Desechando el pensamiento, luchamos con palabras defendemos con amor.
Por: Chandreyi Guharay
Como celebró alguna vez Fidel Castro “la mujer es una revolución dentro de la revolución”. En el caso de la “nica”; la niña, la joven, la mujer, la anciana, esta revolución simboliza el abrazar vívidas contradicciones.
Referirse a la fémina nicaragüense es vislumbrar una línea de tiempo de luchas constantes.
Es pensar en la niña que juega su vida en las calles de la vieja Managua; esa “chiguina” que abandona a la suerte del destino, pasa sus días lejos de libros y cuadernos, pues los semáforos son la escuela de su niñez donde limpiando los vidrios de los carros busca ganarse el sustento de peso en peso.
Decir mujer en Nicaragua es recordar a la joven, la cual deambulando en los bulevares de Granada, intenta venderse al mejor postor. Esa muchacha morena, que sumida en una vida oscura anhela la luz de un porvenir más próspero.
Hablar de la mujer nica es evocar a la pequeña empresaria de Oriental; a la mujer “mercadera”; aquella marchanta que con fuerzas extraordinarias jala el carretón vendiendo Yoltamal; que sin descanso carga la canasta de las tortillas o que aguantando el penetrante calor de las brasas pasa ssus noches cocinando en una fritanga.
Proyectar a la mujer en Nicaragua es considerar a la anciana que habitando entre las paredes de algún asilo, resguarda sus últimos días entre recuerdos de un pasado mejor, quizás incluso, meditando la fugaz esperanza de volverá ser integrada a una sociedad que la desplazó.
De esta suerte, despistando al futuro impredecible, no porque así lo haya querido, sino porque el sistema está moldeado con el interés de en trampas a algunos y bendecir a otros, la mujer nica abre pecho a la vida como guerrera del amor. Ante una sociedad que en ocasiones la suprime e intenta acallarla, su voz silenciosa hace eco de perseverantes reivindicaciones entre incansables búsquedas de justicias, equidad y libertad.