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La República Federal de Centroamérica: Un sueño y solidaridad.

La República Federal de Centroamérica: Un sueño y solidaridad.

Por: Mauricio Alexander Jovel Salinas

Posterior a los movimientos independentistas de inicios de 1800 en Centroamérica, culminaría con la salida del Imperio Español en 1821, cuya acta se firmó el 15 de septiembre del mismo año, dando inicio a una nueva impronta dentro de las fértiles y extensas campiñas del centro de América. Voces altisonantes debatían sobre el nuevo rumbo a tomar.

Aunque aún existían deseos unionistas y aspiraciones a nuevos imperios, también se escuchaban valientes voces promoviendo la idea de una nueva patria, encabezadas por el cura José Matías Delgado. Delgado promovía la independencia extranjera pero la conformación de un nuevo territorio dirigido por los habitantes del Centro de América.

La nueva causa centroamericana daba inicio entre pugnas, guerras civiles y amenazas extranjeras. Antes de hablar de ello, debemos saber que el nacimiento de la República Federal de Centroamérica tiene su fecha de nacimiento el 22 de noviembre de 1824 gracias a la conformación de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América (creada posterior a la invasión mexicana en 1823), cuya ciudad principal fue la capital del Estado de Guatemala. Aunque su capital cambió a distintas ciudades del Estado de El Salvador, los principales poderes administrativos y judiciales se encontraban en dicha ciudad.

Su primer presidente fue el salvadoreño Manuel José Arce en 1825, quien después sería obligado al exilio en su guerra civil por quien se consideraría el padre y principal defensor de la unión centroamericana, el hijo meritísimo de Honduras, Francisco Morazán como detalla parte de dicho juicio Antonio Cevallos en su libro “Recuerdos Salvadoreños. Tomo II, Pág. 141”. Cuyos ojos se cerraron un 15 de septiembre de 1846 en Guanacaste, Costa Rica, con valentía y aceptación plena de su destino en amor a la República Federal de Centroamérica.

Lamentablemente, las pugnas internas y deseos de concentración del poder promovido por aspiraciones separatistas dieron fin a dicha confederación en 1841, siendo El Salvador el último en abandonar la intención de unificarse nuevamente. Al hablar de la unión centroamericana o la patria grande, nos enfrentamos a diversos retos, entre ellos, la desinformación y falta de interés en conocer dicha historia.

La República Centroamérica fue un proyecto que nació conflictuado y continúa siendo ignorado por diversos sectores oportunistas de la segregación a costa de falacias de soberanía y patriotismo. Aunque la idea de la patria grande pudo haber sido concebida en los estudios de Dionisio Herrera al guiar a su sobrino; futuro héroe y mártir de Centroamérica, Francisco Morazán, la interpretación literal de este proyecto enfrentó diversos retos y pugnas debido a los aún deseos criollos de depender monárquicamente.

Podemos comprender la idea entre 1821 y 1823 del proyecto unionista como la intención de unir el potencial imperativo de una región cuyos recursos, ubicación geopolítica y poderío militar podrían representar una amenaza a las entonces prematuras potencias regionales que aún, a pesar de los movimientos independentistas americanos desde Canadá hasta el Virreinato de Río de la Plata (hoy Argentina), existían sentimientos e intenciones dependientes de corrientes europeas.

Pero Centroamérica no es de por sí un proyecto sin echar a andar, a pesar de sus pugnas internas, guerras civiles, fusilamientos entre caudillos y modificaciones territoriales. El sentimiento de hermandad entre las hermanas repúblicas hijas de Morazán no estaría del todo sepultado. Sería una acción militar cuya violación a la soberanía de los estados que componían la extinta confederación centroamericana, la que pondría en vilo el fijo reconocimiento y respeto al poder unionista de dichas naciones, con la invasión injustificada y abusiva de los filibusteros estadounidenses a la hermana república de Nicaragua en 1856 según nos relata Carlos Pérez Pineda en su obra “Y pereza primero la patria que humillarse sin brío ni honor, La guerra centroamericana contra los filibusteros 1856-1857”.

La cual, a pesar de la superioridad tecnológica armamentística, no fue problema para que las antiguas repúblicas hermanas dejaran sus diferencias de lado para, una vez al fin, defender y cuidar su soberanía de una ocupación extranjera.

Al contrario de la acción militar del entonces Imperio Mexicano, a manos de Agustín de Iturbide, donde, siendo su primera guerra la civil, arremetieron a someter en nombre de una influencia ajena entre 1822 y 1823, con deseos unionistas a un nuevo imperio donde, lastimosamente, la sangre y carne centroamericana conocieron luto por mano propia.

Siendo así el nacimiento de figuras como Francisco Morazán, Antonio José Cañas, Manuel José Arce, entre otros. El proyecto centroamericano, dentro de sus altos y sus bajos, representaba en aquel entonces la indiferencia y egoísmo de aquellos sectores ignorantes del poderío unionista y el impulso que el istmo significa para el continente americano.

Aunque hoy en día la idea de la unión de la antigua República Centroamericana sigue vigente, debemos comprender que nos une más que una extensión de tierra dividida ideológicamente; nos unen los esfuerzos y el sacrificio de los hombres y mujeres que ofrendaron su vida defendiendo la soberanía y la independencia, de poder decidir como estados soberanos.

Debemos comprender que juntos nos convertimos en una potencia emergente en diversos aspectos; imaginemos por un momento la influencia y enseñanza económica de Costa Rica, el progreso infraestructural de Guatemala, la producción agrícola de Nicaragua y El Salvador, la inmensa riqueza cultural y territorial de Honduras y, por supuesto, la bienvenida a nuestros hermanos de Belice. Aunque pertenecía a la Gran Colombia, nuestra hermana Panamá forma parte intrínseca dentro de este sueño

Enfrentamos aún hoy, a dos siglos de su creación, las lastimosas intenciones separatistas que no permiten que juntos podamos ser el faro que impulse a las naciones segregadas del mundo a una coalición cuyo poderío resultaría ser

imposible imaginar, al desarrollo y progreso que, por consecuencia positiva, traería en sí.

No habría muestra más grande de honrar a Francisco Morazán, Gerardo Barrios, Trinidad Cabañas, Antonio José Cañas y demás héroes que, un día, por fin, estrechar lazos y expandir las fronteras que, como micro naciones, nos separan de un proyecto aún más grande de lo que en un momento se diseñó.

Los esfuerzos significativos de políticas conjuntas entre los actuales países centroamericanos para de alguna forma unificar a través del comercio y el intercambio cultural son un punto de partida, a destacar también la apertura y facilidad de trámites migratorios entre El Salvador, Honduras y El Salvador. Podría ser que la economía sea el puente mediante el cual estos países consideren la idea de la nueva confederación con base a las herramientas actuales y los esfuerzos pasados.

Como Morazán que legó sus restos a El Salvador, la patria que le acompañó hasta sus últimos días en Guanacaste, Costa Rica; es nuestra responsabilidad honrar la memoria de los caídos por ese sueño, por ese proyecto, por esa patria grande, tu patria, mi patria, nuestra madre patria: La República Federal de Centroamérica.

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