
La presencia femenina en el panorama nicaragüense

Por: Fernando J. Treminio
Para las mujeres importantes de mi vida: mi madre, mi abuela, mi hermana y mis amigas
«La mujer nicaragüense no tiene un tipo marcadamente definido entre las del resto de Centroamérica; pero hay en ella algo especial que la distingue»
Rubén Darío
La mujer es el sujeto social más importante de la humanidad. Desde la concepción hasta cada espacio de interacción interpersonal, ella cumple un papel esencial. No obstante, como la historia lo demuestra, sus acciones fueron minimizadas a un personaje invisible y tácito por personas que mantuvieron sus nombres ocultos y limitaron su participación en escenarios decisivos en el pasado. Por tanto, surge la interrogante: ¿Qué papel desempeña la mujer en la Nicaragua actual? Para darle respuesta, se esbozarán reflexiones clave sobre el tema para la resignificación de la valía femenina y como técnica contra los prejuicios existentes sobre la dinámica mujeril en la sociedad.
En 2024, hubo 91 casos registrados de feminicidios en Nicaragua (Redacción Confidencial, 2025). Lo cual es alarmante, porque es una muestra de que la violencia contra la mujer incrementa y que sus resultados, como familias destruidas, pérdidas humanas, hijos en orfandad y afecciones emocionales, son la prolongación de una dañina tradición en que el machismo y la misoginia se perciben incluso en nuestros días. Basta con salir a la calle, para escuchar cómo hombres y, algunas mujeres, se refieren a ellas con frases y alusiones degradantes y vulgares, demostrando la objetivación de la imagen femenina.
Desde hace mucho tiempo, la mujer se ha enfrentado a la censura por culpa de la ginopia y el sexismo. Casos como Safo de Lesbos, Leonor de Aquitania y Cecilia Böhl de Faber, demuestran que el acallamiento a la mujer es el precio que paga cuando esta se opone a la corriente de pensamiento de su tiempo, despliega su talento o desafía el canon social y religioso. No obstante, desde el siglo pasado, la mujer se ha abierto camino en el ámbito de los derechos. Con ejemplos como Josefa Toledo, histórica educadora chontaleña; Conchita Palacios, primera médica del país y de Centroamérica; Violeta Barrios, primera presidenta en Nicaragua y en el continente americano; y Carmen Mantilla, primera novelista del país, se comprueba la lucha femenina por reivindicar su participación en los distintos campos de la sociedad.
Ciertamente, «es mucho más importante ser una misma que cualquier otra cosa» (Woolf, 2023, p. 162). Nadie podría dar valor a la mujer, si ella misma no lo conoce. Partiendo desde sus circunstancias actuales, toda mujer debería hacerse un autoexamen y responder con franqueza a cuánto valor y respeto se está dando a sí misma y, luego, analizar cuánto lo hacen los demás. Así, podrá trascender en el trasiego de lo malo a lo bueno y de lo bueno a lo mejor. Estar convencida de quién es consiste en el primer pero más decisivo escalón. Los demás, se explicarán en los párrafos posteriores.
En cuanto a la invención de un nuevo paradigma a partir del eros femenino, Belli (2022) explica:
La igualdad formal y legal adquirida dista mucho aún de derivar en un salto de calidad que permita que el factor mujer incida rotundamente en los procesos sociales y modifique la disonancia entre lo que pensamos y decimos y la manera en que vivimos. (p. 225)
Es decir, para lograr un cambio significativo en materia de derechos de la mujer, se requiere un enfoque diferente respecto al rol que esta desempeña en los ámbitos de la sociedad y esto comienza desde la visión que el hombre tiene hacia ella. Debido a la cultura altamente machista que aún existe en Nicaragua, se tiene un concepto trastornado sobre la función femenina, se ha relegado a la mujer únicamente a las tareas hogareña como administradora de la casa y sirvienta de su familia. Lo que ha alimentado ese pensamiento es la errónea interpretación sobre el modelo bíblico de que el hombre provee y la mujer administra. Esto es especialmente cierto en las zonas rurales, donde el estilo de vida de las personas junto con su arraigada religiosidad hace posible que se malinterprete el papel que la mujer debe ejercer. Se debe reconsiderar la aplicación que se le da a dicho modelo, puesto que, el periodo en que se escribió la Biblia, predominaba la sociedad agrícola en la que era necesaria la fuerza masculina para el trabajo de campo, por lo tanto, las tareas domésticas se destinaban a las mujeres. Sin embargo, la sociedad ha cambiado y la urbanización ha permitido el surgimiento de puestos laborales en los que la mujer puede fungir.
