Brisas de mayo
Escrito por: Kerstin Miranda
El cielo sabe cuándo llorar
y cuándo dejarnos caer sus abrazos.
En esos días, los más duros,
la patria habría querido, seguro,
estar ausente,
encerrarse en el ropero y apagar las luces
para no enterarse fatídicamente
de que alguno de nosotros, de nuevo,
le hacía falta.
Nosotros la vimos callada, gris,
conteniendo la respiración, estática,
casi con la misma quietud
que se encarga de avisarnos, a veces,
cuándo va a temblar.
Le entregamos una ofrenda involuntaria.
Ellos se ofrendaron
con la única esperanza
de arrancarnos los grilletes.
Pero la patria habría de enterarse, irremediable,
al infiltrársele la sangre dulce
en cada centímetro del cuerpo.
Y ya nos lloró. Ya nos agitó.
Y ahora, no teme ni se esconde,
mas se estremece ferviente su tierra
cuando nosotros le regresamos vigorosos
en las arterias.
Ya no se le ven las lágrimas,
ya no es eso lo que llueve.
Ya la patria ha dejado caer
en toda su tierra
el germen de sus héroes
y en nosotros los deja florecer.