El descubrimiento de las brujas: El drama de fantasía que pudo ser.

El descubrimiento de las brujas: El drama de fantasía que pudo ser.

Por: Celia Cruz Arce

Me topé por casualidad con Deborah Harkness en Instagram, o, mejor dicho, con la serie de televisión que habían creado a partir de su trilogía All souls. El reel mostraba a una pareja intercambiando unas líneas un tanto peculiares sobre El origen de las especies de Darwin, cómo el hombre de apariencia distinguida había conocido al mismísimo autor y su capacidad para escuchar los latidos de su interlocutora, entre otras curiosidades. Mi vampirómetro se activó de inmediato. Hice una rápida búsqueda en Google y me encontré tanto con la serie como con los libros. Harkness resultó ser una académica, profesora especialista en Historia Europea e Historia de la Ciencia en USC (University of Southern California). Además de haber escrito algunos ensayos académicos, tenía en su haber novelas de ficción. Esa combinación me gustó. Pensé: ¡Nada más prometedor que una académica escribiendo ficción! ¡Y, por si fuera poco, historiadora! Cuando leí la premisa de la primera novela, El descubrimiento de las brujas (2011), me dejé convencer. 

Tenemos de entrada algunos datos claves para los amantes de la fantasía: un mundo moderno donde el ser humano no es la única especie dominante. Existen “las criaturas”, brujas, vampiros y daimones. La Dra. Diana Bishop desciende de una de las brujas que fueron asesinadas en los Juicios de Salem, aunque ni la fama de su familia ni la insistencia de su tía le han convencido nunca de aceptar esa parte de sí misma. Ha decidido vivir sin usar su magia. Pero cuando llega a Oxford para continuar con su investigación sobre la alquimia y su relación con la ciencia moderna, se topa con un manuscrito embrujado que remueve cada fibra de su ser. Un antiguo libro que forma parte de la famosa colección de Elias Ashmole: el Ashmole 782. Diana no puede resistirse a examinarlo y, sin querer, rompe el hechizo del manuscrito, accediendo a un palimpsesto de escritos que carecen de significado para ella, al menos, en ese momento. Hace unas cuantas anotaciones y decide que eso será todo por esa noche. Devuelve el Ashmole 782 al bibliotecario, sin la mínima idea de lo que acaba de desatar con solo haberlo tocado. 

En los días siguientes, Diana será consciente de una anormal afluencia de criaturas en la Biblioteca Bodleiana. Como bruja, puede distinguir a los vampiros y daimones, tanto como a otras brujas y brujos. Lo que no esperaba era toparse con el vampiro más atractivo y peligroso que había tenido la oportunidad de conocer en toda su vida. El Dr. Matthew Clairmont la atrapa utilizando su magia en público al bajar un libro de la biblioteca. Resulta ser un genetista prolífico en su trabajo, aunque de muy bajo perfil, como se espera viniendo de un vampiro. Éste, sin mucha ceremonia, empezará a seguirle la pista, dejando claro que no piensa ir a ninguna parte hasta que Diana comparta sus conocimientos sobre el Ashmole 782 con él. Es evidente que Matthew no es el único persiguiendo ese objetivo, a pesar de que intenta protegerla de las otras criaturas, que no parecen tan amables. Peter Knox es uno de ellos, un poderoso brujo que aparentemente conocía a los padres de Diana. 

De pronto, la bruja académica es consciente de que puede que su vida esté en riesgo, sobre todo, dada su inexperiencia con su propia magia. El Ashmole 782 es mucho más de lo que Diana imaginó; en realidad se trata de “el primer grimorio”, un libro de hechizos donde yacen los secretos de todas las criaturas, sus orígenes y, posiblemente, la forma de exterminarlas para siempre. Había estado perdido por más de un siglo, hasta que Diana lo solicitó por casualidad en la Biblioteca Bodleiana, como rutina de su investigación, y cayó en sus manos entre un montón de manuscritos sobre alquimia. ¿Por qué el libro decidió revelarse ante Diana? Es la pregunta que todos se hacen. Y la cosa se pone aún más misteriosa cuando Diana vuelve a solicitarlo y el manuscrito aparece en los servidores como perdido desde el siglo XIX. Diana sabe que algo pasó entre ella y el Ashmole 782 cuando posó sus manos sobre él. El hechizo que rompió hizo un eco en las criaturas más cercanas a la biblioteca, porque a diferencia de Diana, todas las demás criaturas sabían sobre el Ashmole 782, y ciertamente, todos tienen sus razones para llegar hasta él. Incluyendo a Matthew. 