Un ejemplo de ello, es la historia de Rut y Nohemí. Ambas eran viudas, por lo tanto, al ser Rut una mujer joven y sin vínculo familiar que la siguiera uniendo a Nohemí, pudo haberse separado de ella; pero hizo lo contrario, permanecieron unidas y, para aportar al hogar, Rut tuvo que trabajar en un proceso agrícola llamado «La Rebusca», que consistía en recoger las espigas de grano que los segadores dejaban atrás y formar gavillas para luego secarlas (WatchTower Bible and Tract Society, 2013). Era un trabajo muy agotador. Esto muestra que, desde antiquísimos siglos, la mujer ha asumido el papel proveedor del varón en la ausencia de este.
Visto desde la óptica sociológica, la mujer no debe ser inhibida de sus responsabilidades ni libertades en el hogar. En otras palabras, el cumplimiento de sus deberes en relación a los miembros de su familia no debe ser excusa para subyugar su desarrollo profesional o laboral. De esa manera, su utilidad en el núcleo familiar irá acompañada de solidaridad por parte de sus parientes y los sacrificios que estos estén dispuestos a hacer a fin de apoyarle, como permitirle el tiempo necesario para el estudio, juntas de trabajo u horarios laborales. A ese respecto, Sorokin (1960) afirma:
… es innecesaria a esta clase de relaciones toda delimitación externa detallada de los derechos y obligaciones, de las medidas y circunstancias, y otras especificaciones y limitaciones de las normas jurídicas impuestas a las partes por una autoridad superior. Se hacen superfluas en un grupo o interacción verdaderamente familísticos, en los que existen dominación y subordinación formal alguna, amos y sirvientes, gobierno y súbditos subyugados… donde el jefe no es más que el servidor de los otros. (p. 153)
Así que, sin disgregar la opinión religiosa de la sociológica, las responsabilidades familiares de la mujer en relación a su esposo o a sus hijos no deberían ser impedimento para que ella limite su actuar dentro del área en que desee desempeñarse. En ese caso, los demás miembros de su familia deben actuar como primus inter pares, estando carentes de derechos y obligaciones meramente definidas, basando su actuar en un verdadero amor ágape libre de imposiciones y procedente de un honesto sentido de comunidad y ayuda, facilitando así que las mujeres forjen su propia historia en calidad de individuo que conforma una sociedad, como ciudadana que aporta al desarrollo de su comunidad y de sí misma y como persona cuyas aficiones y anhelos merecen desembocar en realización satisfactoria sin distingo de su estrato social, apariencia física, etnia o credo político y religioso, constituyéndose no solamente en protagonista de su propia historia, sino también, en hacedora de la historia colectiva que se contará a su prole.
Además, la participación ciudadana de la mujer no se ha limitado a lo laboral, sino, se les ha abierto la puerta a cualquier ámbito en que deseen actuar. Desde el comercio, las artes, la comunicación, la construcción, la educación, la salud, el deporte, la justicia, lo militar hasta la política, la mujer ha traspasado las barreras impuestas por la sociedad y se ha impostado en puestos de autoridad y alta envergadura en los rubros antes mencionados. Actualmente, la mujer cuenta con la libertad de elegir y cumplir sus proyecciones académicas, profesionales, laborales, económicas y familiares en el modo y momento en que ella lo decida.
Lamentablemente, en ciertos casos, sus sueños se ven truncados por malas decisiones o acciones faltas de compasión por parte de los hombres. Por dar un ejemplo, es una constante ver a madres solteras que durante o después de su embarazo, fueron abandonadas por sus parejas, viéndose obligadas a redoblar esfuerzos para criar solas a su hijo, teniendo que asumir ambos roles: proveedora y administradora, sumando a sus obligaciones el cuido y educación de una criatura. Por citar otro caso, niñas cuyos padres no poseían los recursos económicos suficientes para darles manutención, tienen que trabajar una jornada al día y estudiar en turno contrario a su trabajo para poder costear sus estudios y aportar monetariamente a su hogar. Mujeres como ellas son modelos de resiliencia y superación. Son, al mismo tiempo, muestra de lo que la mujer nicaragüense es capaz, o sea, luchar, persistir, esforzarse y salir adelante a pesar de las adversidades, convirtiéndose así en un ejemplo para la sociedad.
