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Primera parte «Las Huellas del Exilio» – La incansable activista.

Primera parte «Las Huellas del Exilio» – La incansable activista.

Escrito por: Osmaro Chavarría.

Es una de las voces que incomodó al régimen Ortega-Murillo y a sus seguidores a nivel internacional. Dejó las aulas de clases y los escritorios para denunciar las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. Incansable feminista y activista; su nombre, Yerling Aguilera.

Yerling es originaria del departamento de Ocotal, joven feminista de origen rural. Su mamá trabajaba mucho para poder brindarle todas sus necesidades, laboraba en un pueblo cercano, por lo que solo podía ver a su hija los fines de semana. Al transcurrir el tiempo, su mamá ya no la podía sostener materialmente, esto ocasionó que su familia paterna se encargara de criarla, aunque siempre estuvo en contacto con ella. Con apenas 16 años vivió directamente el alcance del machismo, cuando un hombre se obsesionó con una prima hermana de ella y la asesinó, la joven aún la recuerda, era como una hermana para ella.

Ese evento doloroso y su origen (venir de una familia pobre con casa marginal), fueron los alicientes que la enrumbaron con el activismo. “También el hecho de enfrentarme en el día a día con las injusticias, la pobreza es una forma de injusticia, la exclusión social, el estar marginado del sistema de educación; fueron los elementos que sentí que me terminaron de dar un empuje para posicionarme críticamente frente a un sistema de exclusión e injusticias. Es lo que da el sentido de mi activismo”, expresa.

A sus 27 años es socióloga, investigadora y ejerció como docente universitaria. Se muestra satisfecha de su carrera profesional, porque le ha costado al punto de “quemarse las pestañas” estudiando para lograr sus metas. Con sus esfuerzos logró tener una vida y estatus económico estable, hasta antes de abril de 2018.

Injusticias

Yerling señala que luchar y alzar la voz contra las injusticias sociales es el centro de su activismo, motivo por el cual no podía quedarse quieta o callada con el contexto de Nicaragua y en concreto contra la reforma al seguro social de abril de 2018, que desencadenó el estallido social.

El 18 de abril de 2018, luego de salir del trabajo, ella junto con un compañero de trabajo y la esposa de él decidieron sumarse a la protesta en la universidad centroamericana (UCA). Yerling vivía en las cercanías del recinto universitario. A las cuatro de la tarde los tres se encontraban en el portón principal de la universidad, con carteles para protestar contra la reforma. La joven activista recuerda la tensión de ese momento.

Al mismo tiempo, otro grupo de ciudadanos se manifestaban por la misma causa en el sector de Camino de Oriente en Managua, donde fueron atacados y asaltados por miembros de la Juventud Sandinista (JS) y la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DOEP). La protesta fue reprimida, agentes de la DOEP utilizaron gases lacrimógenos y bombas aturdidoras, mientras que la JS llevaba palos, bates y artefactos cortopunzantes para agredir a los manifestantes. La DOEP y la JS lograron disolver la protesta en Camino de Oriente, pero Yerling y otros ciudadanos seguían manifestándose en la UCA.

A las 7:00 p.m., simpatizantes del gobierno -a bordo de motocicletas-, JS y policías, se hicieron presentes en la universidad, para tratar de aplastar la manifestación pacífica que mantenían ciudadanos. “Nos comenzaron a insultar (simpatizantes del gobierno Ortega-Murillo) diciéndonos fresas y burgueses. En ese momento sabíamos que nos podían agredir”, rememora.

– ¿Qué pasó después?

– No pasó mucho tiempo cuando aparecieron más motorizados. Al principio los guardias de la UCA nos cerraron el portón, quedamos a merced de las turbas.

Posteriormente, la JS comenzó a tirar piedras y huevos a los manifestantes que se encontraban atrapados y a merced de las fuerzas represoras del régimen Ortega-Murillo. Rastros de huevos, combinados con piedras, (que tiraban miembros de la JS a los estudiantes) se esparcían a lo largo y ancho de las gradas del portón principal de la UCA. A los extremos de la calle, hombres, intimidantes, a bordo de motocicletas con tubos y palos, listos para agredir al grupo que se manifestaba.

