Lo que encontraron
Por: Wladia Durán
La trágica tarde del miércoles llamó a mi oficina el oficial de patrulla del distrito reportando el hallazgo del cadáver de una mujer a orillas de la laguna, un pescador de la zona lo avistó flotando entre basura y maleza. Rápidamente tomé mis cosas y salí de la estación en mi moto para evitar de alguna forma que el tráfico atrasara mi llegada, estando ya en el lugar abarrotado de gente de la comunidad que comentaban entre ellos la magnitud del caso y hacían veredicto como eruditos en la materia, logré llegar antes de que el médico forense quisiera tomar mis atribuciones como detective en jefe, juntos nos acercamos a determinar la escabrosa escena, ahí estaba, boca arriba, era apenas una niña quizás de unos 18 años cuando mucho, vestía shorts alicrados negros no tan cortos y una camiseta blanca que tenía un girasol en el lado izquierdo del pecho y que dejaba ver sus senos a falta de brasier, delgada de fino perfil y cejas pobladas, nariz respingada y labios de piñón amoratados, un mechón de su pelo negro cruzaba hacía su mejía derecha. Miré alrededor tirando la vista en 360 grados, estaba un auto gris, no había familiares ni conocidos, me envolvió la sensación paternal y de compasión hacia aquella niña sola, era tal vez la amiga de mi hija o mi sobrina o mi misma hija, la miraba angustiado por imaginar lo que la impulsó a llegar hasta ahí y con la promesa de darle el descanso espiritual de que encontraría al culpable, si lo había.
Los peritos tomaban fotos mientras yo buscaba dentro del auto, encontré en el asiento del copiloto una mochila verde militar que contenía unos pantalones negros un par de convers grises medio sucios y su brasier. Rebuscando algo que me dijera al menos su nombre, me encontré un papel que desdoble para leer «Hola papá, sé que debés estar cansado de tantas veces que debes oírme quejar de la posición en que ahora mismo estoy y que sin duda es agotador no tenerte aquí, mamá está bien…» alguien me llamó —guardé el papel en mi bolsillo y entregué las cosas a agentes de criminalística— era para decirme que ningún lugareño la conocía o la había visto llegar, que habían preguntado en los resorts pero que no estuvo ahí y que ningún cliente había reportado la desaparición de alguna chica.
Eran casi las 5 cuando volví a la estación policial donde todos comentaban del tema, la noticia ya había llegado a redes sociales y un canal de televisión había tachado el caso como suicidio. De momento entró un oficial quien arrojó en mi escritorio las fotos y con voz firme dijo «se llamaba Elena, iba a cumplir 19 años en agosto, su madre viene en camino…» Mientras tanto esperaba ansioso los resultados de la autopsia, estaba seguro de que algo faltaba que no podía haber estado sola, no, no era un suicidio, alguien estuvo ahí.
Mientras puse a calentar la cafetera fui al baño y saqué el papel de mi bolsillo, quería terminar de leerlo, podría ser una prueba contundente o quizás alguien queriendo librar su culpabilidad. Era un manuscrito de dos párrafos cortos dirigidos a su papá, salí del baño un poco confundido, pasé por mi taza de café y ya estaban los resultados «la autopsia realizada al cadáver de joven de aparentes 18 años revela que el cuerpo tenía al menos 16 horas de fallecido… no se encontraron marcas por agresiones que indiquen mano criminal… extraño caso de pulmones secos…» Era contradictorio, al salir del baño estaba dudando en que ella lo había decidido, pero ahora mis sospechas por mano criminal aumentaban y no dejaba de pensar en que debía encontrar al culpable. Condenaba el hecho de no haber sido un celular en vez de un simple manuscrito, pero en mis 7 años de servicio no podía ser quejumbroso ante un caso tan peculiar como éste.
Unos minutos más tarde llegaron a la estación su mamá una señora alta y chela con aires de juventud, y un amigo de la chica cuyo perfume inundó la sala, «era mi única hija, mi muchacha está muerta…» ofrecí rápidamente un vaso con agua para la atribulada madre, declaró que no quería investigaciones que sólo quería a su hija para velarla y darle sepultura. Insistí en el caso, le dije que yo tenía una hija de 15 años, que como padre la entendía y que me encargaría de lleno en esclarecer el caso. Después de unos papeles firmados y una llamada al departamento de criminalística donde adujeron —extrañamente— que la chica había tenido un paro cardíaco mientras nadaba y era la posible causa de la muerte, logró cerrar el caso al asociarlo con la muerte de su esposo en condiciones de arritmia cardíaca. Yo mismo la escolté hacia la puerta, dubitando el caso, esperando ver en ella la compasión hacía su hija, sentí tanto la indiferente muestra de misericordia al alma de su propia hija, la vi subirse a un yaris blanco que ella misma conducía y al amigo en un landcruiser café. Qué vacío se sintió con el hecho de pensar en la fraudulenta vida que estaría sumergida la chica para poder cometer algo así.
Eran las 10 de la noche, recogí mis cosas y apresuré mi viaje a casa, cuando llegué fui hasta el cuarto de mi hija, ya estaba dormida, ella es igualita a su madre, y qué no daría yo por ella por mi pequeña, le faltaba tanto por vivir como a ella, en otra historia ella hubiese terminado como Elena. Fue tan rara desordenada y abrupta la forma de ese vínculo que había fijado hacia esa niña que yacía en el agua tratada en vida con la misma frialdad que ahora envolvía su cuerpo, Dios sabrá si el reencontrarse con su padre fue quizás la muestra de amor que apaciguó su corazón.
Capturaste mi atención..
Felicidades nena!!!