
Formado para ser usado y reemplazado

Por: Amante de la pizza
Yo no sé en qué momento me tragué el cuento de que estudiar una carrera, sacar buenas notas y ser “profesional” en Nicaragua
iba a cambiar algo. Tal vez fue en la universidad, cuando te repetían que con esfuerzo todo se puede. Qué risa. Aquí estoy, con título colgado en la sala y salario que no alcanza ni para llenar el carrito del súper, pero bueno… dicen que hay que dar gracias por tener trabajo, ¿no?
Trabajo en una empresa donde si hay que quedarse dos o tres horas extras, nadie dice nada. ¿Pagarlas? Por supuesto que no. Pero a cambio, te dan pizza. Fría, claro. Como si un slice aceitoso pudiera reemplazar tiempo con tu familia o compensar el desgaste mental de hacer malabares para cumplir metas imposibles con recursos mínimos.
Y el ambiente laboral… es una mezcla entre culto motivacional y novela de traición. Hoy te abrazan por ser parte del equipo, mañana te mandan a firmar tu carta de salida porque encontraron a alguien que cobra menos. Así, sin drama, sin explicaciones. Como si los años que uno entregó no valieran nada. Lo llaman “reestructuración”, pero todos sabemos que es una forma elegante de decir “bye, no sos rentable”.
He visto compañeros que dejaron el alma, la salud y hasta su dignidad en el trabajo, y cuando ya no pudieron más, los sacaron como si fueran un gasto innecesario. Claro, al día siguiente siguen con sus charlas motivacionales, sus desayunos “de integración”
y sus frases pegadas en la pared sobre liderazgo y compromiso. Lo que no dicen es que todo eso viene sin salario digno, sin respeto por tu tiempo y sin futuro.
¿Y sabés qué es lo peor? Que uno se esfuerza. De verdad. Queremos hacer bien las cosas, tener estabilidad, progresar. Pero en este país, ser profesional muchas veces solo significa que vas a tener más responsabilidades… y el mismo salario miserable que todos.
Pero bueno, al menos tengo pizza. Con eso y una camiseta con el logo de la empresa, seguro compro la canasta básica. ¿Verdad?