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No hay trabajo malo…

No hay trabajo malo…

Por: Rolando Dávila Sánchez

Si se piensa en el trabajo, lleva coludida inevitablemente la idea de dinero o remuneración, incluso al preguntarle al chat GPT, sólo dos de ocho definiciones no llevaban esta noción explicita o implícitamente. Por ello, estrictamente hablando, mi primer trabajo habría sido el espanta-pájaros o apedreador de aves, no lo tomen a mal, les cuento: mi familia materna, mi abuelo (q.e.p.d), mis tíos se han dedicado a lo agropecuario, en una ocasión sembraron unas manzanas de trigo y necesitaban que alguien fuera a darles rondas, haciendo ruido para espantar las aves o tirando piedras para que se fueran; ni que tuviera puntería como para darle alguna. Claro que había otro chavalo haciendo lo mismo y por el mismo pago, me le sume en las vacaciones de la escuela, tendría unos 13 o 14 años. Saber en que gastaría la paga, tampoco era mucha y no creo que valieran las asoleadas y pasadas de hambre. Aunque en comparación, mi amigo Jonathan cargaba canastos con mercadería en el mercado. 

A la par del sentido de trabajo igual dinero, lleva la idea de que un trabajo produce, genera, cubre necesidades… lo menciono porque en la siguiente actividad que laboré, no fue remunerada, ni cumpliría con esas definiciones, ya que fui bombero voluntario del benemérito. Pero si refleja compromiso con uno mismo y con los demás, en el que se asume la responsabilidad de realizar una labor con dedicación y esmero. Pero también la emoción de viajar a prisa, la adrenalina, igual era poca, por suerte. Más era el sol que nos sigue a todos lados, cuidando eventos, procesiones, con el calor capitalino; mucha espera y devoción, vaya, si incluso pasé un 31 de diciembre en guardia. 

En la universidad, tuve la oportunidad de calificar para un programa de apoyo en el que se ejercitaban o se seguían explicaciones para las asignaturas típicamente más difíciles de primer año, como matemática, química, física y español inclusive; un reforzamiento. Con 800 pesos al mes, en aquel entonces, me alcanzaba para cubrir mis gastos, incluso logré abrir una cuenta bancaria de ahorro y pude haber hecho más, de no ser por los vicios comunes. Es nada, en esa época mi colega Frederick trabajaba las vacaciones como mesero.

A mediados del último año de la universidad nació la que sería mi hija, ya el estipendio quedaría lejos, sin embargo, funcionó un tiempo, apoyo no faltó, más el extra que recibía por las prácticas finales. En cuanto culminé, la misión era clara, había que buscar chamba, se logró, con búsqueda incansable en páginas amarillas, apuntando a todo lo que pudiera. Un medio tiempo en un instituto, dando clases de inglés. Luego, una profesora requería apoyo en los proyectos que cubría, sería el otro medio tiempo, a veces extendido. La divergencia de método hizo que la directora me despidiera, estuvo bueno, por cantidad de vicisitudes. Al de la tarde empecé a llegar a media mañana, nos fue bien, incluso se complementó el equipo con otros compañeros de la carrera, uno, dos, tres… creo que llegamos a ser seis o siete. Experiencia que al año me llevó a otro trabajo, intercambio que a su vez me llevó a la gran familia que fue EPC, que a su vez me condujo a un grandilocuente desarrollo académico y profesional, hasta dónde me encuentro… Cansado, vaya, ahora que cuento todo el trayecto, si ya lo decía Don Ramón: “lo malo no es el trabajo, es tener que trabajar”. Pues claro, si nos ofuscamos con todas las presiones sociales y significados que trabajar conlleva, tan sólo 2/8 ofrecen algo más que dinero, producción y necesidad; queridos lectores, me gustaría saber que opinión le dan al término trabajo.

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