Un adiós en tiempos de cuarentena
Escrito por: Evan´s Darwin
En la casa de un humilde profesor de la ciudad de Santa Rosa, rodeado de libros y lápices, vivía no hace mucho tiempo un niño que soñaba con ser escritor, y trabajaba con ahínco en esto.
Antonio nació en septiembre, fue producto de un encuentro fugaz entre sus dos soles. Su mamá, trabajadora y bella, decidió huir en aquel entonces y nunca le dijo a su colega progenitor, que llevaba una estrellita en su vientre. La vida le regaló tres figuras paternas: primero, papá que le asignó el apellido; segundo, papá adoptivo desde los dos años de edad; y tercero, papá biológico quien conoció hasta en la adolescencia. Clasificados en ese orden según el tiempo en que llegaron a su vida.
Desde el año cero hasta el 25 de mayo del año n-ésimo, sucedieron incontables hechos. Pero ese día llegó, era el destino. Nadie imaginó al final del año anterior, que le esperaba un profundo y futuro dolor. Como a toda familia, la cuarentena tocó la puerta de su hogar. Era tiempo de quedarse en casa y aislarse del contacto social. Durante una semana, la familia estuvo unida y todo marchaba normal. La segunda semana fue difícil, su papá adoptivo comenzó a presentar síntomas del virus, y conforme el tiempo avanzaba; él no mejoraba.
La opción de llevarlo al hospital, se transformó en obligación. Ahí lo atendieron y fue puesto en cuarentena. Ningún familiar, aunque expresaran los infinitos deseos de visitarlo, no podrían verlo. El protocolo de aislamiento fue estricto, no solo para él, sino para toda la familia.
Otra semana estuvo en el hospital. Aún se desconoce lo que sucedió ahí. Lo cierto, es que, el teléfono sonó a horas de la madrugada con las palabras que nadie quiere escuchar: “Tu papá ha fallecido” y “No podrán asistir al funeral, porque lo haremos de inmediato”. Fue sepultado a las 5 de la mañana, sin ningún familiar y amistad en presencia. Murió en soledad, es muy triste saber eso. Decirle adiós no fue posible… la cuarentena privó ese derecho.
Tiempo después, el celular no dejó de sonar. Eran muchas llamadas y mensajes que entraban al dispositivo. A las personas que se les pudo contestar, expresaron su inmenso sentido pésame y otros, realizaban demasiadas preguntas. Esos momentos no son claros, a veces puedes responder mal. Su amigo Luis, quien fue ayudar con la construcción de la bóveda, fue a visitarle con el fin de mostrar afecto, pero la pandemia privó cualquier minúsculo detalle de empatía. Únicamente pudieron conversar a dos metros de distancia; él en su casa y su amigo afuera, divididos por una serie de verjas color negro.
De forma paralela, la universidad donde trabajaba su papá adoptivo oficializó su muerte a través de los medios correspondientes. Con un tributo en la radio del pueblo y una nota de duelo, expresaron su cariño y buenos deseos a la familia.
Ariel —su papá adoptivo— trabajó para la universidad por más de una década. Durante sus inicios, se desempeñó como profesor horario hasta ejercer el cargo actual de secretario académico. Era una persona sumamente justa, apasionado con su profesión, divertido, charlador, carismático, buen guía, excelente profesor, luchador y hombre de propósito.
Pasaron los días y el dolor no disminuía. Al cabo del décimo octavo día, posterior al 25 de mayo, le avisan que su papá biológico ha sido internado de emergencia en la capital. Antonio, impotente ante la situación, se desahoga entre lágrimas y más lágrimas. Minutos más tardes, llamó a la esposa de su padre biológico. Ella le explicó que su papá estaba muy grave, no podía hablar y tenía los pulmones inflamados producto del virus, por tanto, estaba con oxígeno artificial.
Durante una semana, Antonio siguió llamando para informarse del estado de su papá. Al 20 de junio, alcanzó ver a su padre a través de una videollamada familiar; él continuaba sin poder hablar. Al 21 de junio, a horas después del meridiano, le informaron que su papá había dejado de batallar. Nuevamente, decirle adiós no fue posible… la cuarentena privó ese derecho.
En menos de un mes, y próximo al día del padre, Antonio perdió a dos papás; la persona que lo educó y el biológico, respectivamente. Actualmente, asiste regularmente al cementerio donde está su segundo papá, ya que se encuentra en su pueblo. Posteriormente a la cuarentena, planea visitar la sepultura de su tercer papá.
NOTA: relato basado en hechos reales.