Primera entrega de Las Huellas del Exilio| La “doc” de las barricadas en la UNAN.
Escrito por: Osmaro Chavarria
Rumanía atendió alrededor de 60 personas mientras estaba a cargo de los puestos médicos en las trincheras. Ilustración de Jairo Pérez.
*A solicitud de la entrevistada y por motivos de seguridad, se le nombrará Rumanía para contar su relato
Se atrincheró en dos universidades para dar apoyo a los jóvenes que protestaban. Sobreviviente de los ataques a la UNAN-Managua y a la parroquia Divina Misericordia; ahora exiliada por la persecución desatada por el gobierno Ortega-Murillo. Esta es la historia de la “doc” de las barricadas.
De trato amable y un poco tímida, titubeante en algunas palabras al inicio de la conversación, Rumanía (como prefiere que se le identifique por motivos de seguridad) relata cómo llegó a arriesgar su vida en las barricadas atendiendo a heridos en apoyo a las protestas antigubernamentales. Con un tono de voz cálido la joven rememora los momentos que vivía antes de involucrarse en las protestas. “Siempre salía a correr cuando podía, tenía una vida muy activa, prácticamente todo común, nada especial. Obviamente con todo lo que pasó hay un antes y un después en mí”, señala.
Su vida antes del estallido social de abril de 2018 se resumía en su trabajo y su familia. Hablar con su mamá y su hermano eran sus principales pasatiempos. En ocasiones, salía con amistades. Rumanía es médica, desde pequeña quería estudiar la carrera de medicina, a sus 27 años asegura que ha sido la mejor decisión de su vida. Su vocación de servicio para con otros marcó su elección por la medicina.
Inconformidad
La galena ya había participado en protestas antes de 2018. Estuvo presente en el movimiento “Ocupa INSS”, realizado en 2013, donde ancianos pedían el apoyo a la población para protestar en beneficio de su pensión reducida. Ese evento la marcó por completo, sintió por primera vez terror, y no era para menos, absorta observaba la saña con la que miembros de la Juventud Sandinista (JS), organización juvenil progubernamental, atacaban con tubos, bates, palos, piedras y a golpes a ancianos indefensos que solo reclamaban una pensión justa.
Las agresiones se suscitaban bajo la mirada pasiva de agentes de la Policía que no hacían nada para detener las golpizas, no se movían, callaban y no actuaban, pese a llamados desesperados de auxilio, de compasión; la fuerza pública se desentendió del hecho. Tras observar las escenas dantescas y sin mucho por hacer, Rumanía reflexionó que Nicaragua se encontraba bajo una “dictadura agresiva” que no permitía opiniones adversas a su gestión. En esa ocasión se marchó impotente, estaba clara que en el país se habían cercenado los derechos a la manifestación pacífica y la libertad de expresión.
Ella también confiesa que para esa fecha le indignaba la poca atención de la población sobre las misteriosas muertes de campesinos. Esas que estaban presentes en las primeras planas de los diarios, en las pantallas de cada hogar a través de los telenoticieros, las que todos veían, pero como presos de un encantamiento, volteaban su mirada hacia otro lado. Lo cierto es que las protestas desde entonces eran reprimidas; y eso lo tiene muy claro la joven, por ello afirma que abril no marcó el inicio de todo, considera que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, con el pasar de los años, fue recrudeciendo la represión. Lentamente, a vista y paciencia de ciudadanos desatendidos de la realidad, mecanizados, poco reflexivos ante las escaladas represivas.
Todos esos eventos eran el preámbulo de lo que iniciaría a verse con mayor escala en abril de 2018.
El 19 de abril la joven doctora se encontraba de vacaciones, caminando por el sector que comprende la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), se encontró de cara con el estallido social. Una multitud de personas gritando consignas, varios jóvenes con las caras tapadas, usando sus camisas como máscaras para no ser detectados por la Policía y la JS. Disparos, que hasta ese momento eran de balas de goma por parte de agentes de la policía, contra piedras que lanzaban los manifestantes, así, de la nada, estaba en el epicentro de un terremoto del que aún Nicaragua sigue sin levantarse de los escombros.
