Edición #22
Hace un año tuve la oportunidad de estar en la frontera entre Estados Unidos y México, ahí pude conocer la zona por donde han pasado y pasan cientos de miles de personas al año. Conocer el camino por el que cruzan para alcanzar “el sueño americano” me hizo darme cuenta de los muchos impedimentos que existen y atentan contra la vida de cualquier ser humano.
Cuando una persona decide irse, de manera ilegal, a otro país se enfrente a situaciones que muchas veces no se imagina, y pone en su mente situaciones que otros les contaron. No es lo mismo vivirlo en carne propia que contar el cuento. Recuerdo que camino a la frontera lo único que observaba era una zona desértica, llena de cactus, desolada, donde apenas se lograban ver unas cuantas sombras de árboles. Bajé y el guía nos presentó la zona por donde miles de inmigrantes pasan, era miembro de la organización “no more deaths” colectivo que se ha preocupado por brindar agua y algunos alimentos a las personas que van pasando en busca de zona poblada.
Al recorrer ese camino, me topé con muchas piedras, huecos, espinas y lo único que podía pensar era lo difícil que debe ser atravesarlo por la noche, únicamente con la luz de la luna y las estrellas. Descubrí que una de las cosas que utilizan los inmigrantes al cruzar las fronteras son galones de agua negros, para que sus huellas digitales no puedan ser descubiertas, de igual forma muchos ponen sobre sus zapatos una especie de cubierta de algodón para no dejar ninguna seña de su paso.
Saber que consideramos irnos a otro país porque las condiciones en el tuyo no te permiten crecer en el ámbito personal y profesional, porque te impiden crear y desarrollar oportunidades, es decepcionante. Pero no se puede negar que hay quienes se van y regresan para bien. Es deber de todos finalmente comprometernos con el país que nos vio nacer. Hay que promover y crear oportunidades para todos y todas sin ningún tipo de discriminación por raza, sexo o ideología política. ¡Es nuestro país, es nuestra responsabilidad!