El espectro de la guerra
Por Jean Baroja
Muchos toman una actitud adultista restándole importancia a lo que tenemos por decir. El argumento de que a ellos les tocó sobrevivir, e incluso que uno es demasiado joven como para imaginarse por lo que pasaron es usado indiscriminadamente.
Los medios de comunicación tradicionales suelen perfilarnos como indiferentes frente a las cuestiones sociales, perezosos, ingenuos –por no decir idiotas– que se dejan persuadir por la telebasura e individualistas que sólo piensan en enriquecerse con mínimo esfuerzo.
Es la segunda década del siglo XXI. Profundos cambios en cada aspecto de la sociedad han afectado el modo en que vivimos y nos comunicamos. De las guerras que asolaron Nicaragua nos queda un recuerdo muy vívido gracias a las historias orales que los abuelos y nuestros padres vivieron en carne propia.
Otro montón te aconseja proceder con astucia, te dicen que te “vendás” al gobierno de turno o a cualquier empresa, para que aprovechés los ingresos, la seguridad de un trabajo estable, el INSS –estos ingresos suelen ser ínfimos, no todos quieren tener jefe y mejor me reservo mis comentarios sobre el servicio que da el INSS a sus asegurados–. Ah, pero cuando uno desea perseguir sus ideales ponen una cara dura, te aconsejan ser “realista” y si pueden machacan tus sueños.
Con esto no quiero decir que todos los adultos nicaragüenses sean amargados o despecti-
vos, no, sino que varios hacen gala de un resentimiento en contra de la juventud actual.
Sólo porque no nos tocó enfrentar la crudeza de la guerra no significa que somos débiles o porque no hagamos mitines nos valga la política o el desarrollo social. Más bien siento que nos han tocado las cicatrices de la guerra, que el proceso de sanación apenas empieza, desgraciadamente en un contexto político confuso, donde las memorias de muchos chocan con los anhelos de hoy.