Su reacción al ver esa vorágine social fueron unas breves palabras, “se dio la bofetada definitiva para que Nicaragua abriera los ojos”. Desde ese momento no aguantó los impulsos para apoyar en lo que pudiera a los jóvenes que luego se tomarían las universidades como método de protesta.
Rumanía decidió atrincherarse, lo hizo en dos universidades, primero en la Upoli y luego en su antigua casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Entre ambos recintos calcula que atendió alrededor de 60 personas que presentaban afectaciones por balas de goma, gases lacrimógenos, enfermedades comunes que se desataban por el ambiente de tensión, hasta escalar a lo que definió como “lo más fuerte”, lo que aún la persigue y no podrá olvidar: los heridos por balas de plomo.
Entre esos recuerdos que aún tiene presente está el de un muchacho al que no logró salvar. El joven fue herido en las trincheras que se montaban en las universidades, recibió un impacto certero de bala en el occipital, detrás de la cabeza. Ella, junto con estudiantes de medicina trataron de hacer todo lo posible para salvar la vida del universitario. No lo lograron. Es la fecha y ella no puede borrar esas imágenes ni el sentimiento que le provocó ese momento.
-¿Cómo te sientes luego de haber vivido eso?
– Guardo rencor sabés, por la forma en que atacaban a los chavalos, las heridas que presentaban, yo que estuve allí, de cerca, pude ver la saña de cómo atacaban a los jóvenes y el armamento utilizado, donde habían balas de verdad. ¡Estaban tirando a matar!
Esos sentimientos, la mezcla entre rabia, impotencia, y frustración la llevaron a involucrarse más en las manifestaciones sociales, abriendo así otro capítulo de su resistencia cívica, esta vez en el campus de la UNAN.
UNAN-Managua
Desde el siete de mayo de 2018, jóvenes autoconvocados y estudiantes se tomaron el Recinto Universitario Rubén Darío (RURD), de la UNAN-Managua, en protesta a las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo; así como el irrespeto a la autonomía universitaria por parte de las autoridades de esa casa de estudios, que están alineadas al gobierno.
Rumanía considera que la toma de la UNAN era necesaria y que la llenó de mucho orgullo. En ese momento, ella como exestudiante de esa casa de estudios decidió mover su atrincheramiento de la Upoli a la UNAN, donde permaneció hasta que policías, en conjunto con paramilitares (fuerzas de choque armadas con armamento militar, bajo las órdenes del régimen), sacaran por la fuerza a los estudiantes el 13 de julio de 2018.
Ella estaba encargada del puesto médico “Arlen Siu” en la UNAN-Managua. Como compromiso con los jóvenes decidió renunciar a su trabajo, sus pasatiempos, y, hasta cierto punto, a su familia. Prácticamente dejaba toda su vida para unirse las 24 horas a las trincheras. Este gesto le valió ganarse la estima y el cariño de los atrincherados, quienes por aprecio le decían la “doc”.
A raíz de su decisión de atrincherarse en universidades, la joven doctora decidió borrar todo registro en las redes sociales. Eliminó su cuenta en Facebook y desde su perfil en Twitter se mantuvo denunciando los ataques que les propinaban los policías y paramilitares; así como informar sobre las necesidades o provisiones de las cuales carecían en el recinto, con el fin conseguir apoyo de las personas.
Borró todo rastro de ella en las redes, quedó solo informando. Se convirtió en un fantasma ante esta era digital para proteger su vida.
Sin embargo, destaca que eso no le afectó, ya que su fortaleza (para atrincherarse y soportar la represión) siempre ha venido de los demás jóvenes. En las barricadas de la UNAN se encontró con muchachos desde los 15 hasta personas de 30 años, recordarlos produce en ella un cúmulo de sentimientos, pasando de la alegría a la nostalgia.
Por tal razón, antes de hablar de los ataques que sufrían por parte de policías y paramilitares mientras estaban atrincherados, Rumanía prefiere hacer una pausa, despejar un rato la mente de los recuerdos tristes, dolorosos y opta por destacar la convivencia y el compañerismo de los jóvenes en las barricadas.
Desde niña Rumanía se dio cuenta que tenía la vocación de servir a los demás, la medicina fue el vehículo que afianzó su deseo de ayudar a otros. Ilustración de Jairo Pérez.
