostro de las protestas. Enfrentando una represión brutal, muchas de ellas fueron víctimas de detenciones arbitrarias, violencia sexual y agresiones físicas, pero su determinación fue inquebrantable. Estas mujeres, lejos de callar, demostraron al mundo que su lucha por la democracia y la justicia no solo es política, sino profundamente personal. Su valentía y protagonismo siguen siendo el motor de un movimiento que exige un cambio real.
Una de las realidades más duras que enfrentan las mujeres nicaragüenses es la violencia de género, que alcanza cifras alarmantes de femicidio. A pesar de la existencia de leyes que buscan proteger a las mujeres, su implementación es insuficiente, y la violencia doméstica sigue siendo un problema grave. En este contexto, movimientos como Ni Una Menos han sido fundamentales para visibilizar estas problemáticas y exigir que el Estado tome acciones más eficaces. Sin embargo, el cambio aún parece lejano.
La lucha por los derechos reproductivos es otro tema crucial. En 2006, Nicaragua aprobó una reforma que prohíbe el aborto en todas sus formas, incluso cuando la vida de la mujer corre peligro o en casos de violación. Esto ha colocado a muchas mujeres en una situación de vulnerabilidad extrema, obligándolas a continuar con embarazos no deseados o, en algunos casos, a enfrentar consecuencias fatales. La fuerte oposición de la Iglesia Católica, que tiene una gran influencia sobre la política del país, ha sido un obstáculo considerable para la derogación de esta ley. Las mujeres nicaragüenses, apoyadas por organizaciones feministas, continúan luchando por el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Sin embargo, el desafío es titánico.
Dicho esto, es importante mencionar el papel fundamental que la religión católica ha jugado en la vida de las mujeres nicaragüenses, especialmente cuando se trata de cuestiones de género y derechos reproductivos. Por un lado, la Iglesia ha perpetuado visiones conservadoras sobre el rol de la mujer, situándola principalmente en el ámbito de la maternidad y la familia. Estas creencias han limitado su autonomía y participación en la vida pública. Pero, por otro lado, la religión también ha sido un refugio espiritual para muchas, una fuente de identidad y pertenencia en tiempos de incertidumbre política y social.
Este dilema entre la autonomía y la tradición religiosa se hace aún más complejo en la lucha por los derechos reproductivos. Las mujeres que defienden su derecho al aborto no solo se enfrentan a la oposición de la Iglesia, sino también a un conflicto interno sobre lo que les ha sido enseñado desde pequeñas. Sin embargo, muchas de ellas han logrado reconciliar su fe con su activismo, demostrando que la religión puede ser tanto una herramienta de opresión como de empoderamiento, dependiendo de la interpretación y la práctica.
Ser mujer en Nicaragua es ser una guerrera, una luchadora incansable en busca de justicia. A pesar de los desafíos que enfrentan, las mujeres siguen siendo el corazón de las protestas, el alma de las organizaciones sociales y las voces de un cambio que aún está por venir. La relación con la religión y el conservadurismo, aunque compleja, no ha detenido su avance hacia la igualdad. En lugar de resignarse, las mujeres nicaragüenses han encontrado en su lucha por la autonomía un motor de cambio que va más allá de sus propios derechos: es una lucha por la justicia social, por la democracia y por el futuro del país.
El verdadero desafío es que los jóvenes, como parte de esta transformación, reconozcan el poder de las mujeres como agentes de cambio. Las mujeres nicaragüenses no solo exigen justicia para ellas, sino para todas y todos. ¿Estamos los jóvenes dispuestos a acompañarlas en esta lucha? Este es un llamado a reflexionar sobre el futuro que queremos construir: uno donde la igualdad de género sea la norma y no la excepción.