En la antología «Historias de coraje para mujeres luchadoras» (Asociación Menonita para el Desarrollo Económico, 2022) se encuentra el testimonio de Heydi Alfaro. Ella es una joven campesina que comenzó a trabajar a los quince años. Desde esa corta edad, encontró su vocación emprendedora al fundar una granja de pollos que ella misma administraba. Pero, sus proyecciones trascendían aún más, pues desde pequeña tuvo el sueño de ser maestra, así que inició sus estudios en la carrera de Ciencias Naturales. Esto permitió su autorrealización, pues alcanzó su meta de emprender y profesionalizarse académicamente, lo que vino acompañado de superación de obstáculos y la admiración de las personas de su entorno. Ella culmina expresando:
Ahora me veo a mí misma como una mujer de negocios capaz de ser también una profesional. Aprendí que tengo el poder de elegir y soy líder de mi propia vida, sin tener que depender de nadie para decidir. Cierro mi historia diciendo que emprender nos permite ser mujeres independientes y capaces de decidir por nosotras mismas, aunque empecemos en pequeño con esfuerzo podemos llegar a ser grandes y ser dueñas de nuestro tiempo. (p. 13)
La experiencia de Heydi revela una verdad muy importante: la mujer nicaragüense es capaz de lograr lo que se proponga; pero, el cumplimiento de sus objetivos puede ser hecho realidad si cuenta con independencia, autosuficiencia y autonomía. Esto no depende de que tenga o no apoyo de su familia y pareja o esté a cargo de hijos, puesto que, los millares de casos de mujeres que se han sobrepuesto a la adversidad, aun pareciendo tener las circunstancias en contra, demuestran que la mente y las manos de la mujer nicaragüense poseen poder y cuentan con la capacidad de ser resilientes y tener el arrojo para que el cumplimiento de sus aspiraciones no dependa de nadie más que de ellas mismas.
Wollstonecraft (2019) afirma: «La mujer, también “completa en sí misma”, cambia del mismo modo la naturaleza de las cosas» (p. 76). Es decir, el hecho de que la mujer alcance la plenitud de sus facultades y logros, no solo representa un cambio en su propia realidad, sino también transfiere al medio en que se encuentre un ideal de transformación. La lucha femenina existe y persiste y sus efectos son evidentes. Las mujeres no solo han logrado que su voz suene cada vez más alto y que su presencia sea factible en distintos escenarios, además han provocado una metamorfosis en la sociedad. El éxito y las cúpulas de autoridad ya no están predominadas por rostros masculinos, la mujer se ha abierto paso por la puerta angosta y ha salido victoriosa, pasando de ser sujeto social a agente de cambio.
Como muestra más sobresaliente y cercana a la idea del párrafo anterior, cabe destacar a Sheynnis Palacios, Miss Universo 2023, mujer nicaragüense que alcanzó la cima del reconocimiento internacional durante su reinado de belleza, convirtiéndose en un referente de lucha, superación y éxito femeninos. Su historia demuestra que, incluso alguien cuya economía y oportunidades sean escazas, puede hacer realidad sus sueños. De esa manera, su voz y acciones han dejado huella en mujeres de distintos lugares y antecedentes, realzando el valor de ser mujer en un mundo en el que las oportunidades para ellas se amplían cada vez más. Así, se crean motivos para que cada mañana, al abrir sus ojos, bendigan su vida y su sexo.
Como réplica al título de este ensayo, es posible decir con total seguridad, que la mujer posee gran relevancia en el contexto nacional. Los párrafos anteriores así lo demuestran, desde el hogar hasta los puestos públicos, la valía femenina se ha reivindicado y ponderado y la manera más eficaz para erradicar las acciones de odio contra la mujer es una reeducación de la sociedad; específicamente, del pensamiento masculino acerca del papel e importancia de la mujer para el bienestar del país. Las virtudes de la mujer no son andróginas; cosas como el concebimiento de vida en su vientre, el parto, la lactancia, maternar y una aguda y dotada intuición son capacidades exclusivas del sexo femenino y dan a la mujer más motivos para gloriar su ser y merecer estima.
En suma, la mujer nicaragüense no solo es madre, hija, hermana o esposa. Es líder, emprendedora, académica, artista, política, y sobre todo, un pilar fundamental en la construcción de una sociedad en constante desarrollo. Sin embargo, la relevancia de la mujer no debe ser reconocida únicamente por sus logros individuales, sino por el impacto colectivo que genera en la sociedad. Su capacidad de liderar, educar, cuidar, crear y transformar es inherente a su ser. No es un favor que la sociedad le otorga, sino un derecho que le pertenece por naturaleza. La lucha por la igualdad no busca elevar a la mujer por encima del hombre, sino derribar las barreras que impiden que ambos caminen juntos, en condiciones de respeto y equidad.
Es fundamental entender que la verdadera emancipación de la mujer no se alcanza solo con leyes o políticas públicas, sino con un cambio profundo en la mentalidad de la sociedad. Esto implica desaprender prejuicios arraigados y reconstruir una narrativa donde la mujer no sea vista como un complemento, sino como un ser completo en sí mismo, capaz de decidir sobre su vida, su cuerpo y su futuro. Finalmente, la mujer nicaragüense es un reflejo de la humanidad misma: compleja, diversa, fuerte y, sobre todo, indispensable. Reconocer su relevancia no es un acto de condescendencia, sino de justicia. Y la justicia, al igual que la mujer, no debería necesitar defensores; debería ser un principio fundamental en el que se construya el futuro de Nicaragua. Un futuro donde la igualdad no sea un ideal lejano, sino una realidad cotidiana, donde cada mujer pueda vivir, soñar y ser libre, indudablemente porque ese es su derecho.