Tras el tiempo que pasó en la UNAN, manifiesta que llegó a ver a los muchachos como su familia, la unión y el compañerismo en las trincheras propiciaron un ambiente familiar. “Recuerdo cuando llegaba del trabajo y los chavalos se ponían a jugar fútbol, llegaban y me abrazaban como ‘ahí viene la doc’ (sip.), esa es una de las cosas que no olvido, me sentía cuando llegabas a tu casa y te recibía tu familia”.
Esa cercanía también la transformaron en medio de resistencia y fue así como empezaron a relucir las bromas y los momentos jocosos para burlar la represión.
– ¿Qué hacían para burlar la represión?
– Cuando nos mandaban los drones a vigilarnos, recuerdo que había un momento en que los chavalos hicieron una canción -comienza a recitarla-, ‘ya queremos, ya queremos, ya queremos que venga el dron, para turquearnos con esos cabrones, chico López (fiel aliado del régimen Ortega-Murillo, que tiene una casa cerca de la UNAN) es un frijolón”.
Ese era parte del ambiente que se vivía en las barricadas de las universidades en Nicaragua, ante el asedio, represión y hostigamiento de la Policía, las y los muchachos respondían con bromas para sobrellevar las horas angustiantes. Además, recordar que, pese a su decisión y la convicción de protestar, seguían siendo jóvenes y así pasaban el tiempo, sacando a relucir la característica esencia burlona de los nicaragüenses.
Trece de julio, 2018
– ¿Qué se te viene a la mente al recordar el 13 de julio de 2018?
– Lo primero que se me viene a la mente es el sonido de las balas, correr y abrazar a los chavalos que conocí en ese proceso y que se convirtieron en mi familia. Mientras estaba en medio de las balas me invadió el miedo, pero luego tuve una sensación de resignación, de tranquilidad, porque si moría, iba a morir haciendo lo que amaba (brindar servicios médicos) e iba morir haciendo lo correcto, no estaba haciendo nada malo.
El 13 de julio de 2018 Nicaragua vivió varios días en uno: paro nacional, acto de repliegue táctico de Managua a Masaya y el ataque paramilitar y policial a la UNAN-Managua y la iglesia Divina Misericordia; muchos acontecimientos para escasas 24 horas.
“Siempre hay que pedir por la paz… Ellos (personas autoconvocadas y estudiantes) están llenos con veneno y odio… debemos apelar al retorno del camino a la paz”, expresaba el presidente Daniel Ortega, en el acto del repliegue táctico a Masaya, desde la estación policial de esa ciudad, luego de ordenar un ataque con armamento de guerra a jóvenes que se mantenían protestando de forma pacífica, atrincherados en la UNAN-Managua.
La ofensiva contra los atrincherados comenzó cerca de las tres de la tarde. Policías y paramilitares se acercaron en camionetas hasta las barricadas de la rotonda Rigoberto López Pérez (próxima a la universidad) y comenzaron la brutal ofensiva con fusiles de guerra contra los jóvenes, quienes se defendían con lanza morteros, piedras, bombas molotov y algunas armas caseras.
Mediante las redes sociales, los muchachos hicieron visible el ataque, publicando fotos, videos e incluso transmisiones en vivo por medio de Facebook y Twitter. En los videos se lograban escuchar las incesantes descargas de disparos, provenientes de los fusiles de los policías y los paramilitares, y en algunas imágenes se lograron apreciar armas de guerra
Rumanía cuenta que, en ese momento, por el sonido de los proyectiles que disparaban los policías en conjunto con los paramilitares, logró identificar qué tipo de armamento usaban para sacarlos de la universidad. La galena, por medio de los ataques que vivió durante tres meses (desde mayo de 2018) como atrincherada en la UNAN, aprendió a distinguir parte de las armas que utilizaban las fuerzas represoras del gobierno. “Llegamos un momento, debido a los ataques de días anteriores al recinto, que podíamos reconocer el sonido de las balas, sabíamos que nos atacaban con trazadoras, Dragunov”. Increíblemente estaba en lo cierto, parte de ese armamento era el utilizado para atacarlos.
