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La mujer nicaragüense: una historia contada desde el exilio

La mujer nicaragüense: una historia contada desde el exilio

Por MSc. Carlos José Blandón Ruiz 

La novela de perfil social tomó especial importancia en los últimos dos siglos en tanto que se preocupó por el abordaje de problemáticas sociales vividas y sufridas en el campo en condiciones precarias. Además, se interesó también por temáticas sensibles como el atraso económico y cultural, la miseria y la marginación de los suburbios y la vida insustancial de la burguesía la cual se aprovecha de la carencia del desposeído. A esta yuxtaposición temática se une uno de los flagelos más sentidos en los países de Centroamérica, la migración. Un mundo muy parecido es el que nos plantea Emilio Quintana en su novela más conocida en el ámbito de la literatura nicaragüense: «Bananos: la vida de los peones en la Yunai» (1942), cuyo título ya atisba una trama deplorable y opresiva.

Emilio Quintana nació en Managua en 1908. Por su extracción humilde no pudo obtener una formación intelectual sólida; no obstante, ganó gran prestigio como escritor y se destacó en el ámbito del periodismo, un as bajo la manga que más tarde sabría usar a su favor para emitir una serie de acusaciones contra el maltrato y la explotación, que le tocó vivir en su época. «Estaba urgido por expresar su deber testimonial y denunciatorio, […]. Este deber patriótico […] se concreta en la producción de su obra a través de la cual se hace conocer el realismo social y vida del nicaragüense en el extranjero» (Aguirre y Alemán, 2015, p. 31). Efectivamente, Quintana se vio obligado a ser el propio protagonista de una crónica de tipo de testimonial histórico, producto de las formas de opresión y infravaloración de los trabajadores  en las bananeras de la costa atlántica costarricense. 

Desde antaño, la mujer ha sido invisibilizada, teniendo que bogar por encima de los esteriotipos y mentalidades absurdas que la estigmatizan ya por su condición económica, su etnia, y en el peor de los casos, por el hecho de ser mujer; una triple discriminación que Emilio deja al descubierto en su máxima producción literaria, Bananos. ¿Quién diría que este fruto esencial para la buena circulación de la sangre, también sería el detonante de una auténtica historia de atropellos y vituperios?

Ya desde la página dos del libro se suscitan los aires de infravaloración a las mujeres, a quienes se les envuelve bajo la metáfora de: «marchitas por las prolongadas necesidades», necesidad que las llevó a dejar su familia, su casa, su patria, por buscar mejores oportunidades de vida. Por desgracia, sus carencias las llevarían hacia un sufrimiento seguro, tanto que se vieron obligadas a tener que «juntarse» con uno de los hombres que con ellas viajaron, puesto que «La Compañía no admite mujeres sin hombre». Sin ir muy lejos, pronto se verá a la mujer como un objeto sexual: «Pero si una de estas mujeres lo agarra, lo hace pedir cacao, tío». Por si esto fuera poco, Capella, el capataz, enfrentó a una de estas mujeres y sin mediar ninguna palabra les vomitó desesperanza: «Pues usted no tendrá trabajo joven, porque no hay casa ni trabajo para mujeres» (p. 3). 

Como se ha observado, la aversión hacia el sexo de Eva se va notando en la superficie hasta convertirse en esclavitud; y en palabras del autor de la novela, se lamenta el hecho de que: «El mismo termómetro económico marca la angustia de la generalidad de sus habitantes». Siguiendo esta línea de actitudes misóginas, dentro la obra es muy marcada la influencia de subordinación (imposición de autoridad) y acoso sexual hacia la féminas, tanto que las mujeres estaban casi condenadas a satisfacer las pasiones sexuales de los trabajadores a cambio de unos cuantos colones, tal como lo confirma un pasaje del capítulo 10: «Los dos compartían las caricias de la hembra que disfrutaban de su posición dando muestra de lo que valía su falta de moral». 

Por otro lado, las mujeres sufrían con el cruel apelativo de ser todas meretrices. Se aprecia de forma despiadada la subestimación y la violación al derecho de integridad y dignidad de la mujer, al punto de que los hombres se referían a ellas en términos peyorativos y crudamente ofensivos. Ejemplo de ello son las siguientes expresiones: «Tu mujer pasó la noche con otro. No me dejaron dormir. En la mañanita le di un pellizco en la nalga porque la tenía de juera. Así la gran nalgota» y «A las mujeres que son pa´ nosotros hay que defenderlas como de lugar. Pero a esas perra, con uno; putas con los grandotes, no». En estos extractos se evidencia con claridad el machismo en su nivel más alto, caracterizado por el desprestigio hacia la figura femenina, debido a su estatus de vida social ante el capitalismo de la época. 

