Hijos dorados: Una nueva propuesta “Dark Academy”
Por: Celia Arce
Patricia Ibárcena nos presenta en Hijos Dorados una historia ambientada en la competitiva Facultad de Derecho de Cornell, donde ser brillante no es suficiente: hay que ser el mejor. Vera Velasco lo tiene claro desde su llegada. Su meta es conseguir una de las cuatro codiciadas becas, y para lograrlo, está dispuesta a sacrificar todo, incluso a sí misma. Sin embargo, su camino se cruza con un grupo de cuatro estudiantes que persiguen el mismo objetivo. A pesar de las advertencias sobre lo peligrosos que pueden ser, Vera se siente inevitablemente atraída por ellos. Esta atracción se convierte en el eje de una historia que explora la ambición, el poder y los límites morales de quienes están dispuestos a todo por alcanzar el éxito. La novela nos recuerda el antiguo adagio: «Qui amat periculum, in illo peribet» —Quien ama el peligro, en él perecerá.
Aunque la sinopsis promete una trama ambiciosa, la novela de Ibárcena se esfuerza por estar a la altura. Los lectores de The secret history de Donna Tartt encontrarán ecos familiares en el ambiente intelectual y la complejidad moral de los personajes. Sin embargo, Hijos Dorados toma su propio rumbo al estructurarse en tres líneas temporales: pasado, presente y futuro. Esta estructura, un poco arriesgada, no resulta confusa, aunque podría debatirse si era la mejor elección narrativa. La protagonista, Vera, parece ser el punto de entrada a la historia, pero la narración en tercera persona permite que Blythe, Charles, Connor y Roman compartan el protagonismo, enriqueciendo la historia con múltiples perspectivas. Este enfoque coral añade profundidad al relato, pues cada personaje aporta matices distintos y sus propias motivaciones, lo que permite al lector comprender mejor sus decisiones y dilemas éticos.
Ibárcena busca conscientemente distanciarse de comparaciones directas con Tartt, lo que la lleva a tomar decisiones argumentales que son igual de oscuras y moralmente complejas. El lector se enfrenta a situaciones que, aunque deberían ser inaceptables, generan empatía hacia los personajes. Aquí radica la fuerza de este tipo de relatos: no en presentar dilemas morales evidentes, sino en cuestionar al lector sobre su capacidad de compasión hacia personajes moralmente ambiguos. Este efecto provoca una incomodidad que, en gran medida, es señal de buena literatura. Personalmente, disfruté de esta sensación y me vi reflexionando sobre qué habría hecho en el lugar de Vera. Esta identificación se acentuó al compartir con ella la experiencia de ser una latinoamericana abriéndose camino en la academia estadounidense, lo que añadió una dimensión casi surrealista a mi lectura. Ibárcena retrata de manera acertada los desafíos de la vida académica en Estados Unidos y los obstáculos específicos que enfrentan los latinoamericanos. Es un aspecto que pocas novelas contemporáneas abordan con tanta precisión, lo que otorga a Hijos Dorados una autenticidad que resuena profundamente con ciertos lectores.
El ritmo de la novela es adecuado, con saltos al futuro que mantienen la intriga y regresiones que equilibran la narrativa. No obstante, detecté ciertos problemas narrativos. La autora tiende a repetir información, especialmente en lo que respecta al nombre de la beca y de algunos personajes secundarios, algo que resulta innecesario ya a mitad de la historia. Si bien es comprensible que se busque aclarar aspectos poco familiares del mundo académico y jurídico, también es importante desafiar al lector. Ciertos fragmentos se sienten repetitivos y la narrativa pierde audacia en ciertos momentos. Sin embargo, estas reiteraciones también pueden interpretarse como un reflejo de la obsesión de los personajes con el éxito académico y social, lo cual añade una capa de realismo psicológico al relato.
Un aspecto que merece destacarse es la construcción de los personajes que mueven la historia. Blythe, Charles, Connor y Roman no son meros acompañantes en la vida de Vera; cada uno tiene una historia propia que influye directamente en el desarrollo de la trama, a tal punto que se siente como si ellos fueran entes determinantes ya no solo en la carrera de Vera, sino en su futuro. Sus relaciones son complejas y sus interacciones con Vera están cargadas de tensiones y matices. Este trabajo de caracterización contribuye a que el lector se sumerja en el ambiente enrarecido de la Facultad de Derecho de Cornell, donde la competencia desmedida y la presión social moldean conductas y decisiones. Los diálogos son verosímiles y reflejan tanto la inteligencia como la vulnerabilidad de los personajes.
A pesar de sus pequeñas fallas, Hijos Dorados es una ópera prima destacable. La autora muestra potencial y con práctica continuará puliendo su estilo. Es refrescante encontrar una autora joven con la habilidad de dejar una impresión positiva en lectores críticos. La novela logra mantener al lector enganchado a través de sus giros argumentales y sus matices psicológicos. Además, la ambientación universitaria no solo sirve como telón de fondo, sino que se convierte en un personaje más, opresivo y fascinante a la vez.
El desenlace está a la altura de la historia, alcanzando un nivel de ironía que resulta tan satisfactorio como frustrante, reflejando la propia ironía de la vida real. Hijos Dorados es, en definitiva, una novela entretenida y absorbente. Aborda temas delicados sin imponer juicios morales, dejando que el lector evalúe a los personajes desde sus propios valores. Esta perspectiva permite explorar la complejidad de «los villanos», aportando profundidad y estimulando el pensamiento crítico. Aunque no sentí afinidad por Vera, adentrarme en la psique de cada personaje fue una experiencia enriquecedora. Hijos Dorados funciona como un ejercicio mental y moral, similar a The secret history, y considero que este tipo de lecturas son necesarias para cualquier lector que busque desafiarse a sí mismo de vez en cuando.
En conclusión, Hijos Dorados es una obra que invita a la reflexión sobre la ambición, la moralidad y la identidad. Patricia Ibárcena ha logrado construir una narrativa compleja y atractiva, que se adentra en los rincones más oscuros de la mente humana. A través de personajes multifacéticos y situaciones límite, la novela plantea preguntas incómodas sobre hasta dónde estamos dispuestos a llegar para alcanzar el éxito. Sin duda, Ibárcena se perfila como una autora a seguir, capaz de ofrecer historias que no solo entretienen, sino que también provocan y cuestionan. Hijos Dorados es un debut prometedor que deja al lector expectante ante las futuras obras de esta escritora.