¿Qué es ser joven en Nicaragua?
Por: José Francisco Armas Ruiz.
“Juventud divino tesoro…” y cuánta razón tenía Darío. Sin lugar a duda la juventud ha sido la mejor etapa de mi vida, es el momento en que podes experimentar , conocerlo todo, al final es justamente la etapa de la vida en que podes equivocarte hasta el cansancio, donde tu único deber es aprender, donde podes gozarlo todo y no hay otro momento para vivir tus primeras veces: tu primer tatuaje, tu primer amor, tu primera frustración, tu primera noche durmiendo a la intemperie con tu mejor amigo o amiga, irte de mochilero, emborracharte hasta perderte, probar vicios y comidas de todos los tipos, experimentar tu sexualidad al máximo, ¿Qué sé yo?
Pero no todo es tan bueno, ni tan color chicha como los árboles de la vida, la verdad es que ser joven en un país como el nuestro tan conservador, tan influenciado por la iglesia y por un estado que no te garantiza verdaderamente tus derechos es bien jodido empezando por el hecho que no encontrás todas aquellas oportunidades que desearías y deberías.
Al salir de la academia te das cuenta que el sistema burocrático no es lo que te pinto la cátedra, después de tanto título de licenciatura, maestría o doctorado; después de estar tan procesado, tallerisado, seminarisado o el isado que querrás usar entendés que tus conocimientos no son reconocidos como debe ser y más aún si a artes se refieren, -lo digo por experiencia propia- , entendés también que las políticas de los especialistas en economía le recomiendan a las chavalas buscar un novio noruego para asegurar su futuro, porque tal vez así ellas puedan tener un día el poder adquisitivo para comprarse un bolso Nini valorado en miles y miles de córdobas, sí de esos mismos que encontrás en Metro Centro, nos dan estos consejos , porque evidentemente el país no te asegura derechos y oportunidades de desarrollo.
Por otro lado la situación se agrava aún más si perteneces a una minoría. Ser joven ya es estar debajo del escalafón social, no sos hombre, ni mujer, en el entendido de la palabra, podes tomar algunas decisiones sobre tu vida, pero no todas y tendrías que cumplir las expectativas de tu familia, de la iglesia, de la sociedad y del estado para ocupar un lugar dentro de la sociedad; pero ahora imagina estar luchando con todo eso, con el gigante de la globalización, estar luchando por tener tu lugar en el mundo, luchar desde los trece años que llegaste a la secundaria y te diste cuenta que si no pertenecías a un grupo determinado no eras nadie, sumado al hecho de ser gay, lesbiana, pansexual, ser negro o negra, venir a la ciudad de un pueblo afrodescendiente, víctima de una violación, ser discapacitado, ateo, migrante; desde ese momento tu condición de joven cambia, porque además perteneces a un grupo vulnerado.
Como jóvenes nos criaron y nos acostumbraron a segregar a aquello que estaba en contra de las reglas, en contra de lo establecido, porque eran diferentes, porque eran considerados rebeldes, porque eran pecados, el sistema se encargó de estigmatizar las palabras, no es el hecho de ser, es el hecho de aceptarse como perteneciente a uno de estos grupos lo que te deje en mayor desventaja con respecto al resto de la población, esto es pero que la inquisición ya no nos queman vivos, ahora nos ponen a unos contra los otros.
No voy a empezar con una verborrea parecida a discurso político diciendo que los jóvenes deberíamos mantenernos unidos y trabajar todos juntos por nuestras metas e ideales, no, yo estoy bien consiente que cada uno de nosotros tenemos sueños diferentes por los que luchar, sin embargo al punto al que quiero llegar es que basta de criticarnos, preocupémonos por vivir y dejemos ser felices a las demás personas.
Todos seguro han visto Sex and the City y parafrasean a Samanta les diría que luego de tener una relación de casi vientres años conmigo mismo estoy consciente que voy a ser la persona que quiero ser, sin ataduras de ningún tipo, basta de dogmas, de reglas preestablecidas, basta de escuchar lo que tengo que hacer, basta de etiquetar a todas aquellas personas que a diario me encuentro en la calle. Nuestros actos y gustos, nuestras diferencias, limitaciones y tendencias, crean belleza, basta también de moldes. Es momento de desaprender y aprender nuevamente a ser jóvenes, más humanos, más consientes, aún estamos a tiempo.