¿Cuáles son tus retos y sueños como joven nicaragüense?
Por Fresia Salvaje
Yo era ejemplar, entré joven a la UNAN, a mi primera opción; nunca había dejado ni una sola materia en mi trascurrir académico. Aunque no necesariamente sean validación de gran inteligencia, no tenía quejas de mis calificaciones; becada externamente, y no lo era interna por decisión propia. Estudié para ser maestra y desde primero hasta cuarto año, verdaderamente guardaba la esperanza de lograr cambiar el país a punta de mi esfuerzo, sacrificio y dedicación; mi generación estaba en disposición de aplicar en la práctica, lo que habíamos conocido en teoría: Nicaragua lo vale, el pobre paisito te necesita a vos, joven, tu vida es importante, el cambio que propongás mejorará los años de miseria en los que tu patria ha estado sumergida.
Mi grupo de clase, “los que íbamos limpios”, nos graduaríamos en 2018, yo tenía veinte años; pero esta no es una confesión más de que a veces me arrepiento de haber participado en la insurrección, de haber trastornado mi vida, mi futuro, por ideas que no sé en qué momento las corrompieron (si antes o durante, o después), me arrepiento a veces, de haberme alentado a participar en un movimiento que tuvo como resultado heridos, asesinados, secuestrados, desaparecidos y exiliados. No, esta no es del pasado, esta va para el futuro, el porvenir que es hoy, 2021. Mi reto para este año es lograr terminar la monografía que a propósito he postergado por autosabotaje, mi meta es defender y titularme antes que se arme el despelote de las elecciones en noviembre; culminar lo que por dos años por depresión, ansiedad y estrés postraumático me he fresqueado de completar.
¡Porque es que yo no era así! Yo fui ejemplar, podía desvelarme, pasar hambre y penas por el amor a la esperanza, porque el paso corto era profesionalizarme y el paso largo, colaborar con la mejoría del país; pero ya no, todo te desanima. Y mi sueño, mi sueño es… no tengo, y estoy cansada que los adultos intenten motivarme, diciéndome que todo puede cambiar, que Nicaragua es así, que nos adaptamos para sobrevivir. Pero yo no tengo un sueño, mi anhelo se fue, se dio duro contra la realidad torturante de los crímenes cometidos y la impunidad consiguiente; saber que un grupo de poder te puede aniquilar la vida, los planes, separar a tu familia, atormentarla y manipular tu memoria, que ni en la muerte encontrarás alivio; duele hasta recordarlo. Y como yo ya me quemé con leche hervida tres veces, soplaré esta cuajada llamada “no tengo que echarme la patria al hombro, no merece que exponga nuevamente mi vida y seguridad”; ya te dimos mucho, Nicaragua, cuando no te debíamos nada.
Mejor que mi sueño sea lograr establecer un hogar con mi pareja, pero siempre con la precaución de mantener un plan de escape, por si la vida en el centro de Centroamérica, se vuelve insoportable. Si fuera tan fácil, como solo desearlo y que los poderosos apartaran sus intereses por el bien de todos: sueño que el tirano entregue su carta de renuncia a la Asamblea, que lo siguieran sus colaboradores, si se realizaran, luego, las reformas electorales necesarias, sueño con elecciones reales y participar en ellas (tengo veintitrés, y nunca he ejercido el sufragio), sueño con que mi voz cuente en referéndums, con Estado de Derecho, con la Nicaragua pluricultural, descentralización de poderes, autonomía departamental, libre mercado, estado laico, protección a nuestros recursos naturales, lograr la competencia educativa, entre tanto más; pero parece, que será solo un sueño.