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Edición #21

Edición #21

En los últimos tiempos, Nicaragua ha tenido un conjunto de situaciones que ponen sobre un plano de desigualdad a mujeres y hombres. Hay quienes creen que tenemos una sociedad fragmentada en dos bandos, uno de ellos representado por aquellas personas que están a favor de las mujeres y son llamadas feministas, por otro lado, aquellos que buscan un “pero” para justificar la violencia que el sistema patriarcal ha impuesto y que no dejan atrás las costumbres machistas.

A pesar que en los últimos años las cifras de femicidios han aumentado, es lamentable saber que para gran parte de la sociedad no parecen ser hecho importantes, o por lo menos no lo ven como un problema social que es necesario erradicar desde los espacios en los que estamos.

Empezar a hablar sobre ello es un primer paso. No deberíamos ignorar  ni tolerar hechos de violencia porque terminan afectando a toda nuestra sociedad. ¿Qué les estamos enseñando a nuestros niños y niñas en nuestras familias? La primera escuela es el hogar, luego el colegio y la sociedad, las tres terminan siendo un modelo a seguir para todos y todas.

No podemos comparar las muertes de hombres con los delitos contra las mujeres, porque las mujeres son doblemente agredidas, femicidios por parte de sus compañeros de vida y femicidio por parte de un estado que no puede resolver y disminuir el problema. Las instituciones estatales son las que deberían preocuparse, aún más, por eliminar las prácticas machistas y de esa forma poder ser ejemplo para las instituciones privadas y para la sociedad misma. Sin embargo, es nuestra responsabilidad aprender a reconocer que todos y todas deberíamos poner de nuestra parte, hoy son mujeres ajenas a nosotros, mañana pueden ser mujeres muy cercanas a nosotros.

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