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Disociación y fragmentación en tiempos de paz obligatoria.

Disociación y fragmentación en tiempos de paz obligatoria.

Disociación y fragmentación en tiempos de paz obligatoria.

Escrito por: Juller Torres

 Soy como cualquier nicaragüense que producto de las atrocidades y la violencia desatada, igual que todos los males salidos de la caja de pandora y que luego de perder el empleo, gastar todos los ahorros y bajar a todos los dioses disponibles para poder conseguir un empleo «digno», me vi en la imperiosa obligación de convertirme en lo que hoy mal llamamos emprendedor. 

 Sí, soy uno más del taller de la crisis que se ha inventado una opción para subsistir. Afanosamente logré aperturar un cafetín con desayunos y almuerzos, bajo un concepto distinto. (eso es lo que todos creemos) Después de quebrarme en llanto y gritar de ira ante tanta injusticia, porque soy emprendedor, pero también soy militante de la lucha social en la que estamos, sufrir todos los atropellos contra conocidos y desconocidos que queremos una Nicaragua libre, hace unos días mientras hacia una publicación en la página que he abierto para mi negocio, me invadió una duda; ¿tendremos una navidad feliz? y no me refiero a toda la fanfarria de luces y basura impuesta por los genocidas en cada rotonda. Me pregunté, ¿porque la gente se desborda comprando basura en las «REBAJAS» que están haciendo algunos supermercados y tiendas? ¿realmente entienden que solo están participando de un método distractor, igual que una droga nos distrae de la realidad?

 Es justo aquí cuando me invade la incertidumbre, mientras cuidadosamente elijo los acompañantes para los platos que ofreceré como combos navideños y de fiestas de despedidas. El pecho me palpita y una pequeña voz grita en mis adentros, ¿qué fiestas, que navidad?, ¿hay algo que celebrar? ahora el rojo navideño es la sangre de los quinientos y tantos asesinados. Rompo en llanto porque me duele hasta el tuétano, me duele la incertidumbre de todas las madres y las familias que han perdido un ser amado y me duele las madres y las familias que ni siquiera saben si ese ser amado aún vive, o si está siendo torturado o si sus restos ya no existen ni para reconocerle.

Luego otra voz, pero este está arriba, en mi cabeza, me susurra dulcemente… «hay que pagar las cuentas, el alquiler, la comida y una larga lista de deberes»; continuo con las opciones de ensaladas y aderezos. Nuevamente las vocecitas del corazón gritan: ¡HAY TANTOS QUE NI SIQUIERA TENDRÁN PARA PAGAR LA CENA DE HOY!… continuo con los acompañantes y la voz de arriba me susurra, también hay que poner sangría y rompope, el guaro vende y la gente prefiere el olvido efímero del dios Baco, que la dolorosa ponzoña de la realidad.

Terminé el menú, pero aun no me atrevo a publicarlo, aún pesa la consciencia y pesa el alma, ante toda esta bestialidad. Creo que tendré que ofertar algo, a fin de cuentas, también otras personas dependen de este pequeño emprendimiento, pero es imposible fingir demencia ante esta tortura a la que los Genocidas nos han llevado, porque no solo son los daños físicos, las muertes, las desapariciones, también han impuesto un clima de terror y desmoralización, nos están fragmentando el alma, nos están obligando a disociar entre la coherencia, la responsabilidad y los principios humanos. Como un hechizo, han formado una barrera entre la realidad atroz y cruel que ellos han impuesto y la seudo normalidad de la cotidianidad de zombis obreros. Mi corazón grita «LIBERTAD, SIN JUSTICIA NO HAY PAZ». 

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