La reserva moral de Nicaragua
Escrito por: Richard’s Muñoz
La insurrección civil del pueblo nicaragüense en el año 2018, tuvo por origen una crisis sociopolítica y socioeconómica. El pueblo se cansó de las desigualdades sociales y dijo basta ya de tanta maldad y corrupción.
Vivimos una dictadura como las de países como Cuba, Venezuela y Bolivia, en los que se instauraron regímenes totalitarios o el poder se concentra en un mismo círculo familiar. Países donde se debería: potenciar el desarrollo económico y turístico; generar la mayor producción de sus cultivos, bienes y servicios; hacer buen uso de sus yacimientos minerales y del crudo; y mantener a buen precio el petróleo en el mercado Internacional. Todo esto incidiría en mejorar la economía de Latinoamérica y por ende, la calidad de vida de nuestros pueblos.
En 2018, era momento de denunciar y acabar con el falso estado de derecho y con la corrupción que mantenía al Orteguismo en el poder. Sentimos la necesidad de tener una diversidad política, un Estado más consciente del progreso de nuestra sociedad, que tenga visión de nación.
Fueron familias enteras las que se tomaron las calles, las que al sublevarse se convirtieron en un mar. Inconformes con el hostigamiento de las políticas gubernamentales. Fue una avalancha humana que obligó a los gobernantes a reconsiderar sus posturas, entraron en pánico y mostraron su debilidad al establecer un estado de sitio, al militarizar las calles y aumentar la represión. Cubriéndose las espaldas con la Policía, los paramilitares y el Ejército.
¿Cuántos jóvenes perecieron en la lucha cívica? Más de trecientos, sin sumar los desaparecidos; más de cien presos políticos actualmente; cientos que fueron torturados; miles de almas que huyeron al exilio, para salvar sus vidas; y miles de familias que se desintegraron, es lamentable. Un tiempo perdido no hemos aprendido volvimos a la era feudal.
Solo los que tenemos un verdadero amor a Nicaragua, no podemos olvidar los nombres de los estudiantes muertos. Siempre vivirán en nuestra memoria, su gesta de valentía, su inocencia. La mayoría eran jóvenes que añoraban un cambio en la vida del pueblo nicaragüense. Pelearon por la justicia, la libertad y la democracia. Su sacrificio no será en vano.
También en el campo los campesinos exigieron justicia y respeto a sus derechos, humanos y constitucionales. Fueron sacrificados por oponerse a perder las tierras que heredaron de sus ancestros. Perderlas a manos de un gobierno que con la promesa de un Canal Interoceánico, pretendía privatizar la soberanía nacional. Y con la misma promesa, estaban acabando con las reservas de la biosfera y con nuestros bosques, practicando un tráfico indiscriminado de maderas preciosas.
Igual que los estudiantes, estos hermanos en el campo no tenían libertad para opinar diferente, ni para defender su territorio.
Muchas vidas se perdieron injustamente, Fueron continuas las violaciones a los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad y la represión contra el pueblo, que aún no cesaba.
No podemos ser indiferentes ante el dolor, el calvario que han tenido que pasar los hijos de la patria y todas las familias disidentes. Hay que hablar para sanar. Se tiene que cumplir la justicia. Solo si hay justicia puede haber un cambio. Nuestra conciencia no está tranquila al ver tanta maldad y crueldad inhumana.
Es nuestro deber patriótico seguir avanzando en la lucha cívica, alzando nuestra voz, para derrocar la dictadura.
Queremos heredar a la nueva generación una cultura de políticas diferentes en la que se respete el estado de derecho y la democracia. Con el nuevo sistema judicial, los culpables pagarán sus crímenes y se atenderá cada caso, haciendo pagar a los responsables, para honrar la memoria de los mártires. Dejaremos otro precedente en la historia de Nicaragua, solo en la fuerza de la unidad nacional, venceremos a la dictadura. Se ha sembrado y definido en las conciencias de los jóvenes el sentido de democracia. Nuestra proclama de lucha cívica, va en una misma dirección, y con justa razón, nos llevará a la victoria.