La libreta de la juventud eterna

La libreta de la juventud eterna

Por: Carlos Fernando Gómez González

“Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer.” -Rubén Darío

No era tan inusual que un nuevo estudiante se incorporara al grupo, especialmente en el primer año de carrera, pero aquel joven estudiante que se unió a la carrera de animación y arte sí era alguien extraño… Era talentoso, pero ver cómo se perdía en la nada y susurraba cosas al viento, le ganó el rechazo de la mayoría de sus compañeros. 

Durante una clase, mientras el profesor revisaba la asignación semanal mesa por mesa, la libreta de aquel estudiante misterioso cayó desde su mochila hacia el suelo como si quisiera ser vista. El maestro la recogió para devolvérsela y logró ver algunos retratos bien elaborados. Parecía como si no tuviera nada más que enseñarle; dominaba bien las proporciones, las luces y sombras, y su nivel de composición era excelente. El profesor le felicitó y le dijo que esperaba mucho de él.

El compañero que se sentaba atrás de él observó todo y no dudó en expresar su admiración y en pedirle un favor. El cumpleaños de su madre era al día siguiente, pero según él, no había podido conseguir algo digno. 

—¿Podrías hacerme un dibujo? Es para mi mamá. Quería dibujar una foto antigua de ella, pero no tengo el nivel suficiente para hacerlo, así podría entregarle un dibujo y buscar algún detalle extra —dijo su compañero.

—Si la dibujo, sería como si volviera a esa edad —respondió el estudiante misterioso.

—Estoy seguro que lo apreciaría —dijo su compañero—. ¿Puedo enviarte la referencia hoy?

El estudiante cerró el trato dándole un apretón de manos. Al día siguiente, en la mesa de dibujo se encontraba dando los últimos detalles antes de entregarlo. Con el dibujo terminado, lo firmó y lo entregó a su cliente.

Unos minutos después, su compañero pidió permiso para salir a contestar una llamada de su madre. Repentinamente, entró al aula y gritó: “¡¿Qué le hiciste al dibujo?! ¡Mira!”. Su madre estaba al teléfono y se miraba muy joven. Todos voltearon a ver sorprendidos. 

—Perdón, es que quería trabajarlo ahí —murmuró el estudiante misterioso al aire—. ¿Les debería decir de la libreta? —preguntó una vez más al aire. Un fuerte viento invadió el salón de clases—. Puede que tengamos más trabajo ahora —dijo culminando su conversación con la nada.

La libreta tenía la capacidad de devolverle la juventud a la persona que fuera retratada en ella. Revelado el secreto de la libreta, se amontonaron alrededor del joven. El profesor hizo lo posible para calmar el ambiente del aula, pero no tuvo tanto éxito, pues la mayoría no podía dejar de pensar en esa libreta y no paraban de ver a su portador. Al final de la clase, todos se acercaron al joven para ver los dibujos de su libreta. 

Al terminar las clases, toda la universidad murmuraba sobre aquel estudiante. Algunos maestros y demás personal del campus lo rodearon al salir para pedirle un dibujo en esa libreta. “Todo sería más fácil si fuera más joven”, “ojalá volver a esos años”, “burlar al tiempo suena interesante”, decían mientras reían.

Día a día entregaba dibujos a sus clientes satisfechos. Pero como era de esperarse, su reputación traspasó los portones de la universidad y rápidamente se volvió popular al punto de ser conocido mundialmente. Las solicitudes no paraban de llegarle y había quienes pagaban altas cantidades de dinero para separar su cupo en esa libreta y volver a la juventud. Luego de unas cuantas semanas, logró alcanzar una buena fortuna gracias a la libreta y al ente misterioso con el que hablaba. 

Un día, la llamada de un viejo amigo le sorprendió. Era una de las pocas personas que le apoyaron a perseguir su sueño de artista cuando pasaba por tiempos difíciles, así que respondió inmediatamente. El motivo era para convivir “como en los viejos tiempos” y agendar una cita junto a una persona aparentemente importante. 

Recibió en su casa a su amigo; a su pequeña hija, que sorprendentemente parecía sana y salva, pues sabía que recientemente, estaba enfrentándose a una enfermedad mortal; y a un señor alto y elegante. La vestimenta de su cliente era un tanto anacrónica, como si estuviera atrapado en el siglo XX.  

Los amigos se pusieron al día mientras bebían té. Luego de un tiempo, el cliente solicitó ver los dibujos en proceso. El joven fue a buscar su libreta y bajó emocionado con ella. Sin soltarla, mostró cada uno de las comisiones que se encontraba haciendo. 

—Algunos solo me faltan entregarlos, y quedan unas cuantas páginas todavía —dijo orgulloso.

—Sé que la libreta hace parte de la magia —interrumpió la niña—, pero ¿cuánto tiempo le tomó llegar a ese nivel de dibujo?

—Ya llevo un buen tiempo en esto. Con mucha practica se mejora —respondió el joven—. No puedo quitarle mérito a esto —dijo señalando la libreta—. Me permitió engañar al tiempo.

De repente, las luces empezaron a parpadear. El ambiente de la casa se tornó tenso, y empezaba a adentrarse una oscura y densa niebla, a pesar de que, evidentemente, el exterior estaba soleado. Un frío aire recorrió a los presentes.

 —¿Peligro? —preguntó el joven en tono serio al aire—. No, puedo confiar en él —respondió a la nada—.  ¿El otro? —dijo volteando con desconfianza hacia su cliente.

—¡Ahora! —gritó el cliente, y el amigo del dibujante le arrebató de las manos la libreta para prenderle fuego con un encendedor.

 Todas las hojas quedaron reducidas a cenizas y simultáneamente aquellas personas cuyos dibujos estaban terminados, empezaron a arder en unas incontrolables llamas en el lugar en el que se encontraban; los que ya habían recibido anteriormente sus dibujos, también ardieron junto a sus páginas. Y cuando la libreta se volvió cenizas, el dibujante, que ciertamente había aprovechado una de sus páginas, también lo hizo. Luego, se escuchó un estruendoso grito seguido de un sombrío silencio.

—Gracias, ya está hecho. Cumpliré con mi palabra. Tu hija vivirá más tiempo, pero su vida seguirá siendo efímera. Aprovéchenla —exclamó el cliente misterioso mientras se alejaba observando su reloj de bolsillo y desaparecía entre las sombras.

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