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¿Dónde está la esperanza?

¿Dónde está la esperanza?

Por Oscar B. Contreras A.

Ha concluido no hace mucho un año, que no fue nada fácil, porque muchas personas cercanas a nosotros y nosotros mismos hemos tenido que librar las batallas que se nos presentaron, otros lamentablemente han recibido más de los mismos: sufrimiento, enfermedad, persecución y muerte. Sin embargo, en medio del dolor del Covid19 y la realidad sociopolítica de nuestro país, también muchos han demostrado lo resiliente que se puede ser ante las adversidades que se nos presentan: como la salud, la falta de empleo, la pérdida de un ser querido o el estancamiento que tenemos como país.

Sin importar cuál sea el obstáculo, surge la pregunta ¿Qué será lo que nos mantiene en pie? considero que la esperanza de algo mejor, de un cambio que permita mejorar, tomar un descanso, y nos devuelva el deseo de seguir soñando.

Pero ¿Qué nos mantiene con esperanza, a los nicaragüenses, después de tanto sufrimiento? para algunos la familia, para otros las creencias religiosas, la pareja, los amigos, los sueños profesionales, el cese de la pandemia, el cambio de gobierno.

Independientemente, cual sea la razón que nos mantiene soñando, algo si es claro, nada caerá del cielo, y de hacerlo no creo que le demos la importancia que se merece, porque como dice el dicho popular “lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta” y es que para soñar, y forjar ese sueño, se necesita más que buena voluntad, se requiere un cambio de mentalidad acompañado de acciones y compromisos concretos, que nos permitan enfrentarnos  con nosotros mismo y con los demás, que nos ayude a crecer, y seguir  luchan por lo verdadero, lo bueno, lo justo, lo eterno.

De no ser así, lo contrario sería vivir atrapado en la utopía, entendida esta en su origen griego οὐ: «no» y τόπος: «lugar» (lugar que no existe) que significa literalmente «no-lugar» o “no existente”, esta palabra quedó consagrada en la obra de Tomás Moro, “Utopía” (1506), y se refería a una sociedad diferente, ideal, donde no existe la explotación, dónde todos trabajan y eran plenamente felices. La gente trabaja seis horas y se divertían sanamente y estudiaban. No existe el parasitismo, pues todos tenían trabajo, según sus cualidades y vocación. En los hospitales se les trata humanamente y en casos necesario, se les aplica la eutanasia. Es más, se puede profesar cualquier credo religioso y se rechaza la guerra como medio de resolver los problemas… pero como bien lo dice la palabra, todo lo anterior es una utopía.

Y es que la palabra esperanza, no la podemos confundir con la utopía de Tomás Moro, porque sería caer en el error de vivir en una ilusión que, tarde o temprano, termina demostrando su verdadero rostro, algo que no existe. 

La esperanza, tiene que ir acompañada, de objetivos claros y aterrizados, medios congruentes, y acciones concretas que nos permitan cumplir lo que deseamos y no una mera utopía, porque la esperanza depende de nuestra aptitud, y digo esto, porque a ratos nos quejamos de que las cosas no salgan bien y se tiende a echarle la culpa a otros, que, si bien puede interferir en nuestros sueños, no debería ser, tan determinante, ya que en gran parte depende de nosotros, ser franco con nosotros mismos y los medio que colocamos en nuestros sueño.  

Ejemplo de lo anterior puede ser el sistema que nos gobierna, muchos nos quejamos de él, pero si podemos, hacemos trampa igual que ellos, pagamos por debajo, cobramos favores, oprimimos al que está debajo de nosotros, corrompemos a otros, enseñamos a mentir, a tal punto de llegar a negar nuestros errores, o de insultar para creer que tenemos la razón. Y si eso que nosotros hacemos, es igual que el sistema que tenemos, ¿qué cambio esperamos tener? Porque para ver un cambio verdadero y eficaz, tiene que nacer en nosotros y ser puesto en práctica una y otra vez, hasta que se vuelva costumbre, aunque cueste, pero es por el bien personal y social, que en algún momento de nuestra vida, dará sus fruto, no ahora, ni mañana, porque los valor no se aprenden fácil, y menos desmontar  antivalores, que han permanecido en nosotros tanto tiempo, porque nadie dijo que fuera fácil, pero no imposible de conseguir nuestros sueños, si iniciamos con decirnos la verdad de ¿qué queremos para nosotros y los demás? Y en la medida que lo contestemos de corazón, será nuestro fuerzo y las bases éticas y morales necesarias, para el cambio.

Es verdad, que esperar cansa, pero qué buen fruto dura poco tiempo para estar en punto, lo mismo sucede con los sueños, tiene que ir acompañado de las bases que sólo se aprenden en la familia, escuela, en el trabajo o con las personas que nos rodean, porque un sueño no se cumple fácil, y es necesario unir fuerzas si se quiere conseguir, un cambio sustancial en la vida personal y social.

De lo contrario, todo sería más que una utopía, un leve sueño de una tarde de lluvia, que al final, no es más que un sueño idílico, que pierde la objetividad y con ello la esperanza. Tenemos aún esperanza los nicaragüenses, o la hemos perdido a causa del sufrimiento y dolor…  

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