Hasta ahí, la premisa me pareció persuasiva y justa, haciendo a un lado la descuidada narrativa de la autora. La combinación de fantasía con historia fue el anzuelo perfecto, puesto que el Ashmole 782 sí existió, y al igual que en la novela, se encuentra desaparecido. Asimismo, Harkness se ha valido de hechos históricos y personajes clave (como el de Bridget Bishop, una de las mujeres que fueron condenadas durante los Juicios de Salem, y que en la novela es representada como una bruja real, de la que desciende Diana) para impulsar la imaginación del lector, e incluso, proveer algo de “credibilidad” a su ficción. Las lecciones de alquimia básica, su historia, simbología e imaginería también le dan ese toque de provecho, puesto que la misma Harkness es una especialista en el tema. Realmente, la novela posee, al menos en primera instancia, los elementos necesarios para erigirse como una buena fantasía moderna, que vale la pena leer. Pero no llega a serlo. Y no por su intención de incurrir tanto en el romance como en los componentes fantásticos, sino, por el simple hecho de que Deborah Harkness da la impresión de no haberse planteado siquiera un bosquejo de su propia novela, y lo que leemos de ella parece más un primer borrador que una obra en sí. 

En primer lugar, la trama de la novela no termina de quedar clara, y se debe a la misma organización malograda de la historia. Se nos plantean los prometedores misterios al principio, sin embargo, todo queda varado por varios capítulos para darle protagonismo al “desarrollo del romance” de Diana y Matthew. Y el cómo se desarrolla dicho romance llega a ser bizarro cuanto menos. El vampiro ansía protegerla, pero, al mismo tiempo, ansía la sangre de Diana y sabe que debe alejarse, aunque no lo consigue. También desea el libro, y comparte con la bruja todos sus conocimientos sobre el Ashmole 782. Aun con todo a lo que ambos se enfrentan solo por el hecho de estar juntos, en medio de tantas criaturas inquietas por saber más sobre el manuscrito, Matthew y Diana sacan tiempo para ir a unas cuantas clases de yoga (solo para criaturas). En unos pocos días, ambos se saben irrevocablemente enamorados, tanto así, que el vampiro se lleva a Diana a su ancestral fortaleza en Francia para protegerla. Diana se entera de la Congregación, un grupo de criaturas creado hace siglos para mantener ciertas reglas que aseguren la existencia de las tres especies “desconocidas” que coexisten con los humanos. Y faltaba más, una de las leyes de oro es que no puede haber relaciones entre criaturas. 

Todo lo anterior habría salido como una excelente segunda trama, a la par de la persecución a la que Diana es sometida tras su encuentro con el Ashmole 782, si la historia hubiese tomado otro rumbo, o al menos, tenido un desarrollo menos enclenque. Así pues, lo que comenzó como una combinación de True Blood con Grimm, terminó siendo una versión “más madura” de Crepúsculo, con ciertos toques de historia y fantasía. En mi opinión, la magia (si se me permite usar la palabra en este contexto) se perdió antes de llegar a la mitad. La premisa que me hizo saltar dentro de la historia se difuminó, dándole paso a lo que, a momentos, se limitaba a ser un romance idílico-trágico entre dos personajes que no terminaban de desarrollarse. Es decir, que ni siquiera la historia de amor entre Diana y Matthew llega a ser convincente. Todo pasa demasiado rápido, y aunque la autora intenta excusarlo mediante argumentos sobre las diferentes formas que los humanos y las criaturas tienen de percibir el tiempo, sobre todo, los vampiros, la verdad es que sigue siendo una razón pobre. De la noche a la mañana, el vampiro y la bruja se aman tanto como para enfrentarse a quienes hagan falta, con tal de defender su amor. O morir en el intento. 

