Seleccionar página

La fábula del silencio impuesto

La fábula del silencio impuesto

Por: Marlon Suarez

Una de las narrativas más repetidas en los últimos años es la idea de que «ya no se puede decir nada», que vivimos bajo una especie de dictadura cultural donde la corrección política, el «wokismo» o el «progresismo» han impuesto una mordaza a la libre expresión. Pero esa afirmación, tan instalada como emocionalmente atractiva, se derrumba apenas se observa el panorama real: hoy, más que nunca, todo el mundo está hablando.

No solo se habla: se grita, se publica, se viraliza. En cada red social, canal de YouTube, podcast o columna de opinión se encuentran discursos de todo tipo, desde los más progresistas hasta los más reaccionarios. Jordan Peterson, por ejemplo, es un autor que ha construido una carrera global criticando al feminismo y al “marxismo cultural”. Sus libros son éxitos de ventas y sus charlas llenan auditorios. En el mundo hispano, figuras como Agustín Laje o Gloria Álvarez tienen miles de seguidores y venden entradas como si fueran bandas de rock. ¿Dónde está la censura total de la que hablan?

En América Latina también se ve con claridad. Desde la derecha, personajes como Javier Milei —antes economista outsider y hoy presidente argentino— construyeron su ascenso mediático a base de gritar contra el “progresismo” en programas de televisión y redes sociales, con total libertad y mucha repercusión. Y desde el otro extremo ideológico, youtubers como Nacho Levy (La Garganta Poderosa) o periodistas como Daniel Jadue en Chile amplifican discursos de izquierda sin que eso implique estar silenciados o marginados. El ruido es generalizado.

Lo que en realidad molesta no es que alguien no pueda hablar. Lo que incomoda es que ahora hay otras voces que responden, cuestionan, discuten. No hay menos libertad: hay más competencia. Y en esa competencia, algunos que antes monopolizaban el micrófono ahora tienen que compartirlo. Eso es lo que verdaderamente irrita. Basta con ver cómo muchos intelectuales o columnistas de diarios tradicionales, antes intocables, hoy enfrentan críticas públicas inmediatas en redes. No están silenciados: están disputados.

El supuesto triunfo total del wokismo es más bien una construcción útil para quienes buscan victimizarse mientras siguen acumulando visibilidad, clics y poder. No hay cancelación cuando el cancelado consigue un contrato editorial más jugoso que antes, como Dave Chappelle con sus especiales en Netflix o J.K. Rowling, cuyas ventas se dispararon mientras polemizaba en Twitter (X). O cuando sus ideas se multiplican en ecosistemas enteros de medios alternativos que crecen gracias al algoritmo.

La batalla no está ganada ni perdida. Está en curso. Pero el campo de juego está lleno de voces, no de silencios. Quien dice que ya no se puede hablar, probablemente es que ya no puede hacerlo sin réplica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Videos Recientes

Cargando...

Revista digital