Otra arista de la misoginia, que ha pasado a ser parte del leit motiv (tema central repetitivo) de la novela «Bananos», se debe a la opresión manipuladora de los altos capataces, quienes en su condición de burguesía y considerando a las mujeres como una «rara especie» las ultrajaban y agredían físicamente, sin importar la fuerza que le imprimieran a sus actos. El capítulo 6 relata esta escena: « El carpintero no espero más; la tomó del pelo con una mano y se empeñó en sacarla del local, mientras ella se retorcía como una víbora…». 

A través de la obra de Emilio Quintana, «Bananos» nos muestra el cómo eran tratadas las mujeres en esa época, la mujer es vista con  menor valor moralizante que cualquier hombre podía poseer sin importar la opinión de ella, tanto que podía ser vendida fácilmente como si de un objeto se tratara. Increíblemente, hasta precio llegaban a tener, según lo contado por el capítulo 16 del libro que reza: « […] ¿Cinco pesos? Ta barata, prestámela esta noche». Por si esto fuera poco, el capítulo 4 relata una expresión despectiva similar: « Mujeres que en San José se cotizan a pesetas, ya puestas en la montaña alcanzan el fantástico precio de diez colones». 

En la actualidad es del conocimiento público  que la trata de persona persiste, no solo en Nicaragua, sino que también en otros lugares donde los niños y jóvenes son engañados ofreciéndoles un mejor futuro donde ellos ven una posibilidad de superación; en cambio, otros son raptados desde sus hogares. Sin embargo, llama mucho la atención cuando en el capítulo 20 del libro, Quintana resignifica el valor de la mujer nicaragüense producto de su laburo abnegado e incansable: «Hay que decir que las nicaragüenses son las que más se entregan a estas labores con una fortaleza envidiable y digna de mejor suerte».

Un elogio que se torna en desconcierto y cruda denuncia cuando, en ese mismo pasaje expone: «En estos sitios, las mujeres trabajan como bestias de carga […] en un enloquecido afán de juntar algunos colores». Es evidente la explotación como una de las tantas formas de discriminación suscitadas en estas plantaciones, protesta que Emilio ha venido subrayando a través de su novela testimonial; «quien finalmente es convencido por un compañero de regresar a su país y denunciar mediante sus escritos, toda la experiencia que ha vivido y las injusticias que ha observado en su peregrinaje» (Gámez y López, 2014,  p. 50). 

En definitiva, Quintana ha querido legarnos una crítica social del mundo en que le tocó sobrevivir y de la patria que tuvo que abandonar en busca de un mejor salario y condición de vida. Para este efecto, se valió de recursos retóricos como  la descripción tanto cronológica como prosopográfica y epopéyica de los personajes.  El autor del ensayo considera que Emilio ha logrado contarnos a viva carne y sin censura el infierno que tuvieron que atravesar hombres y mujeres en las plantaciones bananeras. 

Sea como fuere, la realidad socioeconómica y literaria que plantea el escrito de «Bananos» invita a la reflexión de cómo el mundo cada vez se está convirtiendo en un caos, en donde la práctica de valores para una convivencia armoniosa que garantice el bien común, se torna cada vez una imposibilidad. Cierto es que, actualmente, se han promulgado leyes como la Ley 896, Ley 779 y Ley 648 (por mencionar algunas); sin embargo, no implica el solo hecho de ser publicada, sino también el fomento de una cultura de paz que encamine al ser humano a construir y repensar sus actitudes, comportamientos y pensamientos en torno al mundo circundante, para cambiarlo, para transformarlo. 

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Referencias 

Aguirre, K., & Alemán , Á. (enero de 2015). El discurso crítico-social en la novela Bananos, de Emilio Quintana. Obtenido de https://repositorio.unan.edu.ni/15657/1/15657%20LLH%20Agu%202015.pdf

Gámez, L., & López , Y. (noviembre de 2014). La imagen de los personajes en Bananos, de Emilio Quintana. Obtenido de https://repositorio.unan.edu.ni/2160/1/5669.pdf

Quintana, E. (2002). Bananos . Managua: Ediciones Distribuidora Cultural.

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