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Una sociedad enferma con personas que se adaptan

Una sociedad enferma con personas que se adaptan

Por: Tania Santamaría 

En la actualidad, se estima que el 3.8% de la población vive con depresión, y el 4% con ansiedad (OMS, 2023). Por supuesto que estos números son oficiales y hablan de vivencias que cumplen ciertos criterios. Pero la realidad es que la depresión y la ansiedad se pueden vivir en distintos espectros, y para mí, en mi consulta clínica, son dos grandes indicadores de cómo se (sobre)vive a este sistema capitalista e individualista en el que vivimos.

La depresión se puede entender como el conjunto de distintos síntomas: irritabilidad, tristeza profunda, pocas o nulas ganas de hacer cosas que antes se disfrutaban, comer

mucho o poco, dormir mucho o poco, y ya en casos de mayor gravedad, ideación o intención suicida. La mayoría de estas cosas, en algún punto de la vida, todas las personas lo sentimos. Es una respuesta natural y adaptativa a las pérdidas, al cansancio, a la falta de relaciones significativas y momentos de placer, disfrute y ocio.

En un mundo donde se trabajan 8 horas por día, se usa tiempo extra para el traslado, se

hacen labores domésticas, se cumplen pendientes, hay estrés por situaciones personales y aparte las del contexto, ¿no es esperado que las personas perdamos el disfrute o nos llenemos de tristeza de vez en cuando?

Decía Eric Fromm que en una sociedad enferma, lo natural es tener personas enfermas.

Que la salud no puede existir cuando se resiste a contextos adversos, los cuales van a

tener, inevitablemente, efectos las personas que habitan dentro de éstos. Yo me pregunto si es que hoy en día estamos más expuestas a las hostilidades del medio, o si simplemente hoy tenemos una conversación más abierta en torno a las vivencias de salud mental. Eso no lo sé; pero lo que sí sé, es que la cantidad de veces que atiendo a personas que viven respuestas emocionales a un contexto adverso, son más de las que quisiera admitir.

Tantas, pero tantas veces se habla en espacios de salud mental sobre las “enfermedades” o los “problemas” que las personas tienen y con los cuales hay que trabajar. Y sí, sin duda hay mucho que observar y entender en las conductas individuales, ¿pero son enfermedades o simplemente son las respuestas lógicas, esperadas y humanas ante la violencia y el constante estrés?

De hecho, la ansiedad es, más que un diagnóstico, una respuesta natural y evolutiva que se activa cuando hay peligro, amenazas o algo desconocido frente a nosotros como personas. El cuerpo prende las señales de alerta para poder ayudarnos a reaccionar ante lo que aparezca de manera rápida y que así podamos aumentar nuestras posibilidades de sobrevivir o superar aquello que tenemos enfrente.

Nuevamente, en una sociedad tan cambiante, tan impredecible, con tantos riesgos, ¿no es natural y hasta sano que vivamos con la ansiedad prendida? Sin duda es una experiencia muy desagradable, y algo que cuando nos sobrepasa, podemos aprender a regular y calmar; pero es imposible pensar en un cuerpo que no responda ante las amenazas del medio.

En el área de salud mental se habla constantemente de los individuos, y a mi parecer, habría que estar hablando mucho más de los contextos en los que nos estamos desarrollando las personas para generar estas respuestas. Porque desde donde yo estoy parada, desde donde trabajo, no son diagnósticos y mucho menos enfermedades. Son reacciones completamente adaptativas que nos señalan un problema mucho más profundo: la manera en que esta sociedad está constituida.

Cada vez existen menos espacios recreativos, o menos posibilidades para salir y tener ocio sin pagar. También se van reduciendo las redes de apoyo y las relaciones profundas,

porque estamos ocupados, cansados o simplemente, hay obstáculos que vencer para poder conectar: el tráfico, el presupuesto mensual, la hora de llegada a la casa para que no sea inseguro, los quéhaceres del hogar que se hacen en fin de semana porque en las noches de los días laborales uno llega deshecho a querer descansar. En fin, el mismo medio nos va aislando, explotando, y luego se nos cuestiona por qué estamos enfermos.

¿En verdad somos las personas quienes enfermamos? ¿O somos las personas las que,

gracias a nuestra evolución e infinita capacidad de adaptación, hemos logrado responder de manera adecuada a este ambiente? El problema acá es que el mismo contexto (o sea, el capital, el patrón) se queja de que no podemos.

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