Pero esa no es toda la historia. Eventualmente, volvemos al vínculo entre Diana, su magia y el misterioso manuscrito. Diana es más poderosa de lo que imaginaba. Su magia, de alguna forma, está ligada a su amor por Matthew. Y los padres de Diana, quienes fueron asesinados cuando ella era una niña, parecían saberlo todo. O casi todo. La historia “avanza” de una manera extraña, y al ser Diana la única narradora, con algunas excepciones por parte de Matthew, en verdad conocemos muy poco sobre los otros personajes que van apareciendo en escena. La Congregación los persigue, pero no sabemos casi nada de estos peligrosos antagonistas, solo que algunos son personajes históricos. En fin, desde mi perspectiva, la historia se volvió muy dispersa. No sigue la línea de desarrollo tradicional (Introducción, nudo, desenlace), aunque tampoco puede afirmarse que siga un patrón específico. Sin ir más lejos, se siente como si Matthew y Diana van saltando de un escenario a otro por pura inercia, explorando superficialmente a los personajes secundarios importantes y dirigiéndose a un final que sí encaja con la historia, pero que desde hacía mucho tiempo había perdido su encanto. 

Pienso que, con un mejor dominio de recursos literarios, Deborah Harkness habría conseguido un drama de fantasía respetable, donde el amor de los protagonistas podría haber mantenido la relevancia que buscaba, pero sin caer en un romance somero. Con todos los elementos fantásticos en juego, realmente esperaba algo al estilo Aragorn y Arwen, por poner un ejemplo. Es decir, una historia de amor sólida y acorde al resto de las tramas. Siguiendo esa línea, quisiera volver a la limitación del narrador. Habría sido interesante tener a un narrador omnisciente dando cuenta sobre la conspiración que tenía lugar en contra de Diana, Matthew y sus respectivas familias, así como los otros personajes que alcanzaron visibilidad hasta casi el final. En pocas palabras, tenemos partes relevantes de la novela fuera de escena. Y es cansado, porque me refiero a un libro de más de 600 páginas, donde la narración solo se refiere a lo que está pasando con Diana y Matthew. Llega un punto en que uno se exaspera ya con su “amor”, y cualquier encanto que despertara el vampiro en las lectoras queda estancado en los interminables vaivenes entre ambos. 

Llegados al final del libro, por muy prometedor que quedó, al menos en lo referente a mí, lo ya leído me enseñó a no dar por hecho nada con esta saga. No obstante, decidí ver la serie, dado que el potencial de las novelas en realidad me hacía mucha ilusión. Y, a decir verdad, encontré que los creadores definitivamente intentaron corregir la progresión de la historia, al igual que algunos giros argumentales. No digo que sea una gran apuesta televisiva, pero, ciertamente, la serie tiene más sentido y un ritmo muchísimo mejor. Cada personaje tiene sus momentos de interés, y el romance de Diana y Matthew se abre paso entre ellos, con un poco más de naturalidad. Claro que sigue teniendo sus fallos como serie de televisión, a la vez que procura apegarse a los libros, pero en comparación con la primera novela, siento que la adaptación vale más la pena. Me gustaría finalizar diciendo que a lo mejor El descubrimiento de las brujas es una obra indicada para jóvenes que están empezando con el hábito de la lectura, más que para los avezados amantes de la fantasía. Posee los ingredientes perfectos para atrapar a un lector romántico, y si el romance es lo imprescindible para quien tenga la obra de Deborah Harkness en mente, entonces recomiendo saltarse toda mi reseña e ir corriendo a leer su saga de romance con fantasía.

Sobre el Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones recientes

Videos Recientes

Cargando...

Revista digital