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La risa del Nacatamal y el llanto del Perrerreque

La risa del Nacatamal y el llanto del Perrerreque

Por: Antibiblioteca de Monzerrat

En Nicaragua, la vida se dibuja entre risas y lágrimas. Desde la crisis socioeconómica y la pandemia, nos hemos visto inmersos en un vaivén de emociones que a veces ni el pinolillo puede asentar. Y es que, como decía Pablo Antonio Cuadra en “El nicaragüense”, este país nuestro es una tierra de contrastes, donde el paisaje es tan bello como la tragedia cotidiana.

Los casos de depresión, ansiedad y suicidio han aumentado. Se siente en las calles, en los hogares, en las conversaciones de la esquina. Vos ves a la gente y parece que todo sigue igual: la pulpería abierta, los buses atestados, los niños corriendo por los barrios. Pero detrás de esa fachada de movimiento constante, hay una tristeza escondida. No nos gusta mucho hablar de eso. Decimos que todo «está bien gracias a Dios», pero en el fondo sabemos que no es así. Nos quejamos, sí, pero seguimos adelante. Hay que seguir. ¿Y qué nos queda? Pues el humor.

Y en medio de esto, ¿qué hacemos? Reímos y nos quejamos, porque el nica es así, se ríe de la vida, aunque se esté cayendo a pedazos, se queja y agradece, se desahogan quejándose con quien le sonría, una Ted Talk acompañada de miles líneas temporales. Pero ese humor no debe hacernos olvidar que el sufrimiento es real, que hay gente que no sabe cómo seguir adelante. La risa es nuestro refugio claro está. Nos burlamos de lo que nos duele porque es más fácil hacer chistes que aceptar la realidad. ¿Qué más podemos hacer cuando el salario no alcanza, cuando el futuro es incierto y la salud mental es un lujo que pocos se pueden permitir?

 El acceso a la salud mental sigue siendo un reto gigante. Vos vas a los centros de salud y encontrás pocas alternativas. La verdad es que, aunque haya gente capacitada, el sistema está mal hecho. Hay pocas oportunidades para los que estudian psicología o psiquiatría, y quienes logran ejercer, están mal remunerados y  los someten a cumplir un número, con una saturación de trabajo. Y si vas al privado el psicólogo te cobra y el psiquiatra, si lo encontrás, te cobra más caro todavía. Entonces, claro, ¿cómo no vamos a reírnos? La vida, como el nacatamal, tiene su hoja de plátano que la envuelve, pero adentro, a veces, está llena de humo.

La pandemia vino a recordarnos lo frágil que somos. Las familias se aislaron, la soledad fue un enemigo silencioso, y muchos no lograron encontrarle sentido a lo que estaba pasando. Los casos de suicidio, especialmente entre jóvenes, empezaron a ser más visibles. Y es que, en un país donde el futuro es incierto, donde las oportunidades son escasas, el peso emocional puede ser aplastante. No es fácil mantener la sonrisa cuando la vida te pone tantas trabas.

Los suicidios muchas veces no son reportados abiertamente por las familias debido al estigma y los tabúes relacionados con los problemas de salud mental. Esto dificulta un registro preciso de la cantidad de casos. Porque los problemas mentales los podemos ver desde la violencia al hablar, las peleas en las calles, los bolos en las esquinas, fumarse un churrito para alivianar el estrés de la jornada. Perderse todo el fin de semana para regresar el lunes a esperar el sábado. Pero es normal, el nica es bueno al desturque y al bacanal.

Hay muchos tabúes. Decir que alguien tiene depresión es casi como decir que tiene una «mala cabeza», que está loco. En las familias se tapa el problema, se dice que es «cosa de la mente» o que «hay que ir a la iglesia». Y no es que la fe no ayude, claro que sí, pero a veces no basta. Se necesita atención profesional, pero como bien sabemos, eso está lejos del alcance de muchos. Ir al hospital a buscar ayuda psicológica puede ser más difícil que encontrar queso a buen precio en el mercado. Así, el nica sigue adelante, luchando en silencio, como si la vida fuera un perrerreque que, aunque dulce, se atraganta en la garganta.

En “El nicaragüense”, Pablito Cuadra habla de la capacidad que tiene el pueblo para resistir, para encontrar en la tierra y el pasado una identidad que lo sostiene. Pero hoy, ¿qué nos sostiene? La pobreza no ha desaparecido, la incertidumbre sigue siendo nuestra compañera diaria. Nos reímos porque sabemos que el día de mañana es una incógnita. Pero el peso de esa risa, muchas veces, cae sobre los hombros de una sociedad que no ha encontrado respuestas.

Pero seguimos. El nica sigue. Porque, aunque la situación este complicada, aunque la depresión y la ansiedad nos golpeen duro, hay algo en nosotros que nos impulsa a levantarnos cada mañana. Tal vez sea el humor, tal vez sea el orgullo, tal vez sea la necesidad. O quizás, como bien decía Cuadra, es la certeza de que, a pesar de todo, somos hijos de esta tierra, y eso nos da una fortaleza que pocos entienden. La música, la calle, el ruido, la música, la Joela, la fritanga, la joyita y cualquier cosa que nos haga olvidarnos un poquito que seguimos aquí.

Reímos, lloramos, nos quejamos, pero seguimos arrechos, aferrados a no extinguirnos. Porque en Nicaragua, la vida es así: un balance entre lo dulce y lo amargo, entre la risa y el llanto. Aunque a veces nos falte el aliento, siempre encontramos una forma de seguir caminando.

Referencias:

Investiga, N. (2022, mayo 9). Nicaragua sin atender la salud mental: Así están las tasas de suicidios en los últimos años. Nicaragua Investiga. https://nicaraguainvestiga.com/nacion/82605-suicidios-nicaragua-2017-2021/

la Justicia, C. U. P. la D. y. (2022, noviembre 22). La salud mental en Nicaragua y la discriminación social. CUDJ. https://cudjnicaragua.com/salud-mental-en-nicaragua/

Rodriguez, G. (2023). Casi un 80% de nicaragüenses presenta padecimientos asociados a la salud mental.Vos TV. https://www.vostv.com.ni/salud/32237-casi-un-80-de-nicaraguenses-presenta-padecimiento

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