Imagen 2, la incansable activista

Las protestas en Nicaragua crecían ante el descontento por la reforma al seguro social y la represión de grupos pro gubernamentales. Ilustración de Jairo Pérez.

La violencia escaló y los motociclistas comenzaron a sacar palos para agredir a los protestantes; en eso los jóvenes, en un impulso desesperado, lograron abrir el portón principal de la UCA para resguardarse. Los agresores no entraron al campus, aunque hicieron el intento. Ante las miradas de incertidumbre, susto y rabia de las personas que protestaban tras ser agredidas, se presenció una de las escenas más surrealistas posibles; los agresores (JS, policías y simpatizantes del gobierno), comenzaron a sonar en altoparlantes música alusiva a la paz: “lo que queremos, es trabajo y paz, juntos digamos reconciliación…” (una de las canciones de campaña de Daniel Ortega) se escuchaba, mientras danzaban ante las miradas perplejas de los ciudadanos que quedaron atrapados en la universidad.

Las imágenes de la agresión y la dantesca escena de los represores danzando con música de paz de fondo, fueron los factores que desencadenaron más protestas en el país. Yerling relata que para salir de la UCA tuvo que abordar un carro en el que iban once personas, porque luego de la agresión, los simpatizantes al gobierno seguían frente a la universidad. La joven logró salir de la zona, marcando así el inicio de su involucramiento total en la sublevación de abril de 2018 en Nicaragua.

El inicio del viaje

Con el recrudecimiento de la represión gubernamental y por su activismo, Yerling recibió la invitación (por parte de otros activistas nicaragüenses que actualmente pertenecen a la Articulación de Movimientos Sociales) para participar en una caravana internacional, con el fin de desmitificar el discurso de Daniel Ortega a nivel internacional y exponer los abusos a los derechos humanos en el país.

Al inicio, ella se negó a participar en la iniciativa para visibilizar internacionalmente las acciones represivas del gobierno Ortega-Murillo, porque no quería abandonar Nicaragua. Sentía que su “lucha” –contra los abusos gubernamentales- debía llevarla a cabo en el país, porque desde su punto de vista, lograba hacer más por Nicaragua dentro del país que en el extranjero; pero, luego de analizar la situación y con la incorporación de más personas, la joven activista aceptó.

La Caravana de Solidaridad Internacional por Nicaragua (como se le denominó a este grupo que denunció internacionalmente al régimen) estaba conformada por tres personas: en representación de las y los estudiantes se eligió a Madelaine Caracas; como persona vinculada en trabajos con jóvenes se optó por Jessica Cisneros; y alguien con una postura desde la izquierda crítica (una persona con ideología de izquierda, pero que se muestra crítica y no calla ante situaciones de injusticia cometidas por partidos que dicen representar dicha ideología), en este caso, Yerling Aguilera. “A partir de eso emprendemos la caravana hacia Europa, y porque sentimos que hay una necesidad de sumar solidaridad con la gente que está en la lucha cívica. Entonces en ese momento venimos a Europa e iniciamos una pequeña gira que luego se extendió a otros países”, explica.

La idea era visitar países europeos durante un mes, por ello, las tres empacaron ropa para unos 20 días, porque creían regresar a Nicaragua. Pero la realidad fue totalmente distinta. “Cuando salgo de mi casa, yo dije ‘estoy saliendo, pero voy a regresar’, aunque eso no quitaba de que sintiera algunas cosas al salir; por ejemplo, recuerdo que salí por el aeropuerto, algo que fue muy tenso, por los protocolos de salida, debido a lo que se vivía en el país”, rememora Yerling.

Cuando el avión comenzó a despegar, experimentó un calvario interno, no quería abandonar su país, sabía que estaba aportando al movimiento cívico que se erigió contra el gobierno, pero estaba triste. Comenzaron a brotar poco a poco lágrimas de sus ojos, no las podía controlar. Todo el trayecto de Nicaragua a Panamá (su escala) lo pasó así. Sentía que dejaba una parte de ella.

Para calmarse, pensaba en su regreso a Nicaragua, de cierto modo la tranquilizaba. Los hechos fueron distintos a lo que imaginaba para tratar de controlar sus emociones. Yerling no sabía que desde ese momento no regresaría a su patria, que pasaría –luego de abordar ese avión- más de un año en el exilio. “Me exilié sin darme cuenta”, dice.

