¿Por qué no voté?

Por Minerva Morpho

Es 6 de noviembre y los ánimos están resignados. Las calles están poco transitadas, la afluencia de votantes a las Juntas de Recepción de Votos (JRV) se limita a trabajadores del Estado, policías, miembros de la Juventud Sandinista y simpatizantes del régimen. Por allá algún votante de alguna de las múltiples ramificaciones del Partido Liberal, dividido y desestabilizado desde el pacto Alemán-Ortega.

En las redes leía protestas de un emergente partido: el Frente Amplio por la Democracia, el cual se interesó en divulgar la abstinencia de votos en un intento por posicionarse como defensor de la democracia. Leía a una mayoría desencantada, denunciando en sus perfiles personales la falta de afluencia a las urnas con fotos y testimonios personales incluidos. Leía acerca de familiares fallecidos que resucitaban para apoyar la democracia nicaragüense, veía videos de la prensa de oposición en los que le negaban su derecho como periodistas de documentar los hechos. También era consciente de la arremetida publicitaria del FSLN con sus característicos banners en colores estridentes y un coro de voces bien amaestrado repitiendo “Dos, dos, DOS”.

El campo de batalla está dispuesto. Las ofensas entre simpatizantes, opositores e indiferentes no se hacen esperar. Días antes había una gran presión para que todos fueran a votar. “Sino votás es porque no te importa tu país”. ¿Por qué no me va a importar, si aquí nací? Lo que no me importa es ser parte de esta ridiculez. Con ir a rayar una boleta no hago nada, mi opinión no importa en el contexto socio-político de mi país. Lo que importa es que sepa alinearme en sus filas, bajar los ojos y decir “¡Sí, compañero!”.

¿Qué si yo fui a votar? No, ¿para qué? ¿Acaso no sabía el resultado de antemano? ¿Acaso a mí me incluyen dentro de la vida política de la nación como ciudadana? No.

Veo una foto: una bandera negra ondea justo debajo de la bandera de Nicaragua en una casa matagalpina. No pude encontrar mejor alegoría.