CALAMUS SCRIBAE VELOCITER SCRIBENTIS AD MATREM VITAE
Por: Lucas Andrés Marsell
Eres la madre del aire que entra a mis pulmones con su dulce beso,
ese aliento perfumado con el óleo de los pinos que bajan al mortal
cautivo en su destierro.
Eres madre de los campos preñados de la espiga,
de la que el hombre toma polvo cuando nace y [cuando] termina.
En tus surcos abiertos brotan miles flores y de tus pechos ancianos
bajan corriendo los alegres ríos, hasta que cansados duermen en tus faldas de mares.
De día te bañas entre rayos de sol que despiertan la semilla que ha dormido entre tus poros,
de noche te acarician las lunas con sus menguas y crecidas que agitan las aguas
de tus ojos poseídas por la umbre.
La luz de las quiebraplata son escarchas en tus arenosas mejías,
y al verte bella; las pequeñas criaturas te alaban con sus guitarras y violines,
con sus trombones y maracas.
Te dejas herir en la piel para darle alimento al ingrato y entregas tus lágrimas más puras
a tus campos arcillosos que han desnudado en la siembra.
De tus fuentes se emborrachan los sedientos y en tus aguas se lavan sus maldades.