Desde el avión veía Managua. Se apreciaba tan tranquila, serena. Una ciudad pacífica. “Cuando comienzo a ver la ciudad desde arriba, la comenzás a ver como un espacio muy sereno y yo me decía ‘¿cómo es posible que esta ciudad que estoy viendo desde arriba, hacia abajo estén asesinando a la gente? ‘Iba súper triste en el avión, quería regresarme”.

Cuando llegó a Panamá seguía llorando, aunque para ese momento no sabía que luego de participar en la caravana, su regreso a Nicaragua no se efectuaría. Yerling quería regresarse, en su mente se asomaba el pensamiento de que se había equivocado. “Quería tomar el siguiente avión que salía de Panamá a Managua”, comenta con una breve risa luego de rememorar el momento.

– ¿Qué sentiste luego de pensar eso?

– Emocionalmente estaba muy golpeada, porque dejaba a mis amigos, mis amigas, gente que estaba atrincherada y dejaba congelado mi trabajo, mi vida. Lo peor que salí con la idea de que iba a regresar. Me mentalicé y me dije ‘ok, voy a salir, pero regresaré’.

Caravana de la solidaridad

Tras reflexionar por un tiempo, se dio cuenta que la realización de la caravana era necesaria. En el exterior –durante los primeros dos meses de la represión gubernamental en Nicaragua- se hablaba poco o casi del tema, esta fue la realidad que se encontraron en Europa.

La joven sostiene que la naturaleza de la caravana fue como la de las protestas, “autoconvocada” y “autogestionada”. No obstante, rescata que, sin el apoyo de la diáspora nicaragüense en Europa, no la hubieran podido llevar a cabo.

– ¿En qué ayudó la diáspora?

– Por ejemplo, cuando viajamos a Europa esos boletos se pagaron con actividades que realizaba la comunidad migrante que está en Europa. En cuanto a la estadía: cómo nos movíamos, lugar donde dormir, dónde quedarnos; todo eso fue gestionado por las familias nicaragüenses en Europa. A lo largo de la caravana hubo grupos que se reunieron para apoyarnos, sin ellos creo que no hubiéramos hecho absolutamente nada. No teníamos recursos, y por eso logramos realizar actos y reuniones de incidencia política con consejos políticos y organismos de derechos humanos.

Pese a que ninguna de las tres integrantes de la caravana se conocía, rápidamente comenzaron a entablar una relación cordial y afectiva. “Yerling y yo no nos conocíamos, literal nos conocimos el primer día que nos encontramos en el primer país de la caravana. Y de repente teníamos que compartir el lugar donde dormíamos, ya sea en camas o solo en colchones, compartir ese espacio juntas”, cuenta Madelaine Caracas.

Imagen 3, la incansable activista

A cualquier lugar, por medio de la caravana, Yerling mantenía la creencia de que “Solo el pueblo, salva al pueblo”. Ilustración de Jairo Pérez.

En poco tiempo, Madelaine confiesa que su relación con Yerling fue más abierta. Llegó a admirar a la joven socióloga por su activismo y la forma de ver las cosas; incluso en un contexto tan diferente como el europeo.

– ¿Qué aprendiste de tu convivencia con Yerling?

-Yerling es una mujer que admiro un montón, una mujer que me enseñó a tener determinación, que me reafirmó que la lucha de las mujeres la tenemos que llevar juntas, de que la sororidad es uno de los actos de resistencia para las mujeres. Encontrarme a ella en un espacio como este me ayudó a crecer un montón.

A Madelaine la marcó el conocer las historias de las personas que les brindaban acogida mientras realizaban la caravana. Para la joven estudiante, la experiencia fue una lección de humildad. “La caravana me enseñó humildad, porque estar en tantas casas de tantos nicaragüenses; nosotras cada tres días, cada dos días cambiábamos de donde dormíamos, conocíamos a una nueva familia que nos acogía y conocíamos sus historias de migrantes”, explica.

Tras el trabajo de las tres por varios países de Europa denunciando la represión en Nicaragua, simpatizantes de Daniel Ortega comenzaron a amenazarlas e incluso asediar algunos espacios donde ellas exponían la realidad del país centroamericano.

Esperá la segunda parte de esta crónica en la próxima edición de Cultura Libre en el mes de marzo.

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