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Hablemos de lo que nadie habla: Hablemos del medio ambiente en Nicaragua

Hablemos de lo que nadie habla: Hablemos del medio ambiente en Nicaragua

Por: Veranera

Hablemos de lo que nadie habla, de lo que se escucha de fondo en otra conversación, hablemos de lo que a duras penas queda en una línea, en un pensamiento bien intencionado. Hablemos del medio ambiente en Nicaragua.

Al pensar en el ambiente en Nicaragua, lo primero que viene a mi mente después de la opresión en el pecho es “Tantas leyes y tan pocos resultados”. De pequeña, solía escuchar a los mayores decir “lo que falta en este país son leyes”. Ahora me doy cuenta de que en este país sobran leyes parciales y falta quien las respete, quien las abrace y defienda como si de eso dependiese el presente y el futuro, porque en realidad así lo es.

Sí la tarea es un juego de palabras, de esos que ya no existen, y tuviera que definir la situación del ambiente en mi país, diría sin pensar “desolado”. Un futuro que no se ve y un presente que se desdibuja, como los pinos que cubrían los cerros de Jinotega. Y no solo de Jinotega, del país. Pero lo importante es que todo esto está normado y autorizado por el régimen. Que año tras año, desde el 2021, se han publicado decretos que suspenden el período de veda para las especies de pino, cedro real y pochote, justificado por el alce económico que ocasiona el quedarnos sin el verdor de los árboles, sin el frescor y sin los pocos ríos caudalosos que nos quedaban.

Las violencias que desde hace una década viven los indígenas en las reservas naturales no son más que el resultado de la piel indolente de los poderes totalitarios y el mal del albedrío egoísta que no puede ser cuestionado. La verdadera riqueza del país cada día aminorada por el manto de concesiones inescrupulosas es una realidad que más pronto que tarde afectara los más y menos privilegiados, que dejara en nuestras memorias los cosas que aunque la situación se simule a un microrrelato de terror, el decir que todo está perdido sería ser parte del problema. 

Y lo que se necesita es un cambio promovido por la buena intención. La buena intención de la protección de los recursos naturales, del cumplimiento de leyes, de la investigación para el establecimiento de normativas ambientales. Y si, en el panorama los cambios se ven lejanos, pero no significa que no podamos hacer algo, desde el conocimiento, desde la realidad propia. Podemos mantener la ilusión alta, las metas bien planteadas y creer que habrá más profesionales éticos formados para contribuir al país, que llegaran instituciones que velen por lo que deberían y no por el enriquecimiento de unos pocos. Podemos informarnos, compartir, hacer noticia y cuidar lo que tenemos a nuestro alrededor al tomar la carga ambiental a cuestas.

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