Mujer con sabor a pinol
Escrito por: Mónica Cárdenas Miranda.
No quiero imponer estereotipos, pero es lo cierto. Las mujeres de Nicaragua tienen siempre algo que admirar. Muchas veces es su belleza, en otras su carácter, o su inteligencia. Las mujeres pueden ser altas, o bajitas, gorditas o flaquitas, morenas o blanquitas, pero de esas hay en todos lados. La mujer nicaragüense es especial e inconfundible. Es una mujer decidida, independiente, aguerrida, esforzada, carismática y trabajadora.
Si nos guiamos por la voz popular estereotipada, que lamentablemente es la realidad todavía en algunas zonas del país, las mujeres deberían ser contrarias a nuestra idiosincrasia: débiles, sumisas, amas de casa, y únicamente esposas y no mujeres. La verdad es que es decisión de cada una si vivirá para sí misma o para ser complemento en la vida de alguien más.
Una de las mujeres más admirables que yo conozco es el más perfecto modelo de mujer pinolera, y seguramente muchos coincidimos en que esa es nuestra abuelita. Es una mujer que un día fue parte de las que tenían que encajar en el molde social de mujer sumisa, pero hoy es una mujer que no tiene temor de nada, ni nadie, más que Dios. Trabajó para sacar adelante a sus hijos, aunque no tenía la mejor de las situaciones económicas. Ella se sacrificó por otros y lo sigue haciendo ahora por mí, aunque los años le pesen. Ella es en la casa una madre, abuela, esposa, carpintera, mecánica, constructora, electricista, fontanera, albañil, cocinera, niñera, costurera, enfermera y todo lo que haga falta para que la casa no se caiga.
Lo que trato de decir es que para ver cuán maravillosa es la mujer nicaragüense no hace falta buscar a reinas de belleza o modelos jóvenes. A la mujer más bella no todos tenemos la fortuna de que nos acompañe por la senda de la vida. La auténtica mujer nicaragüense tiene arruguitas, canas y muchas experiencias que contar.