Lo mencionado por ella quedó comprobado en el estudio publicado por Bellingcat -sitio web británico especializado en investigaciones de conflictos armados, abusos contra derechos humanos y verificación de hechos- donde se analizaron las imágenes que circularon por las redes sociales, logrando comprobar el uso de armamento militar contra los jóvenes que se atrincheraban en la UNAN.
El estudio “Análisis del Arsenal de los Paramilitares Nicaragüenses”, publicado por Bellingcat, detalla de forma rigurosa las armas utilizadas contra los jóvenes el 13 de julio de 2018 en la UNAN-Managua y la parroquia Divina Misericordia. “Usando información de fuente abierta, este artículo identifica estas armas y otras en las manos de fuerzas paramilitares y policiales”, se lee en el documento. “Fusil Remington 700, M16A1, pistolas Bersa Thunder, Fusiles AK, Radios comunicadores Mototrbo, Galil Arm, Ametralladora tipo PK y Dragunov SVD”, fue parte del arsenal que logró verificar el experto de Bellingcat, Giancarlo Fiorella.
De igual forma, en el informe “Sembrando el terror: De la letalidad a la persecución en Nicaragua”, de Amnistía Internacional, que documenta las “violaciones a derechos humanos cometidas del 30 de mayo hasta el 18 de septiembre de 2018”, se logró ratificar lo expuesto por Bellingcat y cómo se utilizó la fuerza letal contra manifestantes.
“Se documentó el uso generalizado de fusiles tipo AK por parte de policías y parapolicías (en ocasiones con cargador de tambores), e identificó en varios escenarios el uso de fusiles de francotirador como el Dragunov, el M24 Remington y el FN SPR, así como ametralladores RPK y PKM, e incluso un lanzagranadas antitanques de guerra tipo RPG-7”, reza el informe del organismo.
No obstante, Rumanía no sabía todos eso datos, lo que recuerda es que los disparos de aquel fatídico día comenzaron por la rotonda Rigoberto López Pérez, en ese instante, un muchacho la agarró y le dijo: “doc (sip.) no te movás, quedate aquí, a vos no te pueden dar”. Ella no estaba bien cubierta, en parte se encontraba paralizada por el temor a causa del despliegue represivo. La joven tiene marcado ese momento en la memoria, porque ese muchacho que intentaba salvarla era un estudiante de secundaria, con apenas 15 años que acompañaba a los universitarios que decidieron atrincherarse en el recinto.
Transcurrida una hora del ataque, algunos universitarios procedieron a grabar videos donde se despedían de sus seres queridos, porque no creían salir con vida de la ofensiva montada por la Policía y los paramilitares. Pese a ello y contra todo pronóstico, algunos lograron llegar hasta la parroquia Divina Misericordia, ubicada a 600 metros de la UNAN, para refugiarse. Cuando algunos de ellos llegaron hasta la capilla se encontraron al vicario Erick Alvarado y al párroco Raúl Zamora, quienes brindaron refugio, pero aún quedaban muchos en el campus universitario, por lo que, el párroco Zamora decidió salir por el resto que seguía entre las balas de los paramilitares y policías. Zamora realizó varios viajes, en medio de las ráfagas de disparos -arriesgando su vida-, como si pasara por un campo de guerra, un sacerdote abriéndose paso entre las balas para lograr llevar consigo a los jóvenes restantes.
Las 17 horas que duró el ataque a la UNAN y a la parroquia fueron la peor pesadilla para la joven doctora. Ilustración de Jairo Pérez.
La acción del párroco era entendible, porque el ataque contra la UNAN fue tan despiadado. Las imágenes se volvieron tan virales en las redes sociales que provocaron que en plena sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre la crisis en Nicaragua, el secretario general Luis Almagro, exigiera en vivo el cese al ataque contra el recinto universitario. “En este momento, la UNAN, la universidad está bajo ataque. Solicitamos que inmediatamente se detenga este ataque, que inmediatamente se detenga el tiroteo del que son víctima los estudiantes que están ocupando la universidad”. Las palabras de Almagro no surtieron efecto, en cambio, el ataque recrudeció.
Esperá la segunda parte de esta crónica en la próxima edición de Cultura Libre en el